domingo, 9 de abril de 2017

Veneno y sol


(Pintura: Carlos Montefusco)


A vos Morocho Barboza.


Tacataca el pingo moro,
tin tin el duro cencerro,
tan tan, las duras rodajas...
Y el camino polvoriento
se eleva en tirabuzones
de ardiente polvo hasta el cielo.

El sol cae sobre mis hombros
como un aliento de infierno
y entre yo y el horizonte
el río, lejos muy lejos
lleva sus frescos cantares
por largos senderos frescos.

Aquí, del codo p'arriba,
puse hace horas un tiento
con tres güeltas y tres ñudos
y aura no sé que se ha hecho...
ha de estar en ese tajo
que rodea el codo negro...

Y éste eterno taca taca
y el duro tan tan eterno
en este camino largo
bajo un polvo como juego.
En este brazo deforme
se me hace sentir que tengo
gravidez de cien cruceras
porque el brazo es un incendio.

Mentira la vencedura
el que vence es el veneno,
y la víbora ignorancia
que envenena nuestro tiempo.
Si hubiera trajiao mi brazo
y chupao bien el veneno,
y hubiera hundido el cuchillo
en el indio curandero
pa'ir salvando la ignorancia
de un mal tran criollo y tan viejo.

Mentira la "vencedura"
si yo me vengo muriendo
con éste ardor de rescoldo
quemante ardor de cien juegos.
Y esta fiebre y esta angustia
y en los ojos este peso.

Y este tajo sobre el codo
ande até temprano un tiento...
con tres güeltas y tres ñudos
pa que no pase el veneno.

Mentira la "vencedura"
maldito los curanderos
y la ignorancia maldita
como el duraznillo negro
que reverdece en la seca
y no muere en el invierno.

Taca taca, el pingo moro,
tan tan el duro cencerro,
tin tin mis grandes rodajas...
si no me apuro me muero
y si me apuro me caigo;
y el río lejos, tan lejos
que a veces el horizonte
le impide a mis ansias verlo.

Yo quiero llegar en antes
que me caiga sobre el seco
y polvoriento camino
bajo ese sol del infierno
con éste brazo encendido
en un fogón de veneno
y cien cruceras peliando
en grandes flores violetas
ande en antes hubo un tiento
que no ha desatao denguno
y ha de estar por áhi adentro...
atajando las cruceras
que no se corran pal cuero.

¡Qué lentas pasan las horas
cuando uno se está muriendo...!

Taba


(Pintura: Carlos Montefusco)


¡Cómo te pareces a esas mujeres
que tienen siempre retobada el alma!
que a veces nacen buenas y la vida
de tanto hacerles mal… las hacen malas.

Mis manos te lustraron a caricias;
te llevé en las maletas cuando andaba,
gastando los caminos de la tierra
en busca de carpetas y tabiadas.

Y juistes en mis noches de desvelos
novia sin encetar, amiga, hermana,
toda mi fe de jugador sin suerte
pendiente de tu mísera esperanza.

Pues mi sencia en vos, con yapa y todo;
cuando entré a ejercitar tus güeltas pálidas
me faltó maña pa’enriendar un potro
o buscar un estilo en la guitarra.

Y, a siete pasos te dejaba siempre
como nacida allí… medio inclinada
sobre cualquier saliva en cancha dura;
naides pudo aguantarme en las oladas.

¡Y cómo me sentía de seguro
cuando las libra rebalsaban blancas!
¡Eres el alma de mi mano lisa
a riendas de domar, cabresto y grasa!

Cuando aburrido de gastar caminos
busqué la soledad de mi guitarra
pa’ revivir recuerdos en mis versos
y curarme de heridas que no sanan…

Te puse en la solera, pa’ olvidarte,
porque si bien me dista mucha plata
causaste con tu… liso, mi deshonra
como esas pobres mujercitas malas.

¡Por vos robé baguales entrerrianos,
pasé cien contrabandos pa’ mi Patria,
copé paradas sin tener ni un peso
y pelié sin razón; por vos malvada!

Me olvidé de rezar y de la Virgen,
me olvidé de golver de las tropiadas
al rancho tibio de mis padres pobres
ande la vida sus promesas canta…

Y estuve entre las celdas y los montes
pobre y hasta sin fe que es cosa amarga…
Te tengo un odio extraño vieja amiga,
Mezcla de compasión, cariño o rabia!

Tu amartillo tiricia, tu azaroso
vivir entre machaje, vino y caña
manoseada por todos, por cualquiera,
igual que esas mujeres desgraciadas.

Que viven muertas por su propia vida,
me hacen sentir por vos cariño y rabia;
tu suerte es falsa, volcadora, arisca…
y eso que eché mis veintidós clavadas.

A ocasión no puedo con el vicio
te saco’e la solera toda ahumada
te barajo en mi mano endurecida
a riendas de domar, cabresto y grasa.

Me voy al patio y en cualquier blandito
-como el que nace pa’ tirar la taba-
te dejo inclinadita a siete pasos
como en mis peores días, ¡qué desgracia!

Suite "Pampas", Nº1


jueves, 6 de abril de 2017

Canción de la niña de la tierra (Aire de Triste)



La siesta de Santa Rosa
suelta torcazas doradas;
entonces brotan mil cantos
para ensalzarla...

La siesta de Santa Rosa
suelta torcazas doradas...

Por la orilla de la siesta,
con su sombrita descalza,
viene una niña de tierra,
avergonzada...

La siesta de Santa Rosa
suelta torcazas doradas...

La niña tiene en los ojos
dos violetas extasiadas,
y sus manos pedigüeñas
en una jaula...

La siesta de Santa Rosa
suelta torcazas doradas...

Ya va lejitos la niña
por las calles escarlatas.
Un viento borra las huellas
de sus pisadas...

La siesta de Santa Rosa
suelta torcazas doradas...

Dónde se han ido los cantos
con sus preciosas palabras,
que sus guitarras ahora
no cantan nada...

La siesta de Santa Rosa
suelta torcazas doradas...

La siesta de Santa Rosa
suelta torcazas doradas;
entonces brotan mil cantos
para ensalzarla...

La siesta de Santa Rosa
suelta torcazas doradas...



De la creciente (Triunfo)





Espumita de la tierra,
de nuevo crece el Salado;
se viene su agüita lerda
punteando desierto abajo.
           
Tal vez cuando el río llegue,
chinita, querencia adentro
joyitas de piedras verdes
se vuelvan los pagos viejos.
       
Estribillo:

Celeste se va mi canto,
empichanada guitarra,
cacharros llevan las mozas
para el agüita araucana...

Las ollas de la pobreza,
qué lindo, se irán cantando;
se apaga tu sed antigua,            
fiestita puro milagro.

Yo quiero que no te olvides
Negrita, que el viento puelche
nos trajo un regalo                      
las coplas de la creciente




jueves, 30 de marzo de 2017

El domador (Relato por milonga)

(Foto: Adolfo Campos)



En pagos de San Cristóbal
en la estancia "La Lucila"
apenas se acaba el día
y los campos se sosiegan
con la noche se renueva
una leyenda perdida.

Fue un día bastante fiero
de rodeo y apartada
y hubo varias rodadas
en donde cada paisano
haciendo gala'e baqueano
salía de la estaqueada.

Un solazo por la espalda
de los hombres se retoba
pero no le aflojan soba
al lomo'e la animalada
-pa'quitar la sed chupana
la vaina de la algarroba-.

Al paso de los caballos
camino a la estancia vieja
no se escucha ni una queja
de cuatro peones cansados
que se acercan muy callados
y así callados se alejan.

Pero se acaba la tarde
y el rancho ahí nomás está,
en la última claridad
un sirirí el cielo cruza
ya se vuela la lechuza
y duerme la yarará.

Desensillan y se van
rumbeando pa'l caserío,
está empezando a hacer frío
y hay picana de ñandú,
afuera está el cururú
comiéndose el bicherío.


Ya con el último mate
el viento empieza la historia
que la tranquera y la noria,
la higuera vieja y la tuna,
acunadas por la luna,
guardarán en su memoria.

Por el camino'e paraisos
se ha ido ladrando un cusco,
los criollos, jugando al truco
escuchan, desde su rancho,
que se está acercando un gaucho
al tranco de su pasuco.


Ya descuelga la cadena,
la tranquera abre pechando
el viento está amainando
bajo la noche campera
y el perro que estaba afuera
se volvió callado al patio.

El más viejo que sabía
las historias olvidadas,
al sentir al que llegaba
por el ruido del barbijo,
agarraba el crucifijo
y con él se santiguaba.

A oscuras dentro del rancho
los hombres todo sentían.
Se asomó uno que quería
entender lo que pasaba,
pues ya todo se escuchaba
pero nada se veía.





El ánima que venía
iba llegando al palenque,
con la lonja del rebenque
golpeando sobre la bota
acompañando las notas
de un estilo entre los dientes.

Sacó el freno y el pegual,
sacó bastos y encimera,
caronas y sudadera
pa'que se orearan un rato,
sacó papel y tabaco
sentao, como quien espera.

Apuntando al San Antonio,
un arroyo de los pagos,
y enfrentando al descampado,
un corral de palo a pique,
sin que naides se lo explique
tiene un bagual encerrado.

No se ha sentido jamás
pingo tan enfurecido,
que se debe haber venido
desde el fondo de un abismo,
porque es el mandinga mismo
dentro de un potro metido.

El hombre, al oír los ruidos,
se acordó de su condena.
Alzó la cabeza apenas,
preparándose pa'l duelo
y arrodillao en el suelo
se calzó las nazarenas.

Chillando, el ñacurutú,
en la rama, le avisaba
que la hora se acercaba
y aguardando hasta el final
enfiló para el corral
ande el diablo lo esperaba.



Despacio se fue acercando
al desgraciao animal,
le acomodó el bozal,
dió dos vueltas al cabresto,
mientras el pingo, molesto,
ya quería bellaquear.

Se fue a buscar las pilchas
que ya se estaban secando,
y ya las va acomodando
sobre el potro, que relincha,
cuando siente que la cincha
el aire le va quitando.

El pie ya busca el estribo
preparando la voleada
y se siente la estirada
del lomo, cuando se arquea,
y el rebenque revolea
y las espuelas se clavan.

Y ahí sale como un balazo
disparando por la huella
enloquecido atropella
con todo el cuerpo temblando
y se aleja corcoveando
abajo de las estrellas.

El rebenque no le afloja
ni al anca ni a la cabeza
y se afirma con destreza
apretando las rodillas
cuando el diablo se hace astillas
resoplando con fiereza.

Nunca un criollo habrá sentido
pelea tan de mi flor;
jamás hubo una mejor,
y aquí lo dejo afirmado,
que si el demonio es bravo,
más bravo es el domador.

De golpe y sin avisar
llega un silencio profundo
y hasta parece que el mundo
más tranquilo descansara.
Arriba, la noche clara
al hombre le marca el rumbo.

Se escucha llegar al rancho
el galope desparejo
del pingo, que de regreso,
por fin ha sido domado,
el paso lleva cansado
y va arrastrando el pescuezo.

El hombre baja de un salto
para quitar la encimera,
caronas y sudadera,
mientras se afirma despacio,
porque la tierra, allá abajo,
parece que se moviera.

Suelta al bagual, que se aleja
a su querencia, vencido,
y se escucha, por los ruidos,
que el hombre vuelve a las casas,
porque una cincha se arrastra
y se chocan los estribos.

Se escucha un silbido suave
que recorre los potreros,
después, un trote ligero
que se llega hasta el palenque:
-es el hombre, al que se siente
llamando a su parejero-.

Y ya le acomoda el freno,
y lo ensilla despacito,
porque dentro de un ratito
se irá para otra querencia,
cuando el viento, en su cadencia
acune los 'ucalitos.

Los hombres dentro del rancho
se quedarán desvelados,
porque el criollo que ha domado
no es un gaucho de esta tierra,
y al aclarar, a la yerra
irán los cuatro callados.

Porque aunque hoy se esté yendo
a buscar tierras lejanas,
al llegar la madrugada
de otro día de calor,
ya sabrán que el domador
está de vuelta mañana.

Buenos Aires, 14 de marzo de 1983.-





Milonga Surera ("El origen de las especies")

miércoles, 1 de marzo de 2017

Don Segundo Sombra (Tango canción)



Buscando la verde alfombra
de la llanura esmeralda
con su pena a la espalda
pasa don Segundo Sombra...

Don Segundo Sombra,
Caballero en tu pingo,
Sos el Don Quijote de la pampa
Que hoy ha invadido el gringo.
Don Segundo Sombra,
Imponente figura,
Que extiende la mirada pensativa
Al ras de la llanura.

Solitario resero,
Ignorante y profundo,
Que llevás en tu apero
La tristeza del mundo.
Tu silueta encorvada,
Tu silencio altanero,
Se hundirán en la nada
Para nunca volver.

El espacio es tu goce,
El recado tu asiento
Y tu espalda conoce
Los mordiscos del viento.
Bajo el cielo inclemente
Pasás trágico y lento,
Cual la sombra doliente
De las cosas de ayer...

Don Segundo Sombra,
Caballero en tu pingo,
Sos el Don Quijote de la pampa
Que hoy ha invadido el gringo.
Don Segundo Sombra,
Imponente figura,
Que extiende la mirada pensativa
Al ras de la llanura.


Martín Fierro (Tango)



Composición año 1910.-