miércoles, 3 de noviembre de 2010

Pa mi emprendao

(Foto: Eduardo Amorim)
En una "seca" tremenda
cayó a la aguada un bagual,
como pidiendo un bozal,
cabresto, bocao y rienda.
Era más bien una ofrenda
despertando mis antojos;
clinudo, tapao de abrojos,
asustao de cualquier cosa,
con una estampa asombrosa
y un desconfiar en sus ojos.

Era un oscuro tapao
que merece ponderarlo,
y ahí nomás al contemplarlo
ya me sentí enamorao.
Recordando a mi "emprendao"
me venció la tentación,
y a pesar del apurón
en disparar de la aguada
vino a quedar en la armada
por arisco y cimarrón.

Cuando le puse los cueros
una mañana en el puesto,
campo afuera, echando el resto,
hicimos gritar los teros.
Pasé unos trances muy fieros
pues me tuvo a maltraer;
la vincha me hizo perder
beyaquiando el vivaracho,
¡pero cuando uno es muchacho
el peligro es un placer!

Hoy tay cuidado y mimoso
su pelo es un solo brillo
y únicamente lo ensillo
con mi emprendao relumbroso.
Desconfiao, ágil, fogoso,
coscojero y juguetón,
y entre tanta admiración
en él, luciendo mis prendas,
no le envideo las haciendas
ni el capital del patrón.

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