domingo, 9 de enero de 2011

Caprichitos



Anacleta por capricho,
cometió un guarango error
exigiéndole a su Juan
una gran prueba de amor.

Se le antojó que su Juan
le regalara la luna;
y él le daba explicaciones
con su paciencia reyuna:

-"Tenés mi honesto apellido,
limpio aunque de humilde cuna".
-"Sí - le contestaba ella-,
pero yo quiero la luna".

-"Tuya es mi fidelidad
sumisamente perruna".
-"Sí - le contestaba ella-,
pero yo quiero la luna".

-"Tuya es mi sangre fogosa,
Roja y pura cual ninguna".
-"Sí -le contestaba ella-,
pero yo quiero la luna".

Juan salió al patio una noche
y observó el gran plenilunio
sembrando polen de plata
sobre la escarcha de junio.

Junto al pozo de brocal
vio la tina de madera,
bebedero cotidiano
de la barcina lechera.

Tuvo una idea genial
y, sin dejar pa después,
puso manos a la obra
con mayúsuculo interés.

Dejó descansar el balde,
la roldana y la cadena
cuando estuvo, al fin, la tina
llena de agua y luna llena.

Celestializando el grito
llamó a su dulce Anacleta
y en cuanto la tuvo al lao
se sintió medio poeta.

Le dijo: "Sé que me faltan
fama, talento y fortuna
pero, de una vez por todas,
te voy a obsequiar la luna".

Y en su romántico afán
de complacer a la china,
la manoteó de la nuca
y la zambulló en la tina.

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