martes, 16 de agosto de 2011

Renacimiento


(En la criolla, Octubre de 1897)

Como si un broto de vida
sobre todo se extendiera,
pide al sol la primavera
su vestimenta florida.
La yerba buena dormida
deja su sueño inocente;
y decorando el ambiente,
quebracho, molles y talas
sacuden sus nuevas alas
al borde de la corriente.

Suenan diversos acentos
en vertiginosa gira
y el zorzal presta su lira
para saturar los vientos.
La calandria con alientos
su mejor canción arranca
y el chingolo, en forma franca
cuenta sobre las colinas
que ha visto ya golondrinas
trabajando en la barranca.

Así, después del rigor
con que nos trató el destino,
vuelve a tomar su camino
la Criolla de nuestro amor.
Renace con el calor
de otra especial primavera;
y al levantar la visera
no tiene más pretensiones
que las firmes convicciones
escritas en su bandera.

Vuelve a encenderse el fogón
con cautelosa paciencia,
vuelve a sentirse la esencia
del sencillo cimarrón.
Vuelve a encontrarse en acción
el apero y sus alhajas;
y en las malvas y borrajas
muestran las marchitas hojas
las señaladas congojas
que les dejan las rodajas.

Vuelve el estilo a pedir
su lugar en la jornada
y la décima olvidada
vuelve otra vez a vivir.
La emoción al resurgir
su antiguo sendero agarra
y tendiéndose bizarra
llega, lozana y hermosa,
a suplicar cariñosa
que la copie la guitarra.

Pero, en estas impresiones,
tan rurales como viejas,
no caben las bravas quejas
de los urbanos campeones.
No se buscan sensaciones
por buscarlas solamente,
se buscan porque se siente
la atracción de ese pasado,
cuna de un tipo formado
para gloria del presente.

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