martes, 31 de mayo de 2011

El lobizón


Ya van pa'seis meses que gané los montes,
desde aquél mal día que me desgracié...
La pucha que es fiera la vida'e matrero,
lo que se padece, solo yo lo sé.

Si habré pasao'soles, heladas y lluvias,
con las pocas pilchas que de casa alcé...
No tengo tabaco... La yerba que truje,
hace mucho tiempo que la terminé.

Angustias a bochas pa'conseguir carne,
agüaitando siempre la oportunidad,
de hallar un carpincho apartao'del agua,
o bombiar con tiempo un güasuvirá.

La cosa jué ansina: Yo andaba tropiando,
allá por las puntas del Mocoretá,
con unos patrones que arrendaban campos
a los Goichochea, de Puerta Yeruá.

Y saliendo un día, con trescientas reses
compradas al corte, en lo de un inglés,
como a boca'e noche, llegamos a un campo,
que era pastoreo de un tal Juan Cortés.

Rodeamos la tropa... Mudamos caballos;
y encendimos fuego pa'cimarronear...
Y yo con mis chifles, toqué pa'las casas,
a ver si hallaba algo pa'hacer de cenar.

En el medio'el patio, toda la familia,
estaba reunida, agüaitándome...
Si cuando me acuerdo de ésa pobre gente,
siento dentro el pecho, como un no se qué.

Entraron a hablarme... y flor de atenciones
tuvieron conmigo, cuando me abajé...
Colejí enseguida que algo les pasaba,
pero, por supuesto nada pregunté.

Era una señora con tres guricitos;
y el marido, un indio de bastante edad;
que en un catre'e tientos, parecía tullido,
vaya uno a saberlo de qué enfermedád.

Un medio borrego iba acomodando
sobre el cirigote, pa'marcharme ya...
Cuando la patrona, que andaba atrás mío,
comenzó a decirme, con gran ansiedad...

"Fíjese paisano lo que nos sucede...
ésto ya no es vida, a mi modo'e ver...
pasan aquí cosas tan demás tremendas;
que yo le aseguro, no sé lo que hacer...

De un tiempo a ésta parte, toditas las noches,
un lobizón suele llegar hasta acá...
Le pido paisano... no nos deje solos...
ésta noche es viernes... y aparecerá".

Qué quiere que hiciera... No pude negarme;
y en mi china vieja, al tiempo pensé...
Y ni bien llegaba mi cuarto de ronda,
de nuevo en el rancho me les presenté.

En el medio el patio, bajo un espinillo,
tendí unas pilchas para descansar...
Ni bien me dormía; y en un redepente,
sentí que los perros, entraron a aullar.

Escuché unos lloros que venían del rancho...
Con unas palabras, medio los calmé...
Y con las potreras listas en la mano,
con un par de saltos, pa'juera gané.

Obscura la noche... Mientras yo bombiaba
pa'tuitos lugares con prolijidad...
Vide que los perros reculando aullaban,
ante algo que véian en la obscuridad.

Tuca, tuca, tuca, les grité a los perros,
pa'ver si podía hacerlo aflojar...
Y pelando el fierro, ya me puse en guardia,
porque el caso no era de facilitar.

En cuanto me vido, se vino a toparme,
con un trote ansina como el agüará...
Si cuando me acuerdo, es cuando más pienso,
que hice la pata ancha de casualidad.

Mi Dios... Bicho fiero había sido aquello...
En cuanto lo vide, ya me persigné...
Era un bulto grande con laya'e ternero;
y el ocico largo como el yacaré.

La Virgen te ampare... me acuerdo le dije...
Serás o no ánimoa... y ya revolié...
Luciéndome tanto con las tres marías,
que del primer tiro me lo aseguré.

Como trenza de ocho, rodamos po'el suelo...
Yo a las puñaladas... y el por hacer pié...
Cuando una voz débil sentí que decía:
"No me mate amigo... por Dios, déjeme".

Fué tal la sorpresa que perdí el resuello...
Trémulo y confuso, sujete, ahi nomás...
Viendo que aquel bicho se me iba escurriendo;
y salía un cristiano, por el lao' de atrás.

Dió unos sacudones, queriendo pararse...
Y yo, de ayudarlo, al punto traté...
Y él, pegando un grito, se cayó de espaldas...
Del mundo'e los vivos, pa siempre se jué.

... Ya van pa'sies meses que gané los montes,
desde aquél mal día que me desgracié...
La pucha que es fiera la vida'e matrero...
Lo que se padece, solo yo lo sé.
..........................................
Autor: Justo P. Saenz (h) quien firmaba con el seudónimo de Higinio Cuevas.

jueves, 26 de mayo de 2011

Cortando campo

(Fotos: Fernando Sturzenegger)


Pa'l lao del pueblo salía
una mañana temprano,
cuando don Braulio, un paisano
que allá en mi pago vivía,
del lao contrario venía
y al vernos nos relinchamos
me preguntó: "y pande va?"
"voy pa'l lao de la ciudá,
-le dije-, gusta que vamos?.

Me dijo "otra vez será,
pero y ¿por dónde se larga?
¿No sabe que se le alarga
el viaje al dir por acá?".
Si usté por la calle va,
de tan mal que la han trazao
pa'cuando llegue al poblao
habrá cansao varios pingos.
Todo culpa de los gringos
que la pampa han alambrao.

Larguesé por el bajo hondo
hasta dar con un camino
que ha de llevarlo a un molino
que tiene un tanque redondo.
Después de áhi siga hasta el fondo,
ande hay un palo quebrao,
si su pingo está enseñao
como el alambre está bajo,
no le dará gran trabajo
pasarlo pa'l otro lao.

Y entonces enseguidita
de pasar el alambrao,
en cuanto cruce un bañao
que va a encontrar áhi cerquita,
agarre una callecita
que es camino vecinal
y sígala hasta el final,
aunque antes va a hallar el vado
de un arroyito que a nado
debe cruzar su caudal.

Larguesé nomás pa'l centro
buscandolé algo a la izquierda
y el coraje usté no pierda
una vez que se halle adentro.
Si el agua le da al encuentro
al pingo no se sorprenda,
larguelé nomás la rienda
que nade con libertá.
Sin mayor dificultá
yo lo he cruzao con hacienda.

Después costea la barranca
buscando pa'la derecha
y allá recién la repecha
ande vea una tierra blanca.
Vuelvasé a la calle franca
después que salga del paso
y le diré por si acaso,
pa'que perdido no se halle,
va a ver una bocacalle,
pero usté no le haga caso.

Por el mesmo callejón
derecho nomás le pega
y como ésta es calle ciega
al cruzar un albardón,
va a encontrar un tranquerón
que está como clausurao
y al palo está sujetao
bien juerte con una amarra
y como cuerda'e guitarra
de tirante lo han dejao.

