(Pintura: Rodolfo Ramos)
Como por casualidá
y por diversas rasones
tuve en varias ocasiones
que bajar a una ciudá.
En donde es autoridá
según dije una ocasión
nada menos que Rendón
aquel negro “liendre” y piyo
que se recostó al caudiyo
que áhi manda la situación.
Creo no habrán olvidao
que yendo de mal en peor
el moreno Nicanor
tuvo que juir del Bragao.
Yo lo créiba ya curao
de su audasia y osadía
pero con tal picardía
al caudiyo lo envolvió
que al final nombrao salió
“comisario’e polisía”.
Y un domingo a las cuadreras
cayó un gentío al poblao
pues se había depositao
plata pa’ varias carreras.
Y yo, como “juan de ajuera”
traté de hacerme informar
pues no me gusta jugar
si no la creo rumbiada
y así entregar mi mascada
pa’ perder, o pa’ ganar.
La carrera más mentada
que se corría ese día:
“El Moro” ‘e la polisía
con un “saino” ‘e la Tablada,
propiedá de un tal Almada,
paisano muy ricachón,
de muy güena condisión
y más derecho que un palo.
¡Como peludo’e regalo
le cayó al negro Rendón!
Y cada uno convenía
que’l “saino” era lijeraso
pero que no habría caso
pa’ que ganase ese día,
pues ya la vos se corría
de que había mala intensión,
porque Nicanor Rendón
mucha plata había jugao
y tendría asegurao
el triunfo en esa ocasión.
Tuito el poblao se volcó
en la cancha aquella tarde
y jué sin hacer alarde
que la plata se jugó.
A correr se comensó
en la más corta distancia,
carreras sin importancia
de algún común alversario
¡y al fin cayó el comisario
emponchao con arrogansia!
Si parecía de hoyín…
relusía el condenao
cual si lo hubiesen lustrao
de las motas al botín.
Tras él, en un mal rosín
flaco pero diligente,
avansaba su asistente
dentro’un uniforme holgao:
“¡Pero era grande el finao…!”,
decía al verlo la gente.
¡Y llegó lo prometido…!
“El Moro” era una pintura,
la del “saino” una figura
de estao perfeto y señido.
Y cada cual alvertido
ya “rumbió” pa’ la largada;
de la gente alborotada
el ¡pago! ¡pago! se oía,
y cada uno pretendía
defender bien su parada.
Varias partidas erraron…
Un “¡vamos!”, se oyó y ligero
los dos fletes, aparsero
como cuerdas se estiraron.
Los jueces se prepararon
pa’ fallar en la ocasión
y el tercero, un mocetón
que había cáido del Bragao
ya nos había demostrao
ser más “liendre” que Rendón.
“El Saino” del forastero
sostenido se acercaba
y el de Nicano pegaba
y taloneaba lijero.
Llegaron: pasó primero
“El Saino” casi cortao,
se juntaron a un costao
los rayeros… y el tercero
gritó: “-¡Puesta cabayeros
pa’ todos ha resultao!”
A nadie nos conformó
como se había fayao
y Almada ya calentao
en vos alta protestó.
Pero Rendón ordenó
a un sargento muy corsario:
“¡Páselo a este perdulario!
pa’ que aprenda esta verdá:
¡Qué ande soy autoridá
no pierde el del comisario…!
(Pintura: Carlos Montefusco)
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