viernes, 21 de enero de 2011

Payada por celular


Con la revolución bendita
se ve un cambio general
y hasta el payador actual
no es tanto lo que se agita.
Ya casi no necesita
sufrir cansancios grandotes
ni estirar tanto los trotes
de su pasión andariega
soñando hallar a un colega
con el cual medir sus dotes.

Dos bardos, tan afamaos
como la bota de potro,
muy lejos uno del otro
pero igualmente inspiraos,
uno en Villa Los Venaos
y otro en Paso del Difunto,
tratando más de un asunto
sobre cosas de la vida,
tuvieron una reñida
payada de contrapunto.

Actuaban según los dones
de las más parejas yuntas
formulándose preguntas
y dando contestaciones.
Y, además de mil cuestiones
relativas al gauchaje,
describían el paisaje
muy fielmente y quedo, quedo,
botonenado a un solo dedo
cada texto del mensaje.

Don Matiauda, que lo supo,
dijo, cambiando de poses:
- Juro por todos los dioses
y por el vino que chupo,
que son troveros "de grupo".
(Y aclaró bien, don Matiauda):
- Quiero decir que defrauda
su actuación sin porvenir,
y no que puedan reunir
un grupo que los aplauda.

- Pienso diferente a usted,
- le retrucó el Chueco Irusta-,
pues, en verdad, no me gusta
patear contra la pared.
¡Por qué morirnos de sed
teniendo el aljibe a mano!
Comunicarnos, paisano,
siendo un don y no un capricho,
pertenece a cualquier bicho
como a cualquier ser humano.

Pa la indiada era frecuente
mandar, con esmero sumo,
señales hechas con humo,
de facundia sorprendente.
También las hace actualmente
la chimenea industrial,
y eso tal vez no esté mal;
pero un diario ayer decía
que pa doña Ecología
no es una buena señal.

Un náufrago, en un lugar
que nadie ve ni legisla,
solitario en cualquier isla,
sin fuego ni celular,
arroja un mensaje al mar,
que ha embotellao bien primero;
y aguarda, sobrio y austero,
rogándole al dios Neptuno
que cumpla el rol de oportuno,
puntual y altruista cartero.

Se busca el Hombre y se llama,
ya por línea, ya sin ella,
ya humadera, ya botella,
ya carta, ya telegrama,
ya un heraldo y su proclama,
ya radio, fax o tambor.
Después de todo, Señor,
son apenas un volido
los tiempos que han transcurrido
del chasque al televisor.

A mí me importa tres cuernos
que, sin bordonas ni primas,
dos troveros crucen rimas
merced a medios modernos.
No debiera sorprendernos
el uso de cosas tales,
pues hay entre los mortales,
no resultando anacrónicos,
tanto besos telefónicos
como puteadas postales.

Vamos inventando todas
las maneras de unir puntos,
pues el querer estar juntos
no es cuestión de simples modas.
Hay juicios, duelos y bodas
hechos a través del mar,
y, habiendo en cualquier lugar
globalización de bienes,
¿quién puede prohibir a quiénes
que payen por celular?

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