viernes, 11 de octubre de 2013

Estancia "La Tranquila"



En la estancia "La Tranquila"
junté unos cientos de latas
que me dieron mucha plata
al finalizar la esquila,
ahí vienen cuando se apilan
los paisanos a jugar,
los tragos a galopear
y los pesos a correr;
donde es muy fácil perder
la voluntad de ganar.

Al otro día tempranón
le entramos a sacudir,
y las pilchas a reunir
cada cual de su rincón;
remoloneando el patrón
me entraba a rondar y hablar,
me invitó para encerrar
unos potros para ver,
algunos para vender
como otros pa'domar.

Hablamos las condiciones
y a pronto hablar, revisamos,
y a poco rato quedamos
de acuerdo en las opiniones.
Él me explicó sus razones,
yo le explicaba las mías;
me dijo que me daría
los potros que yo apartara,
siempre y cuando le domara
los diez que le entregaría.

Al año ya le entregué
los diez todos enterones,
la madrina en los garrones
quedó cuando la silbé,
uno y otro embozalé
de acuerdo al que me indicara,
le pedí que los probara
en distintas ocasiones,
y uno a uno a los peones
les dije que los montaran.

Dijo el patrón que boleara
la pierna en medio'e la hacienda,
y dándole el frente a la rienda
viendo un zaino malacara;
me dijo que lo soltara
y la tropilla trajiera
que a mi gusto me eligiera
saldando aquél compromiso,
y hablando como indeciso
me pidió que no me fuera.

Le dije que si algún día
decidía aquerenciarme
¡cómo no! iba acordarme
la oferta que hoy él me hacía;
mientras tanto me elegía
un malacara bragao,
aparte un moro calzao
con un zaino rabicano,
que andaban con un tubiano
y un lindo overo rosao.

También saqué un yaguané,
un cebruno testerilla,
un tostao gargantilla
y un hermoso pangaré,
un colorao media res,
un zaino anca nevada,
un pampa de buena alzada
que aunque zarco y mascarilla
me salió de buena silla
y un lujo entrando a boleada.

Y ya manotié los bastos
cruzando las menudencias,
como pa ganar la ausencia
le afirmé muy bien los bastos,
pensaba hallar muy buen pasto
acomodé la maleta,
dijo el patrón: "Si me acepta
llévese esa pata fina,
si le gusta pa madrina
esa lobuna careta.

Como al patrón, cimarrón,
fue fácil para entablarlo
los dentré a silbar y hablarlos
y aliviarlos despación,
me despido del patrón,
la peonada saludé
cuando el estribo pisé
y me enhorqueté un liviano
un "¡Hasta la vuelta, hermano!"
de la tranquera grité.

Por eso si alguna vez
me ven por alguna orilla
yo soy con una tropilla
el mismo que fui de a pie.
Como yo los entablé
a rumbo, paciencia y leguas
en un buen campo sin tregua
de cerros, montes y espinas
donde agarré la madrina
quedan mamando las yeguas.

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