"El Señor me llamó mientras yo iba por detrás del ganado.
Y me dijo el Señor: Ve y profetiza a mi pueblo" (Amós, 7,15)
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Señor que te acompañaste
con hombres rudos de pescas
y eternizaste caminos
en campos de Galilea,
un hijo de tierras criollas,
porque es tuyo, se te acerca.
Las chacras de Gualeyán
también sintieron tus huellas.
En una tarde de abril
yo deschalé en tu presencia.
Sentí pasar algo enorme
por entre las chalas trémulas
y en una espiga vi abrirse
mi porvenir: alma, Iglesia.
-"¡Sígueme!" Lo dejé todo
crucificado en tu idea.
Me llevé sólo el milagro
de tu súbita presencia.
El mismo que ayer araba,
hoy te desangra un poema...
Hasta el cardo da una flor,
que es la oración de mi tierra.
Estas manos campesinas
que alzarán la blanca ofrenda
tienen callos de guadañas,
tienen unción de manceras,
tienen rasguños de talas,
tienen viento, tienen selva.
Por eso tienden al Cielo:
ya están cansadas de tierra.
Aquella frente mendiga,
que siempre pescaba estrellas
en los ríos de la noche
hoy es una enredadera
que en el tronco del pasado
pone un tajo de flor nueva.
Aquél diálogo sublime
del charco y la luna llena.
El niño que hablaba a Dios,
sin palabras en la lengua,
con terrones por preguntas
y con flores por respuestas.
Mañanas, pájaros, nubes:
un horizonte, una huella.
Yo era un eco de esa vida
y un diapasón de mi tierra.
Un sacerdote de todas
las distancias y presencias.
Dios bajaba un sol al mundo.
Yo le subía una idea:
compraba su Eternidad
con un canje de monedas.
Aquellos días de niño
parece que hoy renacieran
y me aromaran el alma
de carcajadas traviesas
que eran criollez de espinillos
y eran candor de azucenas.
Vienen a desenredarme
del ñapindá de tristezas,
como yo hice tantas veces
con descarriadas ovejas.
(El recuerdo es un pastor
que, al fin, siempre nos encuentra).
Señor de ayer y de siempre,
mi pasado se te acerca
para decirte: el futuro
¿será temblor de manceras?
¿será carpida de surcos?,
será pastoreo de ovejas?,
¿será buscarte en el sol?,
¿será encontrarte en la melga?
Señor: no pido un milagro;
pero lo hiciste en la Cena.
Transubstancia mi pasado
en redención de mi tierra.
Señor que salvaste al mundo
con hombres rudos de pescas.
(Gualeguaychú, en el cincuentenario de mi llamado al Sacerdocio: 11 de abril de 1931).
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