(Pintura: Rodolfo Ramos)
"un verso unitario"
Allá cuando el mazorquero
sostenía
al dictador
tuve
un pingo escarceador,
vivaracho
y coscojero.
Era
a la vez más ligero
que
una centella, cuñao,
porque
donde hubo pisao,
ya
dando ventaja, o no,
siempre
a su antojo ganó
mi
lindo “overo gateao”.
Cuando
con él me paseaba
o
bien al pueblo caía,
si
yo mis prendas lucía
él
su prendaje mostraba;
con
un recao lo ensillaba
muy
lindamente chapeao,
prendas
que había apostao
a
su “zaino”, un estanciero,
al
que un cuerpo entero
ganó
mi “overo gateao”.
Con
mi pingo escarceador,
vivaracho
y coscojero,
a
quien cuando no el apero
le
ganó hasta el tirador.
Y
guardo del dictador
de
cierto encuentro mentao
un
poncho que hubo donao
-por
Manuelita tejido-,
y
que en un lance atrevido
ganó
mi “overo gateao”.
¡Era
de ver a la gente
cuando
al palenque lo ataba,
como
al pingo acariciaba
desde
la cruz a la frente!
Pero
casi de repente
quedo
de a pie por confiao,
porque
un día, enamorao,
al
verlo tomar resuello
¡casi
me lleva Juan Cuello
mi
lindo “overo gateao”!
Dueños
de estancias que vieron
disparar
a mi animal,
por
él, le juro, un platal
y
hasta haciendas me ofrecieron.
Pero
nada consiguieron
porque
al más interesao
-¡palabra
de gaucho honrao!-
le
decía como le hablo:
-¡Vendería
mi alma al diablo,
y
no mi “overo gateao”!
Más
todo tiene su fin,
y
hoy solamente el apero
guardo
de mi parejero
con
un mechón de su crín.
¡Atención!
tocó el clarín,
¡Libertad!
gritó el poblao,
y
allá en Caseros, cuñao,
con
los valientes de Urquiza
¡cayó
por nuestra divisa
mi
pobre “overo gateao”!
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