Siento un inmenso placer
poder formar un romance
muy alegre y sin percance
que me ha inspirado el saber.
Cada nombre de mujer
rimaré con propiedad
y si digo la verdad
y costumbre parecida,
recuérdenme en la vida
que tuve sinceridad.
Las Marías y las Rosas
creo de que son coquetas,
ingratas las Enriquetas
y las Claras orgullosas;
las Teresas generosas,
las Dolores soñadoras
y en el andar de las horas,
son vistosas las Emilias,
sinceras son las Cecilias
y celosas son las Doras.
Las Amandas y las Juanas
me resultan hacendosas,
las Adelas cariñosas
y las Luisas campechanas.
Muy tímidas son las Anas
y las Lauras son porfías,
románticas las Sofías,
con gracia las Josefinas,
piadosas las Adelinas
y estrellas son las Lucías.
Encantos son las Palmiras,
curiosas son las Manuelas,
virtuosas las Micaelas
y bellas son las Elviras;
las Saras y las Alciras
son muy fieles y constantes,
las Isabeles brillanes,
las Amalias son donosas,
las Carmencitas son rosas
y las Antonias radiantes.
Preciosas las Margaritas
y nobles las Asunciones,
son puras las Concepciones
y reposadas las Ritas.
Las Magdalenas en cuitas
y las Auroras galanas,
Las Clotildes son ufanas,
las Rosalías serenas,
son gratas las Filomenas
y prudentes las Susanas.
Las Mercedes literatas,
las Bertas son las sagaces,
las Matildes son audaces
y las Elenas son beatas.
Entretenidas las Catas,
Las Blancas y las Raqueles
y viven en los vergeles
con mil nombres singulares,
otras rimas de cantares
entre palmas y laureles.
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