jueves, 13 de septiembre de 2012

El sino

(Pintura: Tito Saubidet)

Se me jué de la mano
lo mesmo que una taba que refala
topa en la bota sucia de un paisano
y pega un salto pa pararse... en mala.

Era lo que quedaba de mi china:
flor de mujer, su máma, la finada,
nu era madre, rialmente, era madrina
d'esta gurisa dulce, y disgraciada.

Pero jué como propia, un brote suyo,
criada a lo rosa, cuidadosamente;
se babiaba la zonza en el orgullo,
de lucirla algún día entre la gente.

Dios dispuso el asunto, a su manera:
murió mi gaucha y al tapiarme el luto,
miré con odio la criación entera;
ni sé qué diba'hacer, de puro bruto.

Cuando andaba bramando mi amargura
tal que un puma chumbiao y perseguido
el llanto en manantial, de una criatura,
me degolvió de nuevo al guen sentido.

Guardé el cuchillo y me limé la garra;
le lavé hasta la ropa en la laguna
y pa hacerla dormir, a lo chicharra,
lloró mi pena, su canción de cuna.

Ni más ni menos que borrega guacha
se hizo grande a mi lao: una hermosura...
quien se babió jui yo, con la muchacha,
al ver en tal virtú, tanta lindura.

No precisé rodiarla con alambres
pa librarla de avispas tentadoras,
ella mesma espantaba los enjambres
que rondaban mi rancho a tuitas horas.

Ricos y pobres, mozos convenientes,
los barrió sin mirar, su indiferencia;
era un vaso con aguas transparentes
l'alegre joventú de su ensistencia.

¿Qué le pasó dispués, a mi pobre hija?
razón de su nacer, mal barajada,
misturas qu'echa el Diablo en la vasija
pa ensombrecer un alma inmaculada.

El gusano más vil llegó a mi rosa:
ni lo vide, ni supe ni podía
suponer que un tirao, un cualquier cosa
diba a ser lo que m'hija merecía.

No se atrevió a contarme esos amores
emparvó de misterio el estravío:
ricién cáigo, que a veces, sus temores
le ñublaban los ojos de rocío.

Se jué una noche que llegué en retraso
sobre la cama me dejó una esquela
atada en una cinta de oro y raso:
¡el premio, "A la mejor", que dió la Escuela!

Días y meses la busqué a lo loco
se enflaqueció, en los trotes, la tropilla,
y me juí serenando poco a poco
al pensar: "He pecao, si Dios me humilla".

Quise olvidarla y la olvidé... de a ratos,
me informaron más tarde ande vivía
de su equivocación, de malos tratos,
de la miseria ruin que padecía.

"Ella sabrá -les contesté- lo que ha hecho
de su vida y la mía" y p'adelante
me juí clavando espinas en el pecho
con la resinación de un promesante.

Luego, me anoticié qu'el entrañudo
se robó otra infeliz "pa compañera"...
Rosa sin suerte... la vergüenza pudo
y amaneció colgada en la cumbrera.

Voy a dir a enterrarla y a ponerla
pegadita a mi gaucha: ansí, dormida,
habrá guelto a ser flor y quiero verla
pa juntar al perdón la despedida.

Mis dos cariños van a estar mañana
bajo esta tierra qu'he querido tanto...
si no juese un varón que pinta en cana
tamién como a un gurí me vence el llanto.

Pero debo cumplir con cielo y tierra:
me quedan libre, el corazón y el brazo
siento un a modo de clarín de guerra
que me alza en peso y que me apura el paso.

Tengo que conversar con ese... mozo:
siguramente no hablaremos mucho.
¡Humo es la vida... y humo venenoso!
A uno e los dos se le termina el pucho.

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