jueves, 30 de abril de 2009

Patio de rancho.


Patio criollo, tradición,
que entre dos ceibos floridos
está de brazos caídos
un viejo sauce llorón.
Cautivo allí, un charabón
se va y vuelva a las gambetas,
y en esas horas tan quietas
en busca de algún charquito
un pato criollo, al tranquito,
va entre tinas y macetas.

Tiene un pozo con brocal
y una roldana chillona,
que aunque a veces desentona
su música es nacional.
Más que un pozo, es manantial
en su dar agua parejo,
y del fondo, que es espejo,
cuando lo están precisando
sube el balde cabrestiando
del trozo de un lazo viejo.

El horno, como de encargo,
para que alguno lo advierta
está con la boca abierta
en un bostezo muy largo.
Saboreando un mate amargo
contemplo unas torcacitas,
y si en muchas mañanitas
el horno traga más leña
es señal de que la dueña
espera muchas visitas.

Ese es el patio del rancho
donde yo me empecé a criar,
y ahí supe diferenciar
a un chimango de un carancho.
Un viento que cruza a lo ancho
me trae su recordación,
pues viendo al sauce llorón
añoro tardes inquietas
en que corrí a las gambetas
lo mismo que el charabón.

No hay comentarios: