viernes, 27 de enero de 2017

El tilefón



Al fin ¡canejo! de güelta
a mi querencia he yegao
como mancarrón cansao
trayendo pa'l paisanaje,
después de tan rudo viaje,
un grato y gran notición
de una gran inventación
que a mí me dejó asombrao
y que allí en el poblao
le llaman el tilefón.

Y áura priesten atención
que yo les relataré
cómo yegué a conocer
¡a ese aparato endiablao!
Me encontraba yo sentao
en una gran pulpería,
y en eso ¡Virgen María!
un cencerro se sintió
que a mí un sustazo me dió
porque a mi lao lo tenía.

Yo me dije: ¡es Mandinga!,
o bicho de mal agüero!
y a un costao muy ligero
salté empuñando el facón.
En eso vino el patrón
-Encálmese- dijo-, amigo:
no se asuste que esto ha sido
un llamao de tilefón...
-¡Pues al diablo! -dije yo-
naides me encuentra dormido.

Y se arrimó muy tranquilo
a un cajoncito cuadrao
que en una pared enclavao
con dos cencerros chillaba;
a un costao también colgaba
un canuto con una piola,
lo agarró, y diciendo: "¡ola!"
a la oreja lo arrimó,
y a las charlas se trenzó
craigo con otra persona.

Velay con las inventaciones
que hacen estos puebleros;
y pensar que nosotros somos
unos gauchos atrasaos,
pero esto me lo han enseñao
y al primer hijo que tenga,
lo mandaré pa que aprienda
y estudie la inventación,
¡y es seguro que inventor
ha'e salir aunque no quiera!
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Tomado del libro: "Fogón de las tradiciones", (verso enviado por Manuel V. Peltzer)

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