sábado, 3 de agosto de 2013

La agüita del bajo


(Pintura: Carlos Montefusco)

Clarita y pura se brinda
como exquisito manjar
a la hacienda, que al pasar
la bebe sabrosa, linda;
no hay resero que no rinda
al encontrarla, homenaje;
haciendo un alto el gauchaje
desensilla placentero,
y en las pilchas del apero
descansa un rato del viaje.

Reconfortando al ganao
y a continuar dando aliento,
el paisanaje contento,
se siente más aliviao;
el viento como enojao
va peinando el pastizal,
los tordos que del cardal
van levantando su vuelo
se sientan sobre el señuelo
que se ha echao en el pajal.

Cada paisano jinete
trabajador y sencillo,
con el lomo del cuchillo
saca el sudor a su flete;
otro que no viaja al “cuete”
una carona le asienta,
porque si la marcha es lenta
y el animal ha sudao
evita por descontao
que del lomo se resienta.

Luego el paisano Alarcón
que es más ligero que el rayo,
acomoda su caballo
y arma, cantando, el fogón;
va corriendo el cimarrón
que otro criollo ha preparao
y cuando “El Viejo” Rondiao
está terminando un cuento
dice el capataz contento:
¡Muchachos, está el asao…!

Después de haber descansao,
y con la hacienda fresquita,
siguen con la tardecita
en dirección al poblao,
el capataz ha ordenao
llegar de un solo tirón;
y al cumplir con la misión
de terminar su trabajo,
es por la agüita del bajo
que les dio su protección!

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