miércoles, 17 de noviembre de 2010

El ascensor


Los ricos han apilao
las casas en la ciudá,
pa mayor comodidá,
según me han asegurao.
Tanto se han amontonao,
que resulta chico el suelo,
y por eso, sin recelo,
quien puede, forma su estiba
y va rumbeando pa arriba,
pa hacerse patrón del cielo.

En las casas la escalera
resulta cosa olvidada,
la gente viaja enjaulada,
como en una pajarera.
Y dicen que pa cualquiera
eso resulta mejor.
¡Mozo diablo el inventor
de esa jaula con botones,
pa mujeres y varones,
que llaman el ascensor!...

Obediente como un perro,
ande quiera se detiene,
pero, pa que ande, conviene
cerrar la puerta de fierro.
En cuanto suena un cencerro,
se mueve medio ceceoso,
pesadón y perezoso,
él va haciendo su trabajo,
siempre pa arriba y pa abajo,
mesmo que el balde del pozo.

El gaucho más avisao,
como el pueblero ladino,
al viajar, pierden el tino
si a él no se han acostumbrao.
Un tablero numerao
tiene pa la dirección,
pa cada piso, un botón,
que uno sume con el dedo.
¡Y hasta que se llega, el miedo
va aprentando el corazón!

¿Quién diablos lo tironea,
pa que suba y pa que baje,
en esa forma trabaje,
y nunca cansao se vea?
Sea el juerzudo que sea,
ha de estar bien afirmao,
y el lazo que de un costao
cualga engrasao, retorcido,
dejuramente que ha sido
por un criollo trabajao.

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