lunes, 2 de marzo de 2009

La Nazarena


Lauro era rubio y ágil como el puma.
Se lo dieron a mama. Lo crió ella.
Los dos usamos una sola cuna.
Los dos juimos en ancas a la escuela,
nos arrastró a los dos una divisa,
nos balaba a los dos una querencia...
y el día que el amor nos puso alas,
nos chamuscamos en la misma estrella!

Éramos carne y carne, Cruz y Fierro:
un poncho, un mate amargo, una estribera...
Amigos! esas dos manos que junta
pa rezar un bendito, la cumbrera;
el ñudo potriador de dos varones
que cuanto más lo estiran, más se aprieta!

Pero el diablo no quiere cosas puras
y nos enamoramos de una prienda
que tenía los ojos pestañudos
y dentradores como dos espuelas.
Lauro la llamó Rosa,
y yo, la Nazarena.

Me la quiso dejar, salió una noche...
Se la quise dejar, gané la ausencia...
Y no se pudo; peludió la yunta
en el tembladeral de su tranquera!
Nacidos pa querer a dos orgullos,
dentramos a sufrir con dos bicheras
y ansí se nos enanca un odio viejo,
un odio de venao y de crucera.

No lo pude peliar: mama vivía.
Y éramos uno pa esa criolla vieja...
Sonréibamos los dos, mascando fuego,
ataos, codo con codo, a la prudencia.
Por el "puma" y por mí, gruñe el amargo...

Un día se nos arde la pacencia:
hay un "venite"! un revoliar de ponchos,
un rechinar de filos, una trenza...!
Se nos cruza mi madre y con su llanto,
nos apagó la brase de las crestas.

Dispués salimos con divisa y lanza;
porque pa suerte, reventó la guerra.
Vamo a jugar a cara o cruz la vida,
en la primer pelea:
uno se ha de quedar con los caranchos
y otro con Nazarena.

En las noches azules de sereno,
Lauro no duerme poro pensar en ella
y yo, sobre el recao lleno de abrojos,
voy pitando hasta el pucho, la pacencia...
Un: Carguen! nos sacó del purgatorio
a púa y a clarín, lanza y sotera.
Yo deseo su muerte y él mi muerte.
Y zambullimos en la polvareda...
Volvimos unos pocos esa noche;
pero el "puma" está allí, no duerme; piensa,
mientras yo en el recao no enriedo el sueño
por más que sigo dando güelta y güelta.

Y una tarde, nos sacan en redota,
con los pingos charquiaos por las paletas.
Vienen cerquita, errándonos trabuco.
Apura, nos alcanzan, revolean...
y los tres puños de las boleadoras
zumban en el carpido de las güeyas.

En eso, rueda un flete: es el del "puma".
Cae parao. Pa morir. Ni me doy güelta!
Por fin, se va a quedar con los caranchos,
y yo, con Nazarena...!

No se pudo! Algo toro, algo que sale
del pecho de mi madre o de mi tierra,
me hace sentar el flete en los garrones;
y hundirlo en la tormenta!
Golví pa cáir con él, en Cruz y Fierro,
pa salir enancaos en una décima,
pa mirar en los ojos a la guacha
que rezó por los dos en mi tapera!
Y lo saqué nomás!

Callaos y tristes
nos vamos acercando a la tranquera
de la mujer que Lauro llamó Rosa
y yo, la Nazarena.
Allí el "puma" me dijo de a caballo,
cuasi al cerrar el alma y las espuelas:
-Yo sigo con la vida que me diste,
vos casate con ella.

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