lunes, 16 de noviembre de 2009

Sulki viejo


Al mirarte sulki viejo
tirao atrás de un galpón,
cabrestiando al corazón
con rumbo al pasao me alejo.
Vos que de un trote parejo
cruzaste los tiempos bravos,
ya no tenés ni los clavos
y se ve una rajadura
en tu espaldar sin pintura
que es donde duermen los pavos.

Por una güella infinita
escucho tu traqueteo
y me parece que veo
tu polvareda cortita.
Y enseñando la chapita
coqueta de tu patente,
vas pasando por mi mente
entre charco y tierra suelta,
porque estás como de güelta
desde un ayer diferente.

Cuando dibas pa'l poblao
jugaba el sol en tu apero,
orgullo del chacarero
que se sentaba a un costao.
Al pisar el empedrao
diban cantando tus ruedas.
La gente de las veredas
se paraban pa'mirarte
y parecían saludarte
al pasar las arboledas.

Por la pampa te llevaron
toda clase de caballos
y con choclos y zapallos
cuantas veces te cargaron.
Tus elásticos probaron
repartiendo las semillas
y las mujeres sencillas
saludando a la pasada,
cuando con una frazada
se tapaban las rodillas.

Cuando llegaban los días
en que en la chacra había fiesta,
después de bajar la cuesta
el arroyo trasponías.
Desde el boliche venías
con damajuanas y masas,
con harina, dulce y pasas
y al trote largo, el oscuro,
que le dentraba el apuro
lo que venía pa'las casas.

Tu asiento sabía cubrir
un cojinillo blandito
y adentro del cajoncito
las cartas sabían venir.
Tu rodao supo medir
campos pa'l arao propicios
y al evocar sacrificios
te veo al atardecer
cuando sabías volver
de la estación con los vicios.

En todo acompañamiento
en la fila no faltaste
y a la madama llevaste
cuando había un nacimiento.
Pa´llegar a un casamiento
los caminos desafiabas
y si por ahí encontrabas
cansao algún caminante,
pa'que siguiera adelante
el estribo le ofertabas.

Tus llantas eran dos filos
cortando el barro en la zona,
cuando a más de una persona
le aguantaste los cien kilos
y alumbrao con refucilos
si la lluvia era un derroche,
juiste la envidia del coche,
cuando despacio avanzando
te metías chapaleando
en la cueva de la noche.

Llevando un enfermo agudo
no te paró ni un pantando
y en vos anduvo el anciano
cuando ya montar no pudo.
En el invierno más crudo
para la escuela saliste
y adornado te luciste,
con las galas más bonitas,
cuando entre las mascaritas
por el corso apareciste.

Con las varas en el suelo,
tus guardabarros describo:
alas de un pájaro altivo
que ya no puede alzar vuelo.
A tu rastro paralelo
ya no lo suelo observar,
pero aunque no te vea andar
con un perro bajo el eje,
cuando nadie te maneje...
mis versos te han de evocar.

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