Glosa:
El ardiente sentimiento criollo, fue a buscar en el corazón de las selvas, la reina de las flores argentinas. Cinco pétalos de sangre, cinco pedacitos de finísimo terciopelo que como boca apasionada, se entreabren en las poéticas alboradas, para recibir el beso, del primer rayo del sol.
Cuenta la tradición que una paloma herida fue a posarse moribunda en la rama de un árbol solitario, con humildes flores blancas. Una de ellas, entreabrió sus pétalos para recibir la sangre que manaba sangrante de la avecilla moribunda.
Así se tiño de rojo la flor del ceibo, que como brasas de quebracho, llenan de fulgores enrojecidos, la inmensidad de las selvas argentinas.
Ceibos grandiosos, que el río
acaricia su enramada;
flores al fuego arrancadas
para ofrendarles rocío.
Ceibos que en horas de estío,
como en plenas madrugadas,
nos recuerdan puñaladas
de esas tiradas a fondo;
flores que cavan muy hondo,
sus bellezas coloradas.
Flores que quedan prendidas
al alma y al corazón;
ardientes como fogón
de fulgores encendidas.
En sus ramas extendidas
cuelga el "boyero" su nido
y en armonioso sonido
hamacado por el viento,
nos transmite su contento
en el ceibo florecido.
Es el ceibo en nuestro pago,
la hermosa flor nacional:
es el dulce madrigal,
que se brinda con halago.
Es el relámpago vago
que se destaca en la noche;
es la embriaguez en derroche
de una pintura divina;
es la flor de la Argentina
que ostenta su regio broche.
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