lunes, 28 de junio de 2010

A mi compañero viejo


Cuando me acuerdo, mi amigo viejo,
de todo aquello que ya no existe,
junto a tu estaca, suspiro y dejo
un ¡ay! al verte sumido y triste.

Nada nos resta de nuestras mentas;
yo enfermo y solo, vos viejo y manco,
vamos quedando com'osamentas
que ni servimos p'andar al tranco.

Representamos dos existencias
ya en el ocaso de sus quereres;
como las mías son tus dolencias,
como los tuyos mis padeceres.

Tu pobre dueño su lazo arrolla;
vos ya no puedes pisar ande otros;
somos reflejos del alma criolla
que va muriendo como nosotros.

Yo me resisto dir galopiando;
vos ya no aguantas l'atropellada,
somos dos sombras que van pasando
pa dir a hundirse pronto en la nada.

Sombras que flotan sobre la pampa,
cuna de nuestros mejores ratos,
donde dejamos: vos con tu estampa,
yo con mis trovas, recuerdos gratos.

¿Quién no se acuerda de aquel paisano
que visitaba la pulpería?
sobre su lindo alazán, baquiano
p'abrirse cancha donde quería.

Hombre güenazo d'entre los güenos,
siempre dispuesto p'alguna farra
que ni en los bailes supo ser menos
ni tuvo envidia pa la guitarra.

¿Quién no se acuerda cuando el domingo
iba luciendo su apero e plata?
caracoleando con aquel pingo
que daba güelta sobre una pata.

Los aplaudía la concurrencia
en las reuniones con alborozo
al flete brioso por su presencia
y al gaucho noble por ser güen mozo.

Ni hubo novillo que no tendieran,
ni hubo carrera que no ganaran,
los dos en yunta parejos eran
por ande quiera que los buscaran.

Pero al fin todo va terminando,
ya somos viejos ¿pa qué servimos?
Sólo el recuerdo nos va quedando,
querido amigo, de lo que fuimos.

Contra la vida ya no es pelea...
Contra el destino no hay resistencia,
si una debemos perder, que sea,
mi alazán, ésta, con la existencia.

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