jueves, 25 de junio de 2009

Romance de los caballos



Quiero llenar mi vaso hasta los topes
este vaso es chambau por que es de guampa
para llegar de lejos a la pampa,
y cantarle al caballo y sus galopes.

Antes que canten los agrestes gallos
quiero elevar sincero y conmovido,
este canto de amor agradecido:
mi romance de todos los caballos.

A los baguales criollos, de azarosa
historia de fortín y tolderías,
hijos de aquellos que en lejanos días
nos dejara don Pedro de Mendoza.

Fui jinete de espuela y guardamonte
y le pago mí deuda al compañero:
al picazo, al lobuna, al estrellero
al de la selva virgen y al del monte.

Porque soy una crianza de capayos
con la leche robusta de la sierra,
le debía a los gauchos de mi tierra
el romance de todos sus caballos.

Le debía este maíz americano
y esta mata de pasto jachallero,
al gatiau de mi padre y al overo
y al petiso rosillo de mi hermano.

A la torda de chasca cimbriadora,
al oscuro tapau y a la picaza:
y a la vieja madrina, a su cachaza
en la tarde que muere y en la aurora

Le debía este canto a las distancias
al jagüel, a la legua, al pastoreo...;
al mansero de ronda en los rodeos
y al nochero de todas las estancias.

Le adeudaba un responso, don Segundo
a la sombra del suyo en La Blanquiada
y a su crudo trajítn de reseriada
por las pampas más lindas de este mundo.

Debe alcanzar sonoridad de bronce
este canto legüero de cencerros.
Pa' mentarle su moro al Martín Fierro
y al patas blancas de Ciriaco Ponce.

Y si es más dulce el canto cuando llega
la triste noche a envolver la pampa,
quiero evocar, por fin, la noble estampa
del alazán tostau de Santos Vega.


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