(Dibujo: Rodolfo Ramos)
Lo tiró a un costao el tiempo
y la pobreza porfiada
como a carona mojada
lo empezó a tratar la vida,
un poco fue la bebida
otro más, los años malos
y tan seco como un palo
allá en su rancho de barro,
murió don Lucio Navarro,
un soguero de mi pago.
Se le gastó su cuchillo,
su baquía en el manejo
y al recibirse de viejo
lo iba apurando la vida;
era cosa muy sabida
su habilidad para el filo
como silbando un estilo
su existencia llegó al fin,
lo acompañaba Crespín
de sus hijos preferido.
Chical-có lo vió caer
junto a otros paisanos,
en el oeste pampeano
no se muere de otro modo,
parejo nos pasa a todos
en la muerte o en la vida,
de tanto buscar guarida
y alivio para las penas,
se arrastran largas cadenas
si no hay agua ni llovida.
Por eso es que mi guitarra
nacida de buena cuna,
en esas noches de luna
con su profundo misterio
se arrima a los cementerios,
pone flores de papel
y deja en "Santa Isabel"
vela adentro de unos tarros,
por el alma de Navarro
y otros paisanos como él.
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