Pase y deje como estaba
el alambre bien tirante
y siga más adelante
ande otro potrero acaba.
La cosa aquí es media brava,
porque este campo es muy ancho,
pero usté haga como el chancho
y siga el rumbo derecho
hasta que por fin el techo
va a alcanzar a ver de un rancho.

Es un puesto de ancho alero
plantao en una hondonada;
usté llega a la pasada
y pa'dir a otro potrero,
pida permiso al puestero
que se llama don Camilo;
con ese sigue tranquilo,
y entra por una tranquera
que viene a ser la primera
de las siete que hay al hilo.

Cierre bien cuando ha pasao
las que va dejando atrás;
a la última es capaz
que la encuentre con candao.
Pero si se halla embolsao
hay cerca un torniquetero
y si usté lleva en su apero
la llave de torniqueta;
lo afloja, el alambre apreta
y pasa su parejero.

Güeno, áhi ya se a encontrar,
llegando al último cuadro,
pisando el campo "El Taladro"
de Gutiérrez Aguilar,
pero usté sin resollar
siga nomás avanzando,
a la derecha dejando
la estancia de un tal Hidalgo
y si alguno le dice algo,
digalé que yo lo mando.

Ya aquí es zona chacarera
y está el lote de un vecino
con cien hetarias de lino
en una chacra lindera,
que como es la primavera
ha de haber mudao el pelo
y al ver tan azul el cielo,
si es que llega a estar en flor,
no piense que a lo mejor
son cien hetarias de cielo.

Y empezando a galopar
por el campo "La Lucrecia",
ya la torre de la iglesia
se comienza a divisar.
Deje a un lao el bulevar
si quiere acortar trayeto,
es mejor pa'dir más reto
que los montes atraviese
y las quintas enderiece
porque eso es lo más direto.

Si el pingo quiere largar
en el potrero'e la fonda,
no dé la güelta redonda
como le van a indicar.
Pa'que se va a molestar
en llegar hasta el martillo,
dentrelo por el portillo,
no ande pegando la güelta...
si tiene una púa suelta
que se abre con cuchillo.

Con estas indicaciones
salí a la bulla'e los teros,
crucé pantanos, esteros,
pajonales y zanjones
y por esos cañadones
se iba el pingo hasta el pichico
y aunque entre abrojo y chamico,
tres días tardé en llegar,
me salvé de galopar
como mil metros y pico.




Puesta'e sol


Entre la tarde y el sol
hubo aquel día un gran duelo
qui’asustao el mesmo cielo
s’escuendió en el arrebol.
El sol sin ningún control
quiso inventar una treta,
pero haciéndole gambeta
la tarde, ni caso l’hiso…
p’agarrarlo d’improviso
y hacerle un tajo en la jeta!...

A gritos estaba un tero
yorando en la soledá
y se burlaba el chajá
del otro lao del estero.
De vez en cuando un ternero
balaba encerrao. Y fieras
las lechusas agoreras
miraban dende las lomas
a las inquietas palomas
picar en las sementeras.

Dio el sol una reculada
cubierto ‘e sangre cobarde
porque’n el duelo, la tarde
le pegó una puñalada.
La escuridá, unque asustada,
yegó hasta el mesmo entrevero.
El silencio rainó entero
en el yano y el espacio
y entonce’, el sorro, dispacio
s’encamino al gayinero!...

(Pintura: Iván Moricz Karl)

Concencia


¡Vaya la pregunta que se te ha ocurrido!
Le he buscao la güelta,
y por más que quiero darle a mi palabra
la forma acertada pa que vos la entiendas
no le hayo la punta; y hasta me parece
qu'estoy enredando mi mesma madeja.
¿De ande se te ocurre, muchacho del diablo,
venirme con ésas,
y a boca de jarro pedir que te esplique
qu'es eso qu'el hombre llama su concencia?
Pondremos pal caso, qu'es un policía
que paso tras paso te sigue la güeya
y a quien es al ñudo mezquinarle el cuerpo
o escurrirle el bulto pa que no te vea,
porque te vigila desde adentro mesmo
y sabe las cosas cuando uno las piensa.
¿Que cómo procede? No sabría decirte.
Ricuerdo una güelta
que mi taba andaba tan atravesada
que ni de limosna m'echaba una güena,
y era tanta el hambre, que desesperado
crucé un alambrado y enlacé una oveja.
Mi concencia vido que saqué el cuchillo
pa carniar la ajena,
y en vez de gritarme pa evitar que lo haga
se hizo la distráida... como que no véia.
Engolosinado, quise alzarme el cuero
pa comprar los vicios con lo que me dieran,
cuando de repente me cruzó un guascazo
y me dijo: "¡Epa!,
el hambre es el hambre y los vicios, vicios.
El cuero lo deja.
¡Y bien a la vista sobre el alambrado,
pa'qu'el dueño sepa
que usté no es un bicho ladrón o dañino,
sino qu'es un criollo que lo hizo a la juerza!".
Y güeno, muchacho, ya estás enterado.
Así es la concencia:
te sigue los pasos mesmo que tu sombra
y anda misturada junto a tus ideas.
Por ahi te da soga pa verte el galope
y por ahi te pega un tirón de las riendas.
¡Cuanto más amiga, menos te perdona;
cuanto más te cruza, tanto más te aprecia!
Sólo en ocasiones se hace la distráida,
como aquella tarde que carnié la ajena...

Mal cristiano

(Pintura: Pablo Uriburu)
¿Que no soy güen cristiano -usté me dice-,
porque no rezo pa Semana Santa
y en lugar de pasarla a bacalao
me como un churrasquito como nada?
Es la juerza'e la costumbre, solamente.
Los criollos de mi laya
si no tienen asao lindo y jugoso
pa darle rienda suelta a las quijadas
se sienten enfermos, apocaos
y hasta les dentran a temblar las tabas.
¿Que es pecao no rezar? No es culpa mía.
Yo no he tenido quien me lo enseñara,
y pa aprenderlo solo no he podido
ya que de ler no entiendo una palabra.
Además -a mi ver- debe rezarse
cuando una voz se enanca sobre el alma;
cuando una voz de adentro nos reprocha
y alguna mala acción nos echa en cara.
Y yo -gracias a Dios-, llegué hasta viejo
sin manchar mi facón de sangre hermana;
no he robao, ni lo pienso.
Mi palabra de gaucho es más sagrada
que mucho documento que se escribe
y que al final... no sirve ni... pa nada.
Mi rancho, pal cansao, no tiene puertas.
A naides le he negao ni pan, ni agua,
ni el pedazo'e churrasco que hoy me dicen
que comerlo es pecao esta semana.
Tampoco he codiciao la prenda ajena
ni la fortuna que el vecino gana,
ya que parece estar de Dios escrito
que los gauchos de ley no tengan nada.
Por eso no maldigo contra naides
ni me arrodillo pa pedirle gracia:
¡No es pecao no rezar, pa quien no sabe,
ni es pecao no rezar si no hace falta!
¿Que yo lo niego a Dios? Eso es mentira.
Y además que no es tanta mi ignorancia,
siendo que Dios se muestra en todas partes:
en el valle, en la selva, en la montaña,
en el calor que dora los trigales,
en la lluvia, en el viento y en la helada.
Dios está en la luz, está en la sombra,
en el pico ganchudo de las águilas,
en la guampa puntuda de los toros
y en la dureza que le dio a la garra.
Pero también está en la mariposa,
en el gusano lerdo que se arrastra
y en la sencilla flor que nace a campo
y perfuma el aleinto'e la mañana.
¿Que yo lo niego a Dios? ¡Qué ia negarlo!
¡Si en las horas oscuras de la Patria,
dispués de darle luz al pensamiento
de los hombres nacidos pa'librarla,
Dios estuvo en el filo'e los machetes,
en la chuza puntuda de las lanzas,
en el clarín que manda a la pelea
y en el coraje de la raza gaucha!

