miércoles, 20 de noviembre de 2013

La vuelta de Obligado (Triunfo)




Noventa buques mercantes,
veinte de guerra,

vienen pechando arriba
las aguas nuestras.

Veinte de guerra vienen
con sus banderas.

¡La pucha con los ingleses,
quién los pudiera!

¡Qué los tiró a los gringos
uni' gran siete,
navegar tantos mares,
venirse al cuete,
qué digo venirse al cuete!


A ver che Pascual Echagüe,
gobernadores.

Que no pasen los franceses
Paraná al norte.

Angosturas del Quebracho,
de aquí no pasan.

Pascual Echagüe los mide,
Mansilla los mata.

Me voy del pago, me dijo.



Me voy del pago me dijo
acá hay tiempo pa hacer nada
lo que junté en estos años
es no tener esperanzas.

Quisiera que este disgusto
que le atrancó en la garganta
trate de disimularlo
y no se lo pase a mama.

Ella está desde hace tiempo
sabiendo lo que me abraza
y cada vez que me habla
pone miel en la palabra.

Ella tiene la costumbre
de adivinar lo que pasa
cuando me ve pensativo
o cuando esquivo mirarla.

Sabe que tiro las riendas
tan solo pa no dejarla
y hay un ruego en las coyundas
de sus manos apretadas.

Que me dicen en silencio
niño mío... ¡no te vayas!
y se le seca la boca
y se le yelan las lágrimas.

La he visto rozar mis pilchas
con su dedito de plata
y apretar contra su pecho
aquella camisa blanca.

Que me hizo pa los domingos
mientras con usté matiaba
¡cada botón era un beso
pal ojal de mis mañanas!

Yo sé que ella está sabiendo
desde hace rato mis ansias
de rumbiar pa cualquier parte
ande sacarme las ganas.

De ver que hay en otro lao
de hallar trabajo y cansarlas
a estas manos que tan sólo
de cortar yuyos se encayan.

-"¡Me voy del pago!" me dijo
y me revolqué en la rabia
de acordarme de aquel día
¡que yo me fui de las casas!

También como en esta vez
no cantaba la calandria
y la tarde tenía "augeros"
como tordos en bandadas.

Fue un rojo día de enero
donde el sol se transformaba
en poncho de fuego y aire
ande ardían las chicharras.

Yo no tenía caballo
me fui patiando las ramas
que caían a la orilla
de un viejo cauce sin agua.

Y cuando miré pa atras
ya no vi ni las acacias
ni el sauce ande alguna vez
desperecé una guitarra.

-"Me voy", dije yo también
igual, el tono y las ansias
de quedarme un poco más
igual que él... igual quel Tata.

La vida pega la vuelta
redonda y disimulada
hasta el último ¡me voy!
¡que nada sirve pa nada!.

-"Me voy del pago!" me dijo
y me revolqué en la rabia
de acordarme de aquel día
¡que yo me fui de las casas!

viernes, 8 de noviembre de 2013

Milonga gaucha


(Dibujo: Eleodoro Marenco)

Milonga gaucha que estás…
Afirmada a mi bordona
Tu letra mi voz entona
Cuando estoy triste demás
A veces… ¡me consolás!
Como una amiga querida
Y me sos tan conocida
Que es difícil esconderte
Y bien fiel, sabés dolerte
¡Por las penas de mi vida!

Ocasiones la alegría…
me desborda a la pasada
Y sos milonga cantada
¡Con toda la fuerza mía!
Tu arrolladora porfía
¡Echa a la culera suerte!
Y empiezo a desenvolverte
Entre un Mí, y un Dominante
Y alejás mi consonante
¡Por un rato de la muerte!

Creo que haberte encontrado
Entre versos espineles
Pone a mi frente laureles
¡Que en rimas me has obsequiado!
¡Te he de cantar y he cantado!
En ciudades y fogones
Y por los gauchos rincones
de nuestra tierra Argentina
Y sos la forma genuina…
¡Que hermana los corazones!

Amante del payador
De coplas improvisadas
Vos sos la musa inspirada
En dulces versos de amor
Y vas de acuerdo al calor…
Que domine el contrapunto
Ofreciendo a los dos juntos
El tema de tu argumento
Que resuelven al momento
¡Entre respondo y pregunto!

¡Ah… milonga corralera!
¡Triste milonga sentida!
¡Milonga surera vida!
¡Milonga mi compañera!
¡Ciudadana, arrabalera!
¡Milonga de trovador!
Que canta cuitas de amor
¡Milonga siempre milonga!
Cuando décimas propongas…
¡Siempre tendrás un cantor!

Tradición


(Pintura: Eleodoro Marenco)

Arriba los corazones
de los criollos del presente
que ya está el alma latente
de las gauchas tradiciones;
ardiendo están los tizones
de los fogones camperos,
y los trinos placenteros
de las guitarras templadas,
se escuchan en las ramadas
del pueblo de Ballesteros.

Desde allí parte el contento
del gaucho altivo y cantor,
y hasta el zorzal trinador
le canta dianas al viento,
a la luz del firmamento
el sol dora la espesura,
y con profunda ternura
el gaucho prolijo ensilla
el mejor de su tropilla
que es un zaino ¡raza pura!

Mientras el paisano ajusta
su recao con el cinchón
un sabroso cimarrón
le alcanza su prenda justa;
¡Es una criolla robusta
nacida allá en Pago Largo!
Ella así como de encargo
contempla al zaino ensillao
y él la mira de costao
saboreando el mate amargo.

Volverán las alegrías
igual que en los tiempos idos
y nuestros gauchos queridos
irán a las pulperías;
volverán las fantasías
de los bailes y canciones,
las sonoras vibraciones
de las arpas y las quenas
y se ahuyentarán las penas
de los criollos corazones.

Volverá el gaucho a tener
su pingo, hacienda y majada,
y en su querida ranchada
un feliz amanecer;
sabrá el paisano imponer
su voluntad y nobleza
y bien alta la cabeza
a fe de buen argentino,
sabrá defender con tino
a su patria y su grandeza.

Volverán la chacarera,
el gato y el pericón,
y la dulce relación
de la criolla campera;
se alzarán en la tapera
prendas que alguno ha olvidado:
el poncho, el lazo trenzado,
la daga y el tirador
y cantará el payador
los recuerdos del pasado.

Los gauchos


(Foto: Jimmy Nelson)


Quién les hubiera dicho que sus mayores vinieron por un mar,
quién les hubiera dicho lo que son un mar y sus aguas.


Mestizos de la sangre del hombre blanco, lo tuvieron en poco,
mestizos de la sangre del hombre rojo, fueron sus enemigos.


Muchos no habrán oído jamás la palabra gaucho,
o la habrán oído como una injuria.

Aprendieron los caminos de las estrellas,
los hábitos del aire y del pájaro,
las profecías de las nubes del Sur y de la luna con un cerco.


Fueron pastores de la hacienda brava,
firmes en el caballo del desierto que habían domado esa mañana,
enlazadores, marcadores, troperos, capataces, hombres de la partida policial,
alguna vez matreros; alguno, el escuchado, fue el payador.


Cantaba sin premura, porque el alba tarda en clarear, y no alzaba la voz.

Había peones tigreros; amparado en el poncho el brazo izquierdo,
el derecho sumía el cuchillo en el vientre del animal, abalanzado y alto.


El diálogo pausado, el mate y el naipe fueron las formas de su tiempo.

A diferencia de otros campesinos, eran capaces de ironía.

Eran sufridos, castos y pobres. La hospitalidad fue su fiesta.

Alguna noche los perdió el pendenciero alcohol de los sábados.

Morían y mataban con inocencia.

No eran devotos, fuera de alguna oscura superstición,
pero la dura vida les enseño el culto del coraje.


Hombres de la ciudad les fabricaron un dialecto y una poesía de metáforas rústicas.
Ciertamente no fueron aventureros, pero un arreo los llevaba muy lejos y más lejos las guerras.

No dieron a la historia un sólo caudillo. Fueron hombres de López, de Ramírez, de Artigas, de Quiroga, de Bustos, de Pedro Campbell, de Rosas, de Urquiza, de aquel Ricardo López Jordán que hizo matar a Urquiza, de Peñaloza y de Saravia.

No murieron por esa cosa abstracta, la patria, sino por un patrón casual, una ira o por la invitación de un peligro.

Su ceniza está perdida en remotas regiones del continente, en repúblicas de cuya historia nada supieron, en campos de batalla, hoy famosos.

Hilario Ascasubi los vio cantando y combatiendo.

Vivieron su destino como en un sueño, sin saber quienes eran o qué eran.

Tal vez lo mismo nos ocurre a nosotros.

Día de la Tradición


(Foto: Jimmy Nelson)


Canta la Patria con trinos
de cencerros madrineros
y se tiemplan clavijeros
pa’ decires repentinos;
pericones muy genuinos
saludan al pabeyón,
hay milongas pa’l fogón
y corcovos pa’l jinete,
y desfiles ¡la gran siete
que’s Día de la tradición!

Del camino



(Pintura: Eleodoro Marenco)

¡Ta que’s lindo galopiar
libre, siguiendo el camino!
con un chiflido por trino
que a poco se hace cantar;
y más si hay un escarciar
del pingo pidiendo rienda
como diciendo que atienda
a su istinto de animal,
mientras que’l camino rial
-lejos- se angosta y es senda.

Tiendo la vista adelante
y el camino, manso y quieto,
me va diciendo -interpreto-
de que lo siga campante.
Por áhi se’sconde, ondulante,
o se agacha’tras de un monte,
o se cuelga’l horizonte
pa’ que lo pierda de vista…
mas, ande’n buscarlo insista
reaparece’n un apronte.

Y ese camino que asoma
como quieto y silencioso,
está yeno de alborozo
dende’l bajo hasta la loma:
tiene arruyos de paloma
en cina-cinas y talas,
rumor de haciendas bagualas
de mil tropas que han pasao,
y el chirriar seco y cansao
que’n las carretas se istala.


Hay retintín de cencerros
de tropiyas andadoras
y atropeyadas sonoras
junto a ladridos de perros;
cantos de griyos de fierros
que dejó alguna coscoja,
y hasta escuchar se me antoja
el rodar de una galera
con la corneta campera
que un seco sonido arroja.

¡Cuántas voces, el camino,
resguarda como un tesoro!:
“¡juera!, ¡tropa!, ¡güeya toro!”,
o un silbido largo y fino;
guarda el repique genuino
del galope, en el verano,
y el chapaleo en el pantano
que’l invierno hace’n el bajo,
como que guarda, barajo
charlas de un rial bien paisano.

Mas yo sigo por la güeya
atento al silencio que habla
mientras la sesera entabla
los rumores que hay eya.
Y dispuesto a echar la peya
bien montao y con güen tino,
voy a seguir el camino
seguro qu’he de yegar
pande me quiera yevar
el rumbo de mi destino.

 (20/03/1994)
                                   

lunes, 4 de noviembre de 2013

La Patria no se hizo sola



Recitado:


A ver usted, compañero
Saque lanza y tercerola.
Vamos a ganar la Patria.
La Patria no se hizo sola.

 
Se fue haciendo de a poquito,
o a galope y a ponchazo.
Soy un veterano de eso,
disculpe, no me haga caso.
 
Cantado:
La Patria no se hizo sola,
la soñaron unos cuantos,
y la ganaron después,
unos hombres de a caballo.
 
Se despertó como libre,
un 25 de Mayo,
y luego en el Tucumán,
sin dueño nos declaramos.
 
