martes, 26 de julio de 2016

¿Cuánto más puedo durar?




El viejo Rosendo Luna
viendo su etapa cumplida
decidió vivir la vida
disfrutando su fortuna.
No hallaron forma ninguna
de hacerlo reflexionar
cansado de trabajar
el día que cumplió setenta
dijo: “Pongo todo en venta…
¿cuánto más puedo durar?”.

Y allí lanzó un desafío
diciendo: “Solo me basto
y a la plata me la gasto
porque lo que es mío es mío”.
Sin oír el vocerío
de sus hijos que a la par
no se podían resignar
que la herencia les gastara
y él les gritaba en la cara:
“¿Cuánto más puedo durar?”.

De bombachas y alpargatas
a la Capital viajó
y allá un piso se compró
con vista al Río de la Plata.
como había llegao a pata
se fue a una agencia a buscar
un auto para pasear
con vidrios polarizados
diciéndole a los empleados:
“¿Cuánto más puedo durar?”.

Eso sí, llevó el recao
de sus tiempos de jinete
y arriba de un caballete
lo tenía acomodao.
A veces, entusiasmao,
en él se solía montar
y a la gente del lugar,
que de abajo lo veía
desde el balcón le decía:
“¿Cuánto más puedo durar?”.

Los años lo fue pasando
en lujos y en festicholas…
tiró tanto de las piolas
que seco se fue quedando.
Casi a los noventa, cuando
no había más para gastar
contento llegó a pensar
que la pobreza no mata…
viejo, sin campo y sin plata:
¿cuánto más podía durar?

Y en un ranchito vivió
hasta el final de su vida
pues la familia, ofendida,
sin herencia, lo ignoró.
Su ejemplo a mi me sirvió
y a ustéd lo vengo a invitar:
anímese a desafiar
el temporal aunque moje
y haga lo que se le antoje
¿cuánto más puede durar?

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