martes, 8 de diciembre de 2009

A la mujer fortinera


Noble mujer fortinera,
guapeza en tiempo aciago
que se alejó de su pago
gaolpeando campo afuera.
De buena ley, compañera
del hombre que tanto quiso,
juramentó el compromiso
de no dejarlo hasta el fin,
¡por eso llegó al fortín
y entró pidiendo permiso!

Pasó a la fuerza efectiva
con derecho a las raciones,
y mucahs obligaciones
marcadas por directivas.
Cuando ingresó la cautiva
que pudo ser rescatada,
ella que estaba formada
a la vida de frontera
la protegió en la trinchera
cuando amagaba la indiada.

Le dió valor a la vida
de tanto palpar la muerte,
jugando un poco a la suerte
en los ataques suicidas.
Supo buscar la comida,
ligar una lanza rota,
hacerse de un par de botas
de las patas de una yegua,
¡y del mangrullo a la legua
ver dispersos en derrota!

Cuando salió el regimiento
a cumplir con sus deberes,
quedaron estas mujeres
al mandato de un sargento.
No se escucharon lamentos
y menos gritar llorando,
la corajeraron fumando
sin llmarse por el nombre;
¡a cuántas vestidas de hombre
las vieron morir peleando!

Tuvo hijos por la pasión
que nació del fortinero,
y también del indio artero
que la llevó en un malón.
Como acto de afirmación
de la violencia inaudita,
¡está la puntana "Rita"
que en un toldo cautivada
por un cacique violada
fue madre de "Baigorrita"!

Aunténticas heroínas
fueron las mujeres nuestras,
con abundancia de muestras,
para la historia argentina.
Con estas blancas genuinas
que amojonaron fronteras,
llegaron indias sureras
que bajaron del caballo;
¡un veinticino de mayo
para abrazar la bandera!

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