No quisiera que mi muerte
le quite al suelo una flor,
por mas que sientan dolor
no dejen un tayo inerte
Ni tampoco recen juerte
al pie de mi sepultura,
ni miren pa’ las alturas
si via quedar en la greda,
y un poeta como pueda
me despidan junto a un cura.
No se pongan a yorar
cuando se apague mi yama,
si un cantor en su proclama
quiera mi muerte anunciar,
no lo vayan acayar
dejen que su voz surera
abrazao a su madera
me nombre por lo que he sido
versiador empedernido,
de las costumbres camperas.
No quisiera que mis güesos
Descansen en un panteón,
Prefiero la quemazón
no me dejen muerto y preso.
Ni pongan santos de yeso
cruces de caro metal,
no quiero mas pedestal
que’n un tala o coroniyo,
quede grabao a cuchiyo
por el canto nacional.
No dejen que algún caudiyo
de bisagras en las rodiyas,
me arree pa’ su tropiya
con la marca e’los yuguiyos,
porque no me gusta el briyo
del cencerro manosiao,
y menos si le han mañao
a su badajo campero,
si he gritao como los teros
por defender mi bañao.
Si por ahí los adulones
buscan sacar su tajada,
mezclándome en sus majadas
sáquenme de dos tirones,
no dejen que’n sus veyones
con las cascarrias me’nrieden,
recuérdenme si prefieren
aguantando el cimbronazo,
hasta que se corte el lazo
y en la gramiya me quede.
Y cuando ensiye el oscuro
solo entrará en la maleta,
mis utopías de poeta
paisanos les aseguro.
Y al tranquito sin apuro
sin dejar mayor herencia,
emponchao con la conciencia
y la honradez por delante,
partiré lo mas campante
al potrero de la ausencia.
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