lunes, 30 de enero de 2012

Domando


Con treinta y cinco baguales
y tres madrinas arriando
me encontró junio pisando
tomiyos y pastizales;
los más nuevos con bozales
iban, como de soguero,
y recuerdo un zaino overo
muy güeyero y puntiador,
que por manso y parador
lo destiné pa’ pilchero.

Yo nunca fui sobrador
pa’ndar con el soguerío
pero en las noches de frío
cosí más de un atador,
por eso aquel día flor
que pasé por lo ‘e Morales
yevaba entre los baguales
una zaina tioca y fea,
¡con veinticuatro maneas
y más de doce bozales!

Yo iba en un ruano coludo
que por beyaco al descuido
con otro descolorido
me los pasó Pedro “el mudo”,
y cuando el sol, su desnudo
ocultó tras de los cerros,
oía toriar un perro
mientras que’l ruano en la senda
seguía tirando la rienda
tras el tropel del cencerro.

Argoyas, lonjas y cueros,
pilchas, lazos y presiyas,
todo en la misma tropiya
yevaba hasta el tren carguero.
Y en noches cuando al pampero
se le antoja galopiar
también tuve que acampar
al reparo de los montes
a esperar que’l horizonte
empezara a coloriar.

Despué’l cencerro y su son
de la tropiya ya en marcha
qu’iba rompiendo la escarcha
sobre’l camino, al trotón;
la patada, el arrastrón
como la de un pangaré
que de un palo lo achaté
cuando encaraba un michay
porque’l que’n los campos cái
capaz que queda de a pie.

Yo, muchas veces golpiao
con las costiya’en la tierra
cuando he rodao en la sierra
o al descuido me han voltiao,
pero también he montao
muchos potros de la oreja
y cuando el bagual se queja
corcoviando en lucha sucia
me defendí con la astucia
que solo el gaucho maneja.

Siempre yevé en la tropiya
al potro bruto coludo
porque al corriente, hasta el nudo
lo tusé en forma senciya;
tuve una baya amariya
-madrina de unos tobianos-
que fue tremenda en los yanos
y no es por fanforroniar,
pero la sabía maniar
¡con dos pañuelos de mano!

Desde áhi que me criticaron
diciendo que sancochaba
o tal vez porque ensiyaba
lo que otros gauchos largaron.
Por mis cuerambres pasaron
potros, burros y largao,
y aunque nunca fui afamao
como jinete, por cierto,
solo, en los campos abiertos
he perdido y he ganao.

Hoy que han pasado los años
y el galope de la vida
me señala otra partida
con recursos aledaños,
escucho un tropel qu’estraño
y un tayido que pregona,
más como hombre que razona
tras el silencio que aferro
me yena el alma el cencerro
de la prima y la bordona.

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