lunes, 25 de agosto de 2014

Era moro... y lista tuerta


(Pintura: Molina Campos)


Era un caballo de tiro
como tantos, de esta tierra
que no anda más por los campos;
hoy es cuento, una leyenda.

Supo servir en un pueblo
atado a una jardinera,
propiedad de un changador
que se llamaba "Miseria"
y que hacía las mudanzas,
iba a cargar a la feria,
se encargaba de repartos
o retirar encomiendas
en la estación ferroviaria
donde siempre estaba alerta.

Un día era igual que otro
para el moro lista tuerta
(pelaje y marca en la cara
con que el recuerdo lo menta)
ya que casi siempre andaba
con su patrón, el "Miseria".

¡De la estación al boliche
o haciendo lo que saliera!
hasta que al llegar la tarde
los dos, despacio, volvieran
al potrerito y al rancho
al fondo de una alameda
donde tenían los dos
sus refugios de pobreza!

Y ahora nos llega el cuento
lo que un día sucediera:
estaba atado a las varas
donde había sombra fresca
allá en el playón de entrada
cerca de una "vía muerta"...
capaz que echándose un sueño
amparado por la anteojera;
pero andaba maniobrando
una máquina... ya vieja,
y por ahí clavó en el aire
un pitazo de sorpresa
y un tremendo resoplido
con vapor de la caldera...
y el moro que se desboca
y que asustado endereza
justo donde había otro carro
que detiene su carrera
porque se clava la lanza
entre el pecho y la paleta.

Se le aflojaron las patas
y quedó... rodilla en tierra,
sostenido por las varas
de la propia jardinera.

Ayudao por los bolseros
lo fue atendiendo el "Miseria",
lo desató despacito
y lo apartó con paciencia...

¡Al rato, estaba parado,
pero respirando apenas.
Con un tranquito cansino
y obedeciendo a la rienda,
lo llevó hasta el rancho viejo;
le dió a tomar agua fresca
y con sauco y unto'e potro
le hizo en el pecho una friega,
después le tiró unas pajas...
y echao quedó, el "lista tuerta"
¡pensando que al otro día
sería triste la escena,
porque ya estaría muerto
su compañero de huellas!

Por eso tardó en dormirse
desvelado por la pena...

Y al despertar la mañana
fue a mirarlo y ¡oh sorpresa!
no estaba el moro en el sitio
ni tampoco por ahí cerca.

Preguntó en el vecindario
sin tener una respuesta,
como si Dios, esa noche
pa'despenarlo... siquiera
lo hubiera sacado del mundo
sin dejar ninguna seña.

Al poco tiempo se supo...
fue a morir, como a dos leguas...
¡Justo en el mismo lugar
donde empezó su existencia!
¿Cómo hizo para acordarse
si nunca pegó la güelta?
¿de dónde sacó aquél moro
la memoria y resistencia?
¿o es que Dios esa noche
le trajo la última fuerza?

Pa'que aprendan los cristianos
lo que un animal enseña,
y lo que es, en esta vida,
una palabra: ¡Querencia!

En un potrero del cielo
ahura andará el "lista tuerta"
mientras lo llora en su rancho
un hombre güeno ¡El Miseria!


 

1 comentario:

Carlos Raúl Risso dijo...

Luis, este verso lo conocí en la expresión del buen decidor Daniel Carranza (esposo de Silvia Adriana), y me emocionó hasta las lágrimas. Curiosamente es de los menos conocidos del querido Vasco.
Mis respetos, señor...