viernes, 11 de mayo de 2018

Soy tuya si me alcanzás


 (Foto: Celina Frers)



Si gustan me vi'a ser cargo
de hacerles este relato
pa'que pasemos el rato
si me ceban un amargo
porque es un asunto largo
lo que les digo al momento
y aunque parezca que es cuento,
es una historia real,
que del principio al final
ya que estoy se las comento.

Esto ya pasó hace mucho,
treinta años a lo menos,
fue hazaña de un criollo bueno
de los pagos de Ayacucho,
el caso que desembucho
fue en las tierras Tandileras;
una pareja extranjera
su gran estancia tenía
y era su única cría
una moza quinceañera.

Ese era el paso obligao
entre Balcarce y Tandil,
y eran cerca de seis mil
hectáreas sin alambrao;
caminos muy transitaos
por viajantes y matreros,
también los gauchos reseros
por allí solían cruzarse
con hacienda pa'Balcarce
de los campos Tandileros.

La chica era muy mimada,
consentida de los padres,
y la niña, ni a la madre,
le cabresteaba pa'nada;
sabía andar siempre montada
en un petiso picaso
y ansina sin hacer caso
de su casa se escapaba,
y se iba a ver si encontraba
algún jinete de paso.

No era casual que pasara,
como dije, algún viajero:
un día cruzó un forastero
que andaba en un malacara.
Rumbeaba pa'Santa Clara
donde estaba el capataz,
cuando la mocita audaz
se le cruzó en el camino
y gritó con desatino:
-"¡Soy tuya si me alcanzás!".

Quedó el hombre sorprendido
y al no poderlo creer,
cuando vio que la mujer
era ya un punto perdido.
Siguiendo su recorrido
cuando a un boliche llegó,
del malacara se apió
y al dentrar con buenos modos,
el paisano contó a todos
el caso que le pasó.

Lo creyeron fantasía
cuando el relato escucharon,
los paisanos que llegaron
a aquél boliche ese día.
Casi nadie le creía
pero pronto aparecieron,
dos que aquella chica vieron
cruzar en ese picaso,
ligero como balazo
y que de vista perdieron.

La historia se repetía
porque así, de cuando en cuando,
apareció otro contando
lo mesmo en la pulpería.
Más de un gaucho la seguía
pero era bravo el lugar
y por miedo de rodar
el paisano abandonaba,
la moza se le burlaba
y conseguía disparar.

Se levantó el comentario
por boca de los reseros,
o por algún guitarrero
que andaba en el vecindario.
Lo desparramaron varios
y en una ocasión cualquiera,
llegó el cuento a Las Matreras
que está pa'l lao de Cangallo,
ande un montón de caballos
domaba Zoilo Contreras.

Un tal Rogelio Almirón
queriendo hacer un reproche,
contó aquél caso una noche
churrasqueando en el fogón;
le prestó mucha atención
el paisanito Contreras
y pensaba: "si pudiera
dir pa'esos lao' algún día,
qué susto le pegaría
a esa gringa aventurera".

Ya tenía bien amansao,
porque era hombre de constancia,
los caballos de la estancia
que eran catorce gateaos.
Estaban tuitos enfrenaos
y hasta mansos de enlazar
mas cuando los fue a entregar,
le pidieron que agarre otro
pero él no quiso más potros
para poderse marchar.

Por eso a las dos semanas
se alejaba de Cangallo,
con ocho propios caballos
y la madrina tobiana
que lucía muy galana
su cencerro y su hermosura
y cruzaba la llanura,
el Zoilo de mucha pinta
porque en sierras de la tinta
lo esperaba una aventura.

Se sacudía el penacho
de su brioso redomón,
y bailaba el corazón
de aquél inquieto muchacho
que por orgullo de macho
iba en ese atardecer
a encontrar a la mujer
del picaso como rayo,
que a paisanos de a caballo
había logrado vencer.

Los datos que le había dao
 Almirón, eran precisos,
sin preguntar pues no quiso,
llegó hasta el campo indicao.
Largó el redomón cansao
y ensilló un caballo echo
cinchó en el ala del pecho
pa'correr medio adelante
y el crédito en un instante
volvió a montar satisfecho.

Como pa'estar preparao,
el paisano que les digo,
envolvió el poncho de abrigo,
adentro del encerao
y lo dejó acomodao
en el lomo 'e la madrina
y buscando esa ladina
pa'tenerla cara a cara
diba como si rumbeaba
pa'l campo'e Santa Marina.

Como un sol cuando asoma,
asustada la vió
depronto cuando notó
que despuntaba una loma
y esperándose una broma,
tomó el rumbo que seguía
y al tiempito la tenía
a su lado muy cerquita,
y vió que era más bonita
de lo que él se creía.

Zoilo nunca imaginó
encontrar tanta belleza,
y al verla en montura inglesa,
pinta'e pueblera oservó.
Marrones, según contó,
los breches de lo mejor,
botas del mismo color,
una fina blusa blanca,
con barbijo y sin retranca,
chambergo que era un primor.

Puso a la par su pingazo,
lo saludó cortesmente
caracoleaba impaciente
de puro brioso el picaso
pero ella con firme brazo
a su flete asujetó
entonces le preguntó
al gaucho de dónde era
y el paisanito Contreras
pensó y luego contestó.

Como era gaucho alvertido,
para no ser descubierto,
le dijo que no era cierto
que en Balcarce era nacido,
que allí siempre había vivido
porque donde se había criao,
que siempre había trabajao
en los campos de "El Retiro",
y dijo: "Ahura me las tiro
del Tandil al otro lao".

"A mí me mandó a avisar
mi tío, Climaco Hernandez
que hay en una estancia grande
muchos potros pa'domar"...
Mas no terminó de hablar,
de un fustazo sintió el ruido
y ella de un modo atrevido
le gritó a metros nomás,
-"¡Soy tuya si me alcanzás!"
y el convite consabido.

Aquél picaso salió
más ligero que el ciclón
y el final de la oración
el Zoilo lo adivinó;
a la madrina soltó
que allí se quedó parada,
por sus caballos rodeada
mientras que él a aquél picaso,
le iba siguiendo los pasos
en su ruano anca nevada.

El hombre se las vió fiera
al encontrarse de frente
un matorral de repente
muy alto de cortaderas;
sin achicar la carrera
el picaso lo saltó
tantas veces lo pasó
que ya estaba muy baqueano,
no fue el caso de su ruano
que dudó y por fin dentró.

Al salir del matorral
de narices corrió el ruano
y en las riendas el paisano
lo levantó al pisar mal,
aquél tropezón fatal
y dado en tan mala hora
daba más ventaja ahora
al picaso tan ligero,
no dudó el Ayacuchero:
desató las boleadoras...

El paisano que era astuto
y boleaba con baquía,
revoleó las 'tres marías'
en medio del campo bruto,
así en menos de un minuto
"no quebrarlo", pidió a Dios
apurao las reboleó
una vuelta y media exacta,
y quedaron en las patas
de aquél picaso veloz.

Su dueña lo contenía,
el flete arrastró las patas,
quiso caminar y a gatas
pero boleao, no podía...
Sin saber lo que ocurría,
 la muchacha desmontó
y ahi fue cuando se encontró
mas que con rabia, con susto
que quien sabe qué disgusto
le iba a dar quien la boleó.

Llegó al tranco el domador
se desmontó sin apuro
y allí desmaneó seguro
al pingo disparador;
ella presa del terror
ni siquiera se movió,
entonces él le alcanzó
para que muente, las riendas,
pero en antes a esta prienda
el gaucho la aconsejó:

Mire niña, yo le pido,
que tenga mucho cuidao
puede dar por estos laos
con más de un gaucho bandido...
Con un gesto agradecido
le sonrió en tono sincero,
y dijo el Ayacuchero
al tiempo en su despedida,
"Ciertas deudas en la vida
no se cobra un caballero".

Dispués también montó él,
orgulloso de aquél hecho,
debió hacer un largo trecho
pa' hallar la madrina fiel
que ni bien sintió el tropel
de su ruano anca nevada,
la tobiana colorada
sin moverse del lugar
le comenzó a relinchar
con las orejas paradas.
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Dos caprichosos destinos
unidos por el azar,
se habían vuelto a separar
cada cual por su camino,
así el relato termino
de la hazaña de Contreras...
Don Hermenegildo Herreras
en Aselain fue puestero,
me lo ha contao compañero,
yerbeando allá en la matera.




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