La Patria no se hizo sola,
si quiere le voy contando:
La Patria tuvo pobreza,
y sus indios y sus gauchos,

tuvo yeguadas salvajes,
y campos sin alambrado.
Tuvo quién la defendiera,
peleando y montonereando, 

y supo bien acriollar,
los gringos que la poblaron.
Le queda quién la defienda,
yo digo, es por si acaso.
 
La Patria no tiene precio,
no se compra ni se vende,
se lleva en el corazón,
como prenda para siempre.
 
Ella sabe pedir cuenta,
cuando levanta la frente,
que no la invoquen en vano,
los hombres, ni las mujeres.
 
La Patria no se halla sola,
aprenda, si le conviene.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Al caballo de pecho




Su flete tuvo Güemes
lo mismo que Facundo,
lo tuvo Martín Fierro,
lo tuvo San Martín;
pero si un día fuimos
el granero del mundo
eso se lo debemos
a un pingo sin segundo
que aró y sembró la pampa
prendido a un balancín.

El pingo que yo digo,
ese que ya no se ata
no conoció herraduras
ni tapas, ni galpón;
y se quedó sin pasto
cuando la seca ingrata
y atravesó pantanos
tirando de una chata,
con lanas y cereales
pa'l puerto y la estación.

A veces sintió el frío
de las pecheras duras,
que en su pecho sangrante
pusieron sin piedad,
y como enseña el heroe,
heridas y costuras,
mostrando el pelo blanco
de viejas mataduras
a orillas de un camino
quedó en la soledad.

Noble mozo campero
si tiene algún maceta,
no lo abandone nunca
se lo digo porque...
ese camino que hace
usted en la camioneta;
lo hizo un día su abuelo
manejando un sotreta,
pa'ir a buscar los vicios
sentao en el charret.

Al pingo de carrera
mil versos se le han hecho,
al caballo de guerra
venerado corcel,
pero naides lo nombra
al caballo de pecho,
al que lo abandonaron
cuando quedó deshecho
por eso con mi canto
le pongo este laurel.


Panaderito criollo (Valseao)




Floreo:
Si lo de la Biblia es cierto

y resucita Gabino,
verán de que sus caminos
de bardos están cubiertos.
Y sabrá entonces que no ha muerto
la habilidad ni el talento
y por más que sople el viento, 
no se apagan los fulgores,
mientras haya payadores
como éste: que aquí presento.
..............................................................

Un vientito sureño el día refrescaba,
hasta el patio de casa trajo un plumón de cardo
que casi parecía una arañita blanca,
que de un hilo invisible al suelo iba bajando.

Al verlo mi memoria me montó a la infancia,
y recordé las horas vividas en el campo
cuando con otros chicos, como era la costumbre,
a los panaderitos hacíamos encargos.

Entre el pulgar y el índice de la mano derecha
como si fuera un niño lo puse con cuidado,
y olvidando las canas que mis sienes blanquean,
le hablé con la inocencia de mis primeros años.

Le saqué la semilla que por lo pequeñita,
costaba percibirla con la vista y el tacto,
y la llevé a la boca y el paladar con ella
sintió las sensaciones de un saborsito raro.

Lo puse ante mis ojos y me quedé pensando,
en esos cirujitas que ambulan por mi barrio,
juntando cosas viejas para ganarse un peso
le entré a pedir tortitas, bizcochos y pan blando.

Le dije despacito: "panaderito criollo" 
volá hasta la cocina de los más pobres ranchos,
y en las bolsas paneras que vacías se encuentren,
depositá el pedido que humildemente te hago.

LLegá sin perder tiempo hasta esas criaturas,
que de hambre lloriquean por no tener amparo,
llevando el regalito de alguna facturita
o al precio su alimento de un pancito dorado.

Después con un suspiro lo eché otra vez al aire,
y mientras se alejaba, yo me quedé pensando
que mi propia miseria menos triste sería
si ese panaderito cumpliera con mi encargo.