sábado, 8 de octubre de 2011

Canción para mi abrazo abandonado

(Pintura: Molina Campos)
Yo guardaba un abrazo deshabitado, entonces,
como un círculo tibio consagrado a la espera;
y el silencio viajaba sonoro por el bronce
de mi pecho, perdido para la primavera.

Mi abrazo, era el redondo lugar de una ternura
que se estaba muriendo con pena de tapera;
un espejo vacío que adoraba a la luna;
el brocal derrumbado de una cachimba ciega.

Cuando la sed del beso torturaba mi sangre,
y el jagüel de mi abrazo se agostaba en el yermo,
un tropel de recuerdos ardientes, indomables,
martillaba salvaje la pampa de mi pecho.

Yo cerraba mi abrazo deshabitado entonces...
Abrevadero ansioso de abrevar, y sin huellas;
desconocido y solo sobre el paisaje arisco,
sin, siquiera, cicatrices fugaces de luciérnagas.

Pero llegó una noche, porque Dios no se olvida
cuando ha puesto una gota de azul sobre la tierra,
en que besó el derrumbe parcial de mi ternura
una luz que tenía... no sé qué de alma en pena.

Ahora, no importa que se cierre mi abrazo,
con un derrumbamiento total entre malezas,
que bien alcanza el beso de luz que me ha dejado
para estas tristes gotas de agua que me quedan.

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