La calandria


Un muchachón apunta con la honda
a una calandria que en el árbol canta
y el viejo Zoilo - que lo ve- de un salto
se le pone a la par y se la arranca.
-"¿Has pensao lo que hacés, ¡pedazo'e bruto!,
al quererle tirar a esa calandria?
-No la quise matar -dice el muchacho-.
Yo pensaba voltiarla,
pa ponerla en la jaula del jilguero
y sentirla mejor cuando ella canta.
-¿No sabés que ese pájaro sencillo
es el espejo de la raza gaucha?
¿De ajuera? Vale poco...
una pilcha barata;
no es engreída, no se mete con naides
¡pero es bien agalluda si hace falta!
Así como la ves en ese sauce
cantándole al solcito'e la mañana,
¿no te da en pensar que se parece
a los gauchos, señores de la pampa,
que por cantar confiaos
los quisieron hondiar pa darles jaula?
Sin embargo, ya ves, tanto sacaron
los que quisieron pisotiar la raza
como has de sacar vos si de un hondazo
conseguís dar por tierra a la calandria,
ya que ni el gaucho, ni ella,
cantan pa naides en las jaulas.

El Moreno (Estilo)



A la mañana temprano
ya se levanta el patrón
y se larga pa'l galpón,
con arriador en la mano.
Allí se encuentra un paisano
que se dispone a ensillar,
y el patrón dice a la par,
que le está poniendo el freno:
-"Apurate che Moreno,
que tenés que ir a carnear".

Están unos animales
apartando en el rodeo,
trabajando con aseo
el patrón y los mensuales.
A un novillito que sale,
un peón lo va a recostar
y el patrón dice al mirar
como es uno de lo más buenos:
-"No me lo peches, Moreno,
que me lo vas a estropear".

Un día están enlazando
a corral unos baguales,
y al animal que más vale
ya lo están embozalando,
atao en un palo y bufando
está tirando el bagual
y el patrón dice al notar
que es malo como veneno:
-"¡Aprontate, ché, Moreno
que vos lo vas a ensillar!".

Allá en una pulpería
ya se arma una alegación;
saca el Moreno el facón
pa peliar la polecía,
con coraje y con baquía
ya les comienza a menear
y el patrón sin titubear
dice al verlo muy sereno:
-"¡Atajate, bien Moreno
que te van a lastimar!".

El Moreno se ha salvao
y pa la estancia se ha juido,
y en un galpón escondido
el patrón lo ha asegurao'.
El mejor flete le ha dao
pa que pueda disparar
y ya le dice, al marchar:
-"Que Dios te ayude Moreno,
metele guasca que es bueno,
y no te van a alcanzar!".

Milonga del viento

A mi cuchillo escamao

(Foto: Eduardo Amorim)Si prenda de algún valor,
suele lucir mi figura,
es una que en la cintura,
llevo junto al tirador.
Me costó a mas de sudor,
aunque lo vean sencillo,
muchos pesos del bolsillo,
pa' poder mandarlo hacer,
pero al fin logré tener,
hecho a mi gusto un cuchillo.

Por empezar conseguí
una hoja cortadora,
bien templada, aguantadora,
y a medida para mí.
Siendo un antojo pedí
al platero que lo hiciera
bien gauchón y que tuviera,
con prolijo cincelao,
un buen relieve escamao,
desde el cabo a la puntera.

Con plata de la mejor,
cobró forma mi pedido,
y tal cual lo había querido,
me armé de un trabajo flor.
Pero tal vez, la mayor,
de todas mis alegrías,
fue lograr, sin fantasías
que en un monograma de oro,
se entrelacen, con decoro,
las dos iniciales mias.

Hoy con él salgo empilchao,
y al verlo irán comprobando,
que un zurdo lo está llevando,
pués va a la izquierda inclinao.
Es en la faja trabao,
aparcero sin igual,
por demas de servicial,
cosa que mucho valoro,
y es lujo que yo atesoro,
por criollo y tradicional.

Voy en su filo confiao,
a pie, o cuando un pingo ensillo,
pero nunca a mi cuchillo,
para algo malo he sacao,
pero si lo mas sagrao,
me viene el diablo a insultar,
tendré que desenvainar,
con perdón del Padre eterno,
y al mismo rey del infierno,
con él lo habré de pelear.

(Dibujo: Molina Campos)

miércoles, 25 de mayo de 2011

Fiesta Patria

(Pintura: Carlos Montefusco)-Venga p'acá, m'hijo,
y siéntese a lo gaucho, junto al fuego,
pa contarle a su tata lo que vio
hoy, que le dio permiso pa ir al pueblo.
¿Taban lindos los festejos patrios?
-Pa decir la verdad...¡yo ni me acuerdo!
Iba tanta gente por la plaza
haciendo tanta bulla, tanto estruendo,
que salí como zonzo y almariado
de esa que más que plaza era un infierno.
-Y áura, contésteme esta pregunta
que de la vaina se me está saliendo:
¿Sabe m'hijo lo que es el patriotismo?
-Y... el patriotismo es, por lo que veo,
salir pa un 25'e Mayo o un 9 'e Julio
luciendo el trajecito dominguero,
vivar la bandera azul y blanca,
llevar botones lindos en el pecho
y subir, como dicen, la tribuna
pa dende arriba, discursearle al pueblo.
-¡Todo ese patriotismo que usté vido
no vale un pucho de tabaco negro!
Porque no es patriotismo andar gritando
todos amontonaos como borregos,
ni lucir los colores de la patria
cuando se lucen pa adornar el pecho,
ni tampoco subir la tribuna
y decir cosas que las lleva el viento...
El verdadero patriotismo, m'hijo,
lo demostraron nuestros bisagüelos
allá por Tucumán, en Ayacucho,
en Suipacha, Maipú y en San Lorenzo,
peliando como liones por la patria;
conquistando de a jemes el terreno
y cruzando después la cordillera
pa darle una manito a los chilenos.
Pero jue patriotismo sin alardes,
ni llevaron más lujo sobre el pecho
que la rosa de sangre que el mosquete
al escupir les dibujó de lejos.
Y hay también otra clase'e patriotismo
que a juerza de mirarlo ni lo vemos,
y es el patriotismo de los hombres
que engrandecen al país con sus esjuerzos.
Trabajando, muchacho, arqueando el lomo,
martillando los fierros,
destripando terrones con la reja
pa llenar hasta el tope los graneros;
recortando ladrillos;
levantando edificios pa colegios
y estudiando los libros
pa mañana o pasao llegar a maestro
y enseñarle a escribir a los muchachos,
y a sacar unas cuentas por lo menos.
El otro patriotismo, el que usté vido,
¡no vale un pucho de tabaco negro!

Canto al nochero

(Dibujo: Eleodoro Marenco)
Al remover los tizones
del fogoncito surero
mientras sigue el aguacero
y avanzan los chaparrones,
viá emparejar los bordones
del instrumento campero,
para cantar con esmero
si es que a definirle alcanzo,
a ese pingo noble y manso
que le llamamos nochero.

Fue el orgullo de una estancia
y el lujo del estanciero
y en él se lució el puestero
trabajando con prestancia.
Un animal de arrogancia,
vivaracho y coscojero,
supo ser buen parejero,
aguantador y parejo,
y aura ya bichoco y viejo
solo sirve pa’ nochero.

De mañana fue el primero
en ponerse en movimiento
cuando un boyerito atento
le puso el freno y un cuero.
Él soportó el aguacero
en un rincón del corral,
cuando la noche invernal
soplaba su ventolera
se pasó la noche entera
dando el anca al temporal.

Caballito de emergencia
en cualquier caso de apuro,
muy lento pero seguro
tratándolo con paciencia.
Animal de inteligencia
yo lo pinto en mis matices
por sus viejas cicatrices
con todo lujo detallo:
en él, a andar a caballo
aprendieron los gurises.

Él cumple una obligación
como si fuera sereno
y a veces tascando el freno
lo agarraba la oración.
Allá, detrás del galpón
un peoncito veterano
como todo buen cristiano
antes de echarlo al corral
suele colgarle un morral
con algún poco de grano.

Y ya pasando la historia
en el fondo de un potrero
quedará el viejo nochero
pero cargado de gloria.
En honor de su memoria,
por su guapeza y coraje,
cuando en el último viaje
nos deje su adiós postrero
he de rendirle al nochero
un merecido homenaje.

Sube, sube


Queridos Paisanos:

¡Güenas y con licencia!, dejo esta canción pa cantar un día como hoy en que sube por la sangre el calor afectuoso por la patria acompañado de un fogón, un locro, un tinto y un buen poncho; y deseando que "subamos" todos juntos como país, y dejemos de enterrarnos unos a otros en el mesmo lodo. ¡Viva la Patria!
Sube, sube, sube, bandera del amor, pequeño corazón
y brilla como el sol, y canta como el mar

Canta como el viento peinador de trigo
Canta como el río, canta pueblo mío
Si... los pueblos que cantan siempre tendrán futuro

Sube, sube, sube, bandera del amor, pequeño corazón
y brilla como el sol, y canta como el mar

Canta por las voces de los que soñaron
Canta por las bocas de los lloraron... canta
Dame tu esperanza America India
Dame tu sonrisa America Negra
Dame tu poema America Nueva
America Nueva, America Nueeeeeevaaaaaaa

Sube, sube, sube, bandera del amor, pequeño corazón
y brilla como el sol y canta como el mar

Canta por los bellos días, los que se han ido
Canta por el bello mañana
Canta buen amigo... caaaaaaantaaaaaaa

Letra: Víctor Heredia

El presupuesto


Pal instrumento dispongo
de tan sólo un encordao
que hoy encontré arrinconao
y enredao como un rezongo.
Mi canto será un rezongo
en la guitarra viejita
que la he templao muy bajita,
pues me debo prevenir...
¡no tenga que recurrir
a un encordao de piolita!

Deme el amigo auditorio
asunto pa emprecipiar:
no me gusta soportar
un silencio de velorio.
Me han gritao que es bien notorio
el tema del presupuesto,
y ya me apunto con esto
y advierto a más de un cantor
que viendo que hay truco y flor
canta contra flor al resto.

La comisión que en sancocho
puso la pitanza anual,
cosa que hizo muy formal
entre su té y su bizcocho,
casi acaba en trenza de ocho,
a no ser que haciendo punta
salió arisqueando la yunta
del Melo y el Le Bretón,
a la escasa reducción
presentada por la junta.

Los dos apretaron duro
cortando por todo lao,
pero por otro costao
se hallaron en un apuro,
pues el detalle seguro
de empleaos que están sobrando
pidió el principal, desiando
si voltiar saber a quién.
Por tropa han indicao bien,
pero por cabeza, ¡cuándo!

De modo que habiendo cola
la pareja ver dejó
que hace tiempo comprobó
plata que no se controla,
pero como no es paviola
sólo indica la majada,
pues gente de su camada
han hallao en los registros;
y le han dao a los ministros
el derecho a la voltiada.

Con la pluma eligirán;
"este quiero, este no quiero".
A ningún jaife mañero
de seguro voltiarán,
desos que a buen sueldo están
por supuestos que nunca han visto,
de los que los ha provisto
el propio papá ricacho,
¡mientras más de un buen muchacho
se muere de hambre, por Cristo!

La junta del presupuesto
sin más dimes ni diretes,
despachó como chijetes
las litas tras todo esto.
Cada diputao ha puesto
sus ojos en la cuestión,
y en la primera sesión
no ha de haber quien no retruque:
que ya está pago el batuque
con pesos de la nación.

Del raboneo colijo
que más de un chancho se libra,
mientras se desequilibra
cargando al pueblo de fijo.
De un mal padres es este el hijo
que soporta el hurguetiar
con que lo viene a mochar
y a sumirlo en un infierno
¡Si dicen que eso es gobierno,
vaya al diablo a gobernar!

Ellos quedarán orondos,
muy taitas con mil quinientos,
cuando con sólo trescientos
tendrían bastantes fondos.
Pa lucir saberes hondos
y ser gente de verdá,
no sé qué necesidá
tienen, es lo que pregunto,
de alzar tanto peso junto
en ley de mensualidá!

La ponchada de millones
que juntó Roca, el finao,
es un ejemplo clavao
de todas estas cuestiones.
¡Dele y dele pellizcones
en los gastos de la lista!
Pero a ellos, ¡Dios los asista
si es que anda mal su balance!
¡De las gangas a su alcance
no apartan nunca la vista!

Muchos creen que chacoteo
porque es milonga mi canto;
pero tal juicio no aguanto,
pues no es el de mi deseo.
Tacho lo que es malo y creo
que mancha el alma argentina:
se las chanto al que se ostina
en salirse de la ley.
Mi porfía es la del buey:
sólo en la güella camina.

No olviden lo principal,
cocoritas congresales,
y ahorren los nacionales
donde estén destinaos mal.
Por su partido leal
deben de mirar, es cierto;
pero el país es un concierto
y olvidarlo será mengua.
Ni le den gusto a la lengua
ni crean que el pueblo ha muerto.

Con esta crisis aguda
a media rienda han de andar,
o a la ruina ha de rodar
la patria entera, sin duda.
Suerte tan fiera y peluda
sólo a este pueblo tocó
cuando también se olvidó
poner bien clara la cuenta,
y fué allá por el noventa
cuando la gorda se armó

Los dos hermanos

(Foto: Eduardo Amorim)

Entre sauces coloraos
que cimbran como bordonas
y los lagos de esa zona,
hay dos ranchos afamaos;
viven en ellos guasquiaos
por la lonja del destino
dos criollo’a cual más ladino
pa’ conocer el terreno!,
uno es un roto chileno,
el otro, un gaucho argentino.

Hasta la mesma cumbrera
alzaron su rancho igual
con barro ‘e tembladeral
y paja de vizcachera;
cada cual una bandera
ostenta en el mojinete,
y a cada cual le compete
al tremolar sobre el quincho
esta leyenda: “El Relincho”,
y estas palabras: “El Flete”.

Tropilla de doradillos
monta el paisano argentino,
y el chileno campesino
viaja en caballos tordillos,
pellizcan los culandrillos
y las matitas de berros,
y el tintín de los cencerros
bordeando el tembladeral,
es el mismo; como igual
el alerta de los perros.

Hasta ayer fueron rivales
y los vieron no sé cuando
sin lastimarse, peliando
veinte minutos cabales;
iban los largos puñales
de hacha, punta y de revés,
yendo al mover de los pies
los golpes de arriba a’bajo
y cuando llegaba un tajo
paraba el poncho a la vez.

Pero, murió un hacendao
dejando dolores fijos
y se supo que eran hijos
los dos del mesmo finao…
Tenía aquel viejo endiablao
a más del rancho querido,
otro calor, otro nido
que abandonó en sus desbandes
del otro lao de los Andes
donde el chileno ha nacido.

Esta es la historia sencilla
de éstos que, si en su existencia
el poncho lo diferencia,
no la bota y la golilla;
la una y la otra tropilla
sabe de apartes sin bretes,
y en los lagos, ¡no es juguete!,
se azotan como el carpincho
nadando los de “El Relincho”
mesturaos a los de “El Flete”.

martes, 24 de mayo de 2011

Tardecita de mi ayer

(Fotos: Eduardo Amorim)Andaba un suave vientito
a la bulla entre el maizal
y repuntaba un mensual
la majada al trotecito.
Tocó el chajá con un grito
la retreta del bañao;
después miré pa'l costao
y vi que en la vizcachera,
había un vizcachón ajuera
tomando el fresco sentao.

Un tremendo lechuzón,
bichando por sobre el hombro
me miraba con asombro
parao en un varillón.
Al verme medio cercón
con pereza tendió el vuelo,
y volando al ras del suelo
pegó un grito y escuché
que me trataba de "ché"
como tomándome el pelo.

Murió en la tranquera rota
la víbora de la senda,
y volando a media rienda
iba la última gaviota.
Salió una estrella grandota
pa'las otras de siñuelo,
y en el campo azul del cielo
ya iban siendo numerosas
las semillas luminosas
que se habían sembrao al vuelo.

Un ñacurutú volando
salió del fondo'el jagüel,
madrugó, por que pa'él
recién estaba aclarando.
Un murciélago aleteando,
al lao de los arbolitos,
tragaba sombra y mosquitos,
y el zorro de la tapera
le dio "permiso" a un linyera
mandao por los caminitos.

Jugaban a las topadas
un ternero con el otro.
Un matungo se hizo el potro
y agarró el aire a patadas;
pegando unas retozadas
como dándose un apronte.
Ya la luna sobre el monte
desparramaba su plata,
y ardía la fogarata
del "San Juan" del horizonte.

Tardecita de mi ayer,
nunca te h'echao al olvido
y allá en mi pago querido
te quiero volver a ver.
Otro igual atardecer
para mi vida yo ansío;
hasta mi pecho vacío
también será una tapera,
donde vivirá un linyera
que es este corazón mío.

Molina Campos

Molina Campos está
en el corazón del criollo
y prendido en cada rollo
de su lazo siempre irá.
El tiempo no borrará
el trazo que él estampaba.
Y el genio que lo animaba
para cantarle quisiera...
¡Amalaya! quien pudiera
escribir como él pintaba.

Anduvo por las cocinas
de las chacras y los puestos,
en los boliches modestos
y en lujosas oficinas.
En las camperas esquinas
supo ser algo habitual,
y en ese medio rural
de un tiempo que ya se fue
pudo verse en la paré'
de la pieza del mensual.

Viendo expresao lo nativo
de un simple modo risueño
todos ponían empeño
en adquirir un motivo.
Siempre elogioso y festivo
el comentario surgía,
y el cliente se sonreía
al mirarlo de reflejo
en el fondo del espejo
de alguna peluquería.

Digo argentino laurel
y Molina Campos digo
por eso que me prodigo
en mis rimas para él,
junto a Hernández y Gardel
es justo que lo destaque,
y nadie habrá que lo saque
del sitial que conquistó
quien hasta el pueblo llegó
desde un humilde almanaque.

sábado, 21 de mayo de 2011

Mañanita sureña

(Foto: tomada de Flickr: "Nacho")
Risueña la madrugada
borrando estrellas venía.
Y se enderezaba el día
con su cabeza dorada,
entre sábanas de helada
de la cama del potrero...
Cuando todo el gallinero
se empezó a venir al suelo.
Y erizándosele el pelo
pegó un bufido el nochero.

Igual que cuando se entierra
la cuchilla de un arao,
y la mitá se ha quedao
brillando sobre la tierra,
el sol, por sobre la sierra,
mañeriando pa'salir,
la mitá empezó a lucir,
y, al dir calentando el llano,
la vidriera del pantano
se empezaba de redetir.

El arador ya salía
respirando cerrazón.
Y en la blanquiada extensión
el surco primero abría,
que a lo lejos parecía
un hilo negro en la harina,
un rayón de tinta china
sobre una página blanca.
Y la rosada barranca
un gran paredón en ruina.

Llorando estaba el alero,
cuando del rancho cerquita,
anunciando una visita,
pasó a los gritos un tero.
Un pión a su parejero
le emparejaba el testuz.
Se pasiaba un avestruz
con su tranco señorial,
y las gotas del cardal
tenían espinas de luz.

Orillando el alambrao
con aire de calavera,
derecho a la madriguera
un zorro pasó apurao.
El día lo había agarrao
y arriesgaba su salú.
Las nubes con lentitú
cruzaron por la mañana
como vellones de lana
de las esquilas del sú.

viernes, 20 de mayo de 2011

Brillazón

(Pintura: Francisco Madero Marenco)
Tiene el campo del amor
un cielo de fantasía,
y su reflejo extravía
al gaucho más rumbeador.
A mí me pintó el primor
de una soberbia ramada
con un fondo de cañada,
y cuando al bajo llegué
ni agua ni frescura hallé
con que aliviar mi jornada.

La mujer que yo seguí,
era imagen de un hechizo:
se volvió luz y deshizo
cuando la ramada vi.
Mi engaño lamenté allí
al no encontrar el jagüel
que como en el cuento aquel
fuese la linda morada
de la chinita encantada
que hace ahogar a su doncel.

Mujer, agua ni gramilla
donde echarme a descansar,
encontré al despertar
de aquel sueño o maravilla,
y hasta hoy apena y humilla
mi azorado corazón
la negra desolación
en que voy por el desierto,
sintiendo no haberme muerto
al beso de la ilusión.

Pagué así las vanidades
de que avariento hice acopio:
rivalidad, amor propio
y ardorosas liviandades.
Son esas crueles deidades
en el campo del amor:
hostigan al deseador,
y tras la mujer más bella,
salido de la honda huella
lo sumen en el dolor.

La primer visita

(Pintura: Molinca Campos)
La conoció pa’ una fiesta
en la esquina “La Totora”
y bailaron hasta la hora
que se tuvo que ir la orquesta.
La cosa quedó dispuesta
que a visitarla iba a dir,
por eso se ve venir
en el tordillo escarciando,
y ella, que lo está esperando,
ya lo sale a recibir.

Y así después de pasar
echa un vistazo al palenque,
hace un nudo en el rebenque
y lo dentra a desatar.
O ya empieza a castigar
la bota con la azotera,
y se va la tarde entera
palabra va y mate viene,
y el sol, que no se detiene
refala por la ladera.

La “vieja” se va juntar
los güevos al gallinero
y el “viejo” a atar el ternero
de la vaca de ordeñar,
y él, sin hacerse esperar,
viendo que el tiempo es escaso,
va desarrollando el lazo
y áhi cerca nomás el criollo,
le tira con todo el rollo,
pa’ pialar un “sí” machazo.

Dos cachetes colorean
como tomates maduros
y dos corazones puros
como locos bellaquean.
Las miradas se cambean
y ni cuenta se están dando
que la pava está cantando,
y hasta la tapa salpica,
con ruido de perdiz chica
cuando se aleja volando.

Cuando la noche se viene
hace mención de marchar,
pero un “quédese a cenar”
y “total que apuro tiene”
resulta que lo entretiene,
y en el lomo del tordillo
la lana del cojinillo
con el rocío se moja,
mientras que hace la coscoja
contrapunto con un grillo.

Bien solo y bien al tranquito

(Pintura: Gustavo Solari)
Si me toca en la “culata”
ni me interesa un arreo,
me corro pa’ la puntera
pa’ atar mi silbo al cencerro.
No me gusta dir charlando
con cualquier gaucho tropero
pesao como piedra ‘e bola
que empieza y no acaba un cuento.

Llamando la novillada
al son de un silbo puntero
pasan por sobre el camino
lindas las leguas y el tiempo.
A solas con la tropilla
se me arriman los ricuerdos
a tráirme de viejos pagos
amores que jueron nuevos.

Pasan chinas y guitarras,
pericones y desvelos…
porque -siento estando solo-
como caricias los sueños.
Si hay luna, mejor pa’ un canto,
cuando no hay luna, la enciendo
en cualquier bicho de luz
o en mi puchito estrellero.

O, alzo mi chifle puntudo
pa’ verla junto al chambergo…
Siempre lo llevo con tragos
de esos que se güelven versos.
A mi que me den la punta
si dentro en algún arreo,
que andar solo y medio triste
me hace dos veces tropero.

No me apuro ni aunque sé
que llegar tarde no es güeno,
y si va o viene el camino
tuavía estoy sin saberlo.
Por eso en una puntera,
mejor si hay luna pa’ un verso,
bien solo y bien al tranquito,
triste y solo voy contento.

La tropilla

(Pintura: Francisco Madero Marenco)

En mi tierna mocedad
tuve tropilla de un pelo,
que entonces me daba el cielo
completa felicidad.
Rosillos, con variedad
sólo para mi sencilla,
les causaba maravilla
a cuantos los contemplaban
y alabándome exclamaban:
¡quién tuviera esa tropilla!

Sin echármelas de bueno
digo al que de doma entienda
que no bien fueron de rienda
yugando los hice al freno.
¡Qué conjunto más sereno!
Se paraban con aliño
a mi acento de cariño
y al palmearlos hasta el anca
junto a una yegua más blanca
que la inocencia de un niño.

Eran un platiao de aliento,
de a diez legua sin castigo
y un rosao... que no bendigo,
capaz de correrle al viento;
un malacara que hoy siento,
mojón para los tirones,
un overo de empujones
seguros en el aparte
y un moro que era del arte
de rendir los corazones.

¡Vaya si es fantaseador!
habrán de exclamar en coro,
sin ver que el rosillo moro
fué mi pingo pa el amor.
Suavecito a mi sabor,
de sobrepaso medido,
ni de noche era sentido...
y de nochiar era cosa.
¡Ir con él hasta una moza
era como ir escondido!

Ni uno flojo, liberales
y nobles sin un recelo
quince más del mismo pelo
entropillaban leales.
De alzada y señal iguales
algunos a los mejores,
fueron para jugadores
causa de equivocación
y así más de un patacón
les saqué a sus tiradores.

Jactancioso de mi brillo
entre gauchaje y puebleras,
me perdieron las carreras,
los amores y el cuchillo.
Estando el juez y caudillo
en un juego de sortija,
me propasé con su hija
y la insolencia no alabo:
se tienta a dar con el cabo
quien castiga sin manija.

Con cepo y estaquiadura
quiso el juez curar mi mal
pero yo era bagual
me le resistí a la cura.
Tropezará quien apura,
y yo tropecé esa vez.
Las carabinas del juez
mas que mi daga vaieron.
Una bala me metieron,
y adiós reto y altivez.

De padre, madre y hermanos
las reprimendas sufrí,
y cuando salvo me ví
no hallé amigo en mis paisanos.
Con mis rosillos ufanos
quise echarme campo afuera.
¡Cada flete era una fiera!
Pronto comprendí la broma
al ver mi yegua paloma
degollada en la tranquera.

Lloré como sólo llora
quien vuelto de un batallón
ve en el querido rincón
su rancho en que nadie mora.
¿Quién a una yegua no adora
cuando a su ley entabló,
los de un pelo que domó
hasta pararlos a mano,
mansitos, hechos al grano,
como los tenía yo?

Ultrajado me sentí,
dejé trabajo y querencia,
y llevao por mi demencia
en vago me convertí.
En el moro me perdí
con el rosao de repuesto.
Llevaba en el moro el resto
de mi amorosa confianza
y en el rosao la esperanza
del jugador, por supuesto.

En su pingo de pasear
vino a mi encuentro una moza
y me rogó, muy llorosa,
que no la fuera a dejar.
Cuando se me iba a enancar
di un chirlo a su mancarrón,
quedó a pie y sin dilación
talonié al punto mi moro...
Aquel hecho que hoy deploro
me valió su maldición.

La obediencia a los mayores,
la tolerancia entre iguales,
la pena ante ajenos males,
la bondad con los menores,
todas cuantas son las flores
del jardín de la virtud
rotas por mi ingratitud
con la tropilla quedaron
y las tormentas nublaron
la luz de mi juventud.

No me perdonó su asedio
amigos, la suerte flaca...
Salí de grupa y guacaya
y pronto me vi sin medio.
De balde busqué remedio
en mi rosillo rosao:
lo castigué demasiao,
pues no bien causaba estrago,
yo gritaba "¡mano al trago!",
y el dinero era aventao.

Rebajé a mi parejero
de tanto que lo amolé,
y hasta uñera le saqué
y comenzó a ser mañero.
Yo fuí apostador, rayero,
super ardides a granel;
cuando sin andarivel
gambetié al rey de una pista,
cobré y me perdí de vista...
¡pues era el de un coronel!

Como el gusano del cuajo
atacase a mi rosao,
sin andar con más cuidao
me lo despené de un tajo.
Mi moro, de rienda abajo,
ocurrente parador,
o quizá de burlador,
paró en mi ley justo al toldo
de una viuda con rescoldo
para un huérfano de amor.

Cerdeando yeguas ajenas
no se perdona el mechón.
Yo fué cruel en mi afición
de rubias y de morenas.
Las pagué todas por buenas
en esa ocasión machaza
en que a la china, hecho brasa
le fuí a llorar al costao,
viendo a mi moro parao,
contento, como en su casa.

"Aquí mi pena termina",
me dije, "sentaré juicio;
del trabajo haré mi vicio,
tendré rancho y tendré china."
Pero la mujer ladina
me apuró hasta los extremos.
"Espere que averigüemos
si usté es hijo de cristianos,
y en pazo con padres y hermanos
entonces nos casaremos."

Con eso aumentó mi fuego.
Recordé mis mañas viejas
y adobé elogios y quejas
enristrados en un ruego.
Ella malició mi juego,
salió a llamar a su gente,
me trataron de indecente,
de gaucho de mala vida,
y yo que la vi perdida
me las eché de valiente.

Pelié a sus propios hermanos:
con uno me desgracié;
en mi moro me largué
y me siguieron cercanos;
tres policías livianos
con ellos se me vinieron;
como apurao me tuvieron
soltando al moro las riendas
les fuí tirando las prendas...
No sé si se detuvieron.

Cuando la tarde caía,
cosa de milagro fué,
me vi seguro y noté
que el moro se detenía.
Jamás en la vida mía
me hallé en más triste lugar.
Era aquel un peladar
sin mata de pasto puna
donde en la noche sin luna
atar y echarme a olvidar.

¡Qué habría de olvidar nada
si ya cargaba una muerte!
Rogando a Dios por mi suerte
me sorprendió la alborada.
Con el alma atribulada
más afuera enderecé;
entre matreros me hallé;
fuí boleador, vendí cueros,
y al fin con unos nutrieros
mi existencia empantané.

Nunca pude entropillar,
que apadrinador no había,
y si amansé no tenía
yegua adrede que maniar.
Mi castigo fué montar
siempre ajeno mancarrón,
pero busqué la ocasión
de salirme de la mala,
con el cuidao de quien piala
antes de la parición.

¡Ah mi tropilla de mozo
cuando me inspiró el deber!
Fué el palenque mi saber,
el trabajo fué mi gozo.
Todo sentimiento hermoso
tuvo su pingo ejemplar.
Pero al fin vine a fallar
por el lao que halaga y brilla.
¡Cuide mejor su tropilla
quien no la quiera llorar!

En más de un trance maldito
en que peligrando anduve,
ya un anca partida tuve
más pesado que un delito,
ya un enteco potrillito
que no abandonaba el tranco,
ya un bagual en nada franco,
mezquino y arrebatao,
ya, para más amolao,
un irrisorio lunanco.

Tropezador, pescuecero,
bellaco, disparador,
todo flete de favor
me fué inútil por mañeron:
así un alazán overo,
zafao como mi insolencia,
un gatiao que era evidencia
de mi vieja zorrería
y un tordillo que tenía
más manchas que mi conciencia.

En todo pelo he sufrido,
bayo, zaino o yaguané,
los dolores que causé
y de que me he arrepentido.
Por un afán compartido
me dió, a la postre, un peón
un oscuro mancarrón
como a mis años conviene...
¡Pienso que con él le viene
a mis culpas el perdón!

Maceta como su dueño
el pobre animal me vale:
un trabajito me sale
y con él me desempeño.
De hoy más no abrigo otro sueño
que ser bueno sin apuro,
y resignado y seguro,
com quien sabe su suerte,
en las puertas de la muerte
al fin ataré mi oscuro.

El Jagüel


"Ya está chocho el viejo Abel
dicen, porque en mi bichoco,
a hablar solo como un loco
me vengo junto al jagüel.
¡No he de venirme si es él
cuanto queda de la estancia!
Los dos a la extravagancia
de lo nuevo resistimos
y siendo lo que antes fuimos
nos hemos jurao constancia.

En ese lugar me veo
mesmo que cuando era mozo
cuartiando la manga el pozo
cargadita a mi deseo.
El ganao al barbolleo
paraba pronto la oreja,
y entre vaca y entre oveja
hasta baguales caían
y en el agua que bebían
ahogaban juntos su queja.

Baño de la patroncita
aquella glorieta fué
que hoy derrumbada se ve,
sin flores, cuasi marchita.
Hasta la mesma zanjita
es hoy rastrillada incierta;
yo la uní con la compuerta,
y el agua dende este sauce
hallaba en ella su cauce
pa dir a regar la huerta.

Seca como las vasijas,
seca como el bebedero,
todo se ha güelto un vivero
tan sólo de lagartijas.
El agua por las rendijas
se iría que es compasión.
Ni en la orilla del zanjón
crece ya el camalotillo
que le gustaba al potrillo
favorito del patrón.

Todo cuanto quise y quiero
vivió arrimao a este pozo.
Por eso pena y no gozo
siento al mirar su crucero.
Lo que anidar un hornero
la finadita y yo vimos
y enamoraos aprendimos
del pájaro la lición,
juntando paja y terrón
también nuestro rancho hicimos.

Ella a veces: -"¡Que has cinchao!"-
me retaba: -"Sosegate!"
Y alegre me traiba un mate
de espumita coronao.
¡Ah cielo, me has condenao
a ver mudanza tan fiera!
¡De balde me lo alvirtiera,
pa que ya nunca lo olvide,
el mesmo hornero a quien vide
llorando muerta a su hornera!

Y ahura si hasta el pozo voy
miro con horror su aujero.
La manga ya no es un cuero,
un verdín jediondo es hoy.
Ahí junto al hoyo me estoy
por si algún rumor se siente.
Veo una luz redepente,
me acerco anhelante al bordo,
y el sapo rezonga sordo
y no mana la vertiente.

Tampoco hay agua que echar
en mi alma seca, de juro:
soy pozo olvidao y escuro
que se comienza a abombar".
Es tan bárbaro el pesar
del viejo Abel a esta idea,
que furibundo se apea,
busca en el pozo la soga,
la ata y de ansiedad se ahoga
cuando el zaino talonea.

De pronto pensó en dar vida
al agua muerta del pozo
con retirar sin reposo
la verdosa y corrompida.
Y la hacienda detenida
en bretes de un uso extraño
volvería a ser rebaño
que rebelde a la ración,
bebería en el zanjón
el agua fresca de antaño.

-"¡No has de arrumbarme a lo perro!-
gritó al moderno molino.
-La rueda de mi destino
no está en tu torre de fierro."
Y apurando el desentierro
de la manga, soltó rienda;
creyó ver llegar la hacienda,
la roldana un ¡ay! lanzó,
y en los aires levantó
chorreante cosa tremenda.

Igual que ternera ahogada
suspendida de aquel modo
la manga empezó a echar lodo
pero no quedó vaciada.
De manera inesperada
se hundió con agrio rechino
y el zaino como chapino
botando al viejo en la alberca
le hirió la cabeza terca
al dictado de su sino.

Sobre resplandores rojos
la noche enlutaba el cielo
y el viejo, para consuelo,
volvió hacia arriba los ojos.
"Aquí quedan los despojos,
dijo, del Pozo de Abel.
No dirán que le juí infiel,
dende que cabal mi suerte
me dió pa cajón de muerte
la balsa de mi jagüel".

Andan matreros los cobres


"Con la cosa de la guerra
andan matreros los cobres.
¡Se van a morir de pobres
los paisanos de esta tierra!"
En una ocasión muy perra
así cantó aquél cantor
que cantando con primor
rindió a la patria el tributo
del fausto criollo, ese fruto
de la más preciada flor.

Señores, la gente está
aplastada de tan corta.
Falta de esperanza aborta
toda buena voluntá.
Se ve andar de aquí pa allá
en el campo al paisanaje,
en la ciudá al jilaifaje,
¡y hasta a la mujer, al cabo!
Hoy todos buscan conchabo,
pero sin ningún coraje.

En este trance tan fiero
hasta Anchorena dispara.
¡Feaza tiene la cara
Buenos Aires sin dinero!
¡Intendente majadero!
Quiso la ciudá tajiar
pa alegrarla y ventilar
con calles tuertas... y ¡de ande!
¡Coco chico, oreja grande,
hombre puro bulevar!

Deja la ciudá mistonga
y aujeriada en la barriga.
No habrá quien cortando siga
ni quien un centavo ponga.
De áhi que también se proponga
dejar todo sueldo mocho
la comisión que en sancocho
pone la pitanza anual,
cosa que hace muy formal
entre su te y su bizcocho.

Tierra adentro es algo triste
como las cosas están.
De Entre Ríos a San Juan,
tan sólo miseria existe.
Ya la razón se resiste
a crer sean tan siniestros
los percances que a los nuestros
da la suerte en sus reveses.
¡Por allá hasta quince meses
van debiendo a los maestros!

Cuando subió Laurencena,
al gobierno provincial,
halló por todo caudal
el dinero pa una cena.
En otra provincia suena
una especie de desliz.
Alguien pensó: -es infeliz
entre el enorme entrevero,
dejar que pueda el dinero
ir haciéndose perdiz.

Y pal sastre lo guardó,
no pa otra cosa maldita
porque una vez su levita
por vieja se criticó.
Fué cuando lo visitó
Roque Sáenz Peña, el finao.
Desde entonces ha porfiao
en vestir en forma grata.
Y es por eso que la plata
se le ha como aquerenciao.

Eso es lindo tan siquiera,
pues debe un gobernador
por donoso y por pintor
anunciar la primavera.
Él nunca se desespera,
y su figura cantora
ha de llevar sin demora
a veraniar, y al contrario
otros tendrán por balneario
la fuente de Lola Mora.

Los cobres andan matreros
huyendo de los cristianos.
Muy pocos son los ufanos,
y éstos no son verdaderos.
Todos se ven tan fuleros
que ya ninguno se indina.
Sólo la patria Argentina
al mando de Victorino,
le llora al Poder Divino
pa que l'eche una propina.

jueves, 19 de mayo de 2011

Consejos (Pá un gurí)

(Pintura: Pablo Uriburu)
Antes que tu güelo empriendas,
-ya qu'es chico el pastoreo
pá'l bagual de tu deseo
que te anda pidiendo riendas-
quiero, gurí, que me atiendas
y oigas bien mi habladuría;
sos muy borrego entuavía,
ansina escuchá, ¡canejo!,
que ya sabrás por qué un viejo
tiene más luses qu'el día.

Al dentrar de apuntador
a esa carpeta temida,
and'es el naipe, la Vida,
y el Destino el tayador,
aprendé a'brir con valor;
los dos ojos pá mirár
pero no te has de olvidar
qu'en ocasiones ¡pá enojo!
cuanto y más abrás el ojo
¡más tierra te v'á dentrar!...

Con cautel'andá vansando,
dispasito, pero e'fé;
ansina, al mudar un pié,
ya estás el otro afirmando.
Pero, si andás trompesando,
haséte una reculada;
andá p'atrás, que no es nada,
tomá distancia y carcula,
"que cuanto y más se recula
es más juerte la topada".

El agua más dentradora
es la que cái dispasito.
La gayina, di a granito
come, pero hasta se atora;
si un asunto se t'empiora,
por no encontrarte "costiao",
no ti hagás el emperráo
y juyile al regoltijo:
que, "cabayo e'campo, m'hijo,
no come pasto cortao"...

Disconfiale al esplandor,
buscá la gente sensiya:
"el facón que muncho briya
no es el que corta mejor".
Sé costante y sinchador,
aprobechá tu trabajo,
Y no te olvidés, ¡barajo!
si querés adelantar
"qu'el juego, pá calentar,
debe ir siempre por abajo"...

Uno deb'e rispetar,
pa que ansina lo rispeten.
Y pa que nunca lo aprieten,
debe saber aflojar.
Al que sