martes, 16 de noviembre de 2010

Jugando a la refalada


Es tan gaucho mi patrón
que pa mi no hay otro igual;
pal cerro "La Catedral"
me llevó en una ocasión.
Y me causó almiración
ver la montaña nevada,
y aquella gente atareada,
en un extraño trabajo,
pa venirse cuesta abajo
jugando a la refalada.

Hay que saber estribar
dos tablas que forman yunta;
requintadas en la punta,
pa poderse refalar.
Yo me llegué a entusiasmar
con aquella diversión,
cuando me dijo el patrón
que chapaliaba en la nieve:
-"Y métale... si se atreve",
comprendiendo mi intención.

Y a mi destino confiao
salí pidiendo un barato,
ya que yo soy como el gato,
que, cuando cai, cai parao;
de pilchas alivianao,
como pa una cuadrera,
pedí a la gente pueblera
dos tablitas sin bastones,
que pa aquellas diversiones,
son estorbo pa cualquiera.

Me aconsejaba el patrón
con toda su autoridá:
- "No hay que jugarle "Juá-Juá",
amigo, a esa diversión,
si falla su condición
y la tabla se desata,
puede romperse una pata,
y, lo que es todavía pior,
si tropieza el asquiador,
en la bajada se mata.

Yo riyendo de costao,
tomaba el consejo a broma,
y enganchao de una maroma,
subí pal cerro arrastrao.
Allí a lo perro sentao
y doblando las rodillas,
afirmao a las canillas,
maniándome con las manos,
les mostraba a los baquianos
cómo hay que emplear las tablillas.

Y me largué. Ni qué hablar,
que me aturdió el griterío;
lo que pasó ¡Cristo mío!
yo no lo puedo contar.
Al no saber estribar,
las dos tablillas perdí,
como apretao me sentí,
en el pecho y en el anca,
y era una bola blanca,
cuando de lo alto cayí.

La nieve se había pegao,
formando una pieza sola,
y se agrandaba la bola
ande bajaba encerrao.
Cuando se acercó asustao,
pa libertarme el patrón,
me gasté en un estirón,
y pegué un grito a lo criollo,
cuando salí como el pollo
al romper el cascarón.

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