lunes, 11 de mayo de 2009

La matera de San Francisco


(Pintura: Julián Althabe)

Como adornando la estancia
está la vieja matera,
de aspecto se ve por fuera
que no perdió la elegancia;
preserva aún la fragancia
de aquél último tizón,
que se apagó hecho carbón
junto a una pava tiznada,
esperando a la peonada
que haga rueda en el fogón.

Unos bancos de madera
en los costados quedaron
y al tiempo crucificaron
esa reliquia campera;
para el mensual ella era
un lugarcito de estar,
allí podía matear
y si es que andaba con hambre
sobre una trebe de alambre
un churrasquito tirar.

Si se habrán contado historias
de luces y aparecidos
o de hechos ocurridos
que ya son sólo memorias,
algunos llenos de glorias
los recuerda el paisanaje,
porque llevan el coraje
costuriados con un tiento
y son motivos de un cuento
que se unene con el paisaje.

Hoy suelto mi canto al viento
como el grito de un arisco,
en la estancia San Francisco
junto a tu fogón me siento;
al verte sola lamento
con mi guitarra sentida,
quisiera llenar tu vida
y encenderte esta milonga
como un caldén que prolonga
una bracita encendida.


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