miércoles, 25 de mayo de 2011

Canto al nochero

(Dibujo: Eleodoro Marenco)
Al remover los tizones
del fogoncito surero
mientras sigue el aguacero
y avanzan los chaparrones,
viá emparejar los bordones
del instrumento campero,
para cantar con esmero
si es que a definirle alcanzo,
a ese pingo noble y manso
que le llamamos nochero.

Fue el orgullo de una estancia
y el lujo del estanciero
y en él se lució el puestero
trabajando con prestancia.
Un animal de arrogancia,
vivaracho y coscojero,
supo ser buen parejero,
aguantador y parejo,
y aura ya bichoco y viejo
solo sirve pa’ nochero.

De mañana fue el primero
en ponerse en movimiento
cuando un boyerito atento
le puso el freno y un cuero.
Él soportó el aguacero
en un rincón del corral,
cuando la noche invernal
soplaba su ventolera
se pasó la noche entera
dando el anca al temporal.

Caballito de emergencia
en cualquier caso de apuro,
muy lento pero seguro
tratándolo con paciencia.
Animal de inteligencia
yo lo pinto en mis matices
por sus viejas cicatrices
con todo lujo detallo:
en él, a andar a caballo
aprendieron los gurises.

Él cumple una obligación
como si fuera sereno
y a veces tascando el freno
lo agarraba la oración.
Allá, detrás del galpón
un peoncito veterano
como todo buen cristiano
antes de echarlo al corral
suele colgarle un morral
con algún poco de grano.

Y ya pasando la historia
en el fondo de un potrero
quedará el viejo nochero
pero cargado de gloria.
En honor de su memoria,
por su guapeza y coraje,
cuando en el último viaje
nos deje su adiós postrero
he de rendirle al nochero
un merecido homenaje.

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