miércoles, 13 de abril de 2016

Ida (Romance recitao)


(Pintura: "Velorio del angelito" de Molina Campos)

Me pidió sollozando
que  agenciara remedios,
en los brazos tenía
el mayorcito enfermo
y un tremendo dolor en las pupilas...
Un dolor puntiagudo que aún lo siento.
Y me dijo también el pobrecito:
"¡Si usted no va, me muero!..."

Sobre el pucho a mi moro
 le acomodé los cueros
y le puse por alas, dos rodajas de fierro.
para envainarlo al camino
y a la noche melenuda de viento
pues la vida de un niño vale más
que toda una tropilla'e parejeros.

¡Qué noche más oscura aquella noche!
¡Qué camino más feo!
¡Nunca he visto tormenta tan tormenta
ni recuerdo pampero más pampero!
Le temía a las nubes que tiznaban el cielo
negras como las sombras de los espacios negros
porque estaban repletas de amenzas,
y heridas por relámpagos siniestros.

"¡Si se quedara inmóvil!", yo pensaba,
el arisco reflejo que prende el rejucilo
en el estar, el patio con su yesquero inmenso,
¡si le salieran alas al caballo
o se pusiera un poncho el pago entero!
¡Si me vieran los ojos de Jesús Nazareno:
acortaría el camino o acercaría el pueblo,
pa ayudarme a salvar a un niño rubio...
rubio como las clines del lucero.

Yo ende chico le tuve a los difuntos, miedo,
si se vuelven luz mala pa'buscar cementerio;
a los toros alzaos de campo ajuera,
los tigres cebados de monte adentro,
al apuro del rayo, al galope del trueno,
a los ríos crecidos y a los campos desiertos...
¡Pero pa'hacer un bien no temo a nada!,
porque pa'hacer un mal a todo temo,
y llevaba la idea amojonada al pecho...
Si encuentro luces malas, me santiguo y las dejo,
que no es de buen cristiano enquistarse por muertos.
A perro cimarrón le disparo
y a gauchos cimarrones, los peleo.
pero po'el camino por donde voy, regreso,
pa que tenga esperanzas una madre,
y un niño tenga, pa la madre: beso.
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La carpeta tenía el candil en el medio
como un ojo que mira por la emoción pa'dentro,
y un redondel de gaucho melenudos
amadrinados por el calor del juego.
Se estrellaba con oros la media noche un peso
las espadas cortaban de las ansias los flecos
y el "tintín" amarillo de las libras
al sueño degollado de un cencerro.

De los gajos torcidos de los bastos,
torcidos y espiguientos,
colgaban esperanzas, caras como los pesos
y volcaban las copas sobre el poncho
un mundo contenido de silencio.
El mazo mesturaba sus cuarenta secretos
como cuarenta dudas o cuarenta misterios,
echando buenas pa'los hombres malos
y echando malas pa'los hombres buenos.

Y me llevó una sota
lo que traiba pa comprar los rimedios,
el rey zurdo, el facón de plata y oro,
y Salomón el poncho pa' recuerdo
y después un caballo sobre el lomo:
hasta la última pilcha de mi apero.

"¡Pero me queda el moro!", yo pensaba,
pa jinetearlo en pelo y atravesar la noche
como un pájaro negro,
aunque me crucifique al camino,
todos los rayos
que ha tendido el cielo
y mientras lo levanto en la llorona
recordaré algún rezo
pa'pedirle su ayuda
al que murió en la cruz
por ser tan bueno...
y rezo y espueleo,
pa'que tenga abajo nazarenas
y arriba al Nazareno...

Pero ¿pa'qué Señor
quiero el caballo,
si no tengo ni un
cobre pa'remedio?
Y lo jugué al as de oro
porque tiene en el centro
una cara igualita
a la de aquella
que a Nuestro Redentor
llevó en su seno,
y Él sabe lo que vale,
un hijo rubio,
rubio como las clinas del lucero.
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Se corrió la tormenta
y en el azul del cielo,
se hundieron las estrellas
con sus pabilos muertos
y puso el alba con un arco grande,
su abanico de luz sobre los cerros.
Con temblores de pájaros ariscos
despertaron los campos soñolientos,
con temblores de pájaros que traiban
cuerdas, pa la guitarra del silencio,

Han pasao muchos años en la noche,
que hasta mi moro chamusqué en el fuego
y ando siempre domando y siempre en potros...
¡Ha de ser maldición... del niño muerto!


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