(Pinturas: Francisco Madero Marenco)
Sofrenó el caballo frente al rancho en ruinas
miró los despojos del techo de paja
y temblando el alma con la vista baja
se apeó en los escombros cubiertos de espinas.
Doblando hacia el suelo sus nardos morados
una flor del aire prendida a un horcón
traía recuerdos de tiempos pasados
de cosas que fueron en otra ocasión.
Los ojos del gaucho se alzaron hasta ella
su mirada turbia se alejó del mundo
y sobre el pañuelo marcando una huella
cayó silencioso su llanto profundo.
Después, lentamente se arrimó al alero
palpó las paredes con manos baqueanas
y gimiendo un nombre se sacó el sombrero
ante el hueco oscuro que fue una ventana.
"Cariño matrero, luz de rejucilo,
"pelié pa salvarte, sufrí pa perderte
"mellé entre las rejas de fierro mi filo
"y hallo en tu querencia rastrojos de muerte.
"Compañera gaucha, mi dulce amargura
"¡qué mano cristiana te cerró los ojos,
"ni cruz habrán hecho pa tu sepultura
"dormirás abajo de un campo d'abrojos...!"
Desde un árbol seco, triste y agorera
cubierta en su pardo rebozo de bruja,
pájaro sombrío guardián de tapera,
su extraño silbido lanzó la coruja.
Tendió el cielo en tanto sus negros crespones,
volaron las aves en busca del nido
y al tranco, sin ruido, visión de visiones
se perdió en las sombras un gaucho vencido.
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