jueves, 18 de marzo de 2010

Añoranzas



Lanza que en otros tiempos fuiste compañera
de mi brazo rudo, de mi brazo macho.
Cuando mis veinte años no pesaban nada,
cuando era más fuerte que el duro quebracho.

Cañita ‘e tacuara que en mis mocedades
entraste de punta en los entreveros.
Hoy dormís tranquila, colgada en mi rancho,
lanza fiel amiga de este montonero.

Esa vieja hilacha que tenés colgando
la prendí aquél día, cosas de muchacho.
Fue el pañuelo blanco que me dio mi mama
que dejé solita por seguirlo al Chacho.

Al primer combate se tiñó de rojo
y vos, vieja lanza, nunca reculabas.
Nunca te quebraste ni melló tu filo
el pecho de un maula cuando vos entrabas.

Y anduvimos siempre peleando, derecho.
En defensa siempre de esta patria mía.
Hoy dormís tranquila colgada en mi rancho,
cañita ‘e tacuara, mi más fiel amiga.

Cuando yo me muera y te deje sola
vendrá algún intruso y dirá:
"¡Qué pavada, tener esa lanza colgada en el rancho,
esa vieja caña que no vale nada!".

Pero si algún día, que Dios no permita,
asoman caranchos a robar la patria,
pónganle la firma de que a mi tapera
llegarán mis nietos para usar la lanza.

Volarán en potros de crines al viento.
Sus ponchos tendidos cual pumas con alas.
Y el clarín llamando estridencia altiva
retemplando el fondo de la estirpe gaucha.

Formarán serenos. En primera línea.
Y yo estaré presente en cuerpo o en alma
pa’ irles diciendo muy suave al oído
cómo se maneja esta vieja lanza.

Pasarán los años. Vendrán otros tiempos.
Y si en otro rancho se encuentra colgada
entrará un intruso y dirá lo mismo:
"¡Tener esa caña que no vale nada!".

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