En sus últimos bostezos,
se está durmiendo el lucero,
y hay un cantar mañanero,
con música de embelesos,
la brisa deja sus besos,
sobre la vegetación,
y en esa gran floración,
sobre el campo refulgente,
allá en el lejano oriente,
enciende el sol su fogón.
Con sus tintes color grana,
y mágicos esplendores,
entre matices de flores,
ya despierta la mañana;
desde la fronda desgrana,
su melodía de zorzal
lo acompaña un cardenal,
y una calandria cantora,
pone una nota sonora,
en esa orquesta auroral.
Ya cada peón de la estancia,
después de cimarronear,
su caballo va a buscar,
y lo ensilla con prestancia,
mientras se oye en la distancia,
el tañido de un cencerro,
bala un ternero en su encierro,
y un paisano en el corral,
palenquea un animal
y se oye ladrar un perro.
En la espléndida mañana
que de su sueño desvela,
hay un chajá centinela
saludando con su diana,
la alborada se engalana
con su nota matutina,
hay claridad cristalina,
natural de los arroyos,
en los despertares criollos
de nuestra tierra Argentina.
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