jueves, 3 de abril de 2014

Del tiempo de los reseros



(Foto: Eduardo Amorim)













Iban entrando al paraje

de la estancia “La Florida”
por una calle tendida
de muy bonito paisaje;
serio los hombre’n el viaje
gritándole al cola fina
y al tranquiar de la madrina
con el tañir del cencerro,
alborotaban los perros
de algunas casas vecinas.

“-Vaya a charquiar la paleta
(dijo el capataz Mauricio)
de pasada alce los vicio’
que están en esa maleta;
va a ser mejor que le meta
y vaya prendiendo fuego
que nosotros vamos luego,
tengo que acortar el tranco
porque van dos toros mancos,
si los apuro… no llego.”

Una legua galopió
más o meno’aquel resero
y al puesto del caminero
al poco rato llegó,
ni bien las manos golpió
lo invitaron a pasar,
dijo: “-Vengo a molestar
si no es ningún compromiso,
quiero que me den permiso,
traigo carne para asar.”

Iban tejiendo amistá
achicando las distancias
arriando pa’ las estancias
o rumbo a Vivoratá;
reseros y capataz
compartían un buen mate
y mientra’el fuego se bate
con la llama que no apaga
comentan de Madariaga
que estuvo lindo el remate.

Las vacas amontonadas
no se ven por esa senda,
en los camiones de hacienda
ahora viajan enjauladas,
de esa forma transportadas
a cualquier punto se van,
pero esos hombres no están
marchando por los praderas,
solo queda la tapera
de don Salvador Luján.

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