jueves, 19 de mayo de 2011

La guitarra

(Foto: Hugo Covaro)
Al verte arrumbada y sola
he aventado de tu caja
el polvo que te amortaja
sin estar muerta, mi viola.
De tanto anudar con piola
tus viejas cuerdas barbudas,
están esas cuerdas mudas,
no puedo un cielo rasguear
ni al son de un triste implorar
al Señor de mis ayudas...

En tu caja resentida
de tu existencia razón,
como yo, en el corazón
tienes una larga herida.
Así, tu vida es mi vida
una la dicha fue ayer,
uno solo el padecer
y, si nuestra vida es una
tal vez la misma fortuna
gozosos nos vuelva a ver.

Allá en tus tiempos mejores
prendidas del clavijero
más de un cantor guitarrero
te envidió cintas y flores.
Una funda con primores,
que hoy se hizo tiras de rala,
te hubo bordado por gala
la moza que amé y me amó
y que también me dejó
de puro que ando en la mala.

Pobre la guitarra mía...
más de uno me ha preguntado
por qué ya no te he mercado
en una vil trastería...
Primero me moriría
asido a tu diapasón,
que si cuerdas de ilusión
no dan más voz que el silencio,
yo en tu mudez reverencio
mi honrada desolación.

Mas, no es tanta tu pobreza:
tus cuerdas emparejé
y ya a rasguear empecé
las notas de una firmeza.
Si tu voz es voz que reza,
honor es tu desventaja;
y solitos, en voz baja
daremos gracias a Dios,
siempre abrazados los dos,
tú a mi vida y yo a tu caja.

No hay comentarios: