domingo, 21 de febrero de 2010

El desafío


"Le corro con mi manchao
al alazán de Cerilo,
y no le pido ni un kilo
como le dio al Colorao.
Nicasio de abanderao
y como juez don Zenón,
a correr dende el portón
hast'allí, hasta el esquinero,
y me juego hasta el apero
y empeño hasta mi facón!...

No respeto caballeros,
estao, ni pelo, ni marca,
y al de la estancia "La Zarca"
le pueden bajar los cueros.
No me asustan parejeros
con tapa ni con trompeta,
que no es al primer sotreta
qu'en esta esquina e' "Las Latas"
l'hecho revoliar las patas
y luego, alargar la jeta!"

Le aceptan... y desensilla,
dejando sobre el apero
botas, facón y sombrero,
y hace vincha la golilla,
va de la cancha a la orilla,
en vez de un rebenque, dos;
y, con la fe puesta en Dios
cual legítima esperanza,
pa los laos de la balanza
a igualar sesentidos.

Le corre a un rosillo moro
marca de Hilarión Contreras,
que había ganao más carreras
qu'el colorao sangr'e toro.
Lo montaba un mozo Floro
muy güen corredor campero;
puntiador y ventajero
pa largar a la bandera,
pues no había quien le saliera:
siempre picaba primero!

El rival del mocetón
que se sintió desafiar
cargó, pal peso igualar
medio kilo e' munición.
Lo rodiaron un montón
que hacían juerza pa su lao;
otros seguían al manchao
al dir pal andaribel,
como si vieran en él
un triunfo ya descontao.

Y pa qué seguir narrando
lo que jué aquella carrera,
si cualquier hombre de ajuera
ya lo estará carculando.
Anduvieron mezquinando,
errar y errar la partida,
hasta qu'en una corrida
les bajó el abanderao,
y el rosillo y el manchao
jueron una luz prendida.

Y se sintió "¡ya pegaron!...",
y la cosa juè pareja,
ni se sacaban la ureja
y los rebenques bajaron.
Y cuando al final pasaron
entre el público y rayeros,
y entre aplausos y sombreros
que se agitaban de gozo,
el juez gritó sentencioso:
"¡Puesta, nomás, caballeros!".

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