Un rancho solo, un hornero
Que canta encima de un nido,
Un espinillo florido
Besado por el pampero,
Un rumor bajo el alero
Con leyendas de la sierra,
Una golilla que encierra
Toda la fibra de un bando
Y una bordona cimbrando
Sobre el amor de la tierra.
Dentro hay un foco encendido
Que sus destellos derrama
Haciendo clarear la fama
Del contacto que ha sentido
Que como facón pulido
Tiene brillo hasta en la cruz,
Que desmenuza un capuz
Para mostrarnos alhajas
Y que atraviesa las pajas
Con puñaladas de luz.
Esa vivienda retrata
Una regional simiente,
Que fue la fecunda fuente
De las orillas del Plata,
Manantial con fuerza innata
Para imponer su nivel
Y que, anhelando el laurel
De las libertades plenas,
Dejó salvos de cadenas
Á los reyes del corcel.
Y el foco que la ilumina
con fulgor exuberante
es un cerebro arrogante
lleno de savia argentina,
es ese Montiel que trina
en su entrerriano regazo,
ese gallardo chispazo
que donde roza cautiva,
ese que al alma nativa
le robo el mejor pedazo.
Nosotros, admiradores
Del rancho y de su cortejo,
Laguna que da el reflejo
De nacionales colores,
Ante la luz, muchas flores
Ponemos en este día,
No flores de cortesía,
Sino flores con halago
De un yuyo que en este pago
Se le llama simpatía.
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