lunes, 21 de diciembre de 2009

Sin derechos


Como gladiador cansado
Pierde las fuerzas el día,
Perfumando su agonía
El fresco soplo del prado.
Queda el oriente pintado
Por penumbras, con derroche;
Y en actitud de reproche,
Cuadrado el sol, de soslayo
Recoge su último rayo
Al presentarse la noche.

Con nuevo impulso verdea
La flora de la campaña,
Quebrando con faz huraña
Despojos de luz pigmea;
El pastizal parpadea
Sobre la inculta colina
En las regiones campestres,
Sueltan las aves silvestres
Su plegaria repentina.

Por apretado sendero
Sale del monte un jinete
Rompiendo el tupido brete
Del pajonal majadero.
Teme, recela y ligero,
Casi en pleno desvarío,
Le tira al campo y al río,
Á la izquierda y la derecha,
Una mirada de flecha
Que va á sondar el vacío.

Es desertor. Su delito
Le impone firme misterio
Y huyendo del cautiverio
Anda sin rumbo y solito.
Por las penuria marchito
Busca saludable riesgo;
Y en brutal desasosiego
Cuando el sentimiento brama,
Oye un rancho que lo llama
Con clamores de fuego.

Allá vá. Sabe seguro
Que el sable lo pastorea,
Que es desigual la pelea,
Que es muy amarga el apuro.
Pero, gaucho fuerte y duro
Lleva un propósito fijo,
Guarda un tierno regocijo
Que lo arrastra desde lejos,
Hay en el rancho dos viejos
Que no los olvida el hijo.

Entre dudas y temores
Pisa la choza querida
Donde sembró su partida
Desalientos y dolores.
Toca á sus progenitores
Con sobresalto sincero;
Y en el silencio campero,
Como indudable noticia,
Salta una franca caricia
Que se le escapa al matrero.

Es muy corta la visita
Porque lo quiere la suerte
Pues un pampero de muerte
Sobre su cuerpo palpita.
De la pareja bendita
Se despide sin rudeza;
Y al resolver con firmeza
Regresar á su retiro,
Monta llevando un suspiro
Para matar su tristeza.

Vuelve solo á la guarida,
Conquista de independencia
Preparado á la violencia
Y á vender cara su vida.
Nadie lo ampara ni cuida;
Nadie le ofrece perdón,
Que la carne de cañón
Y el siervo de mil señores,
No tiene mas defensores
Que su astucia y su facón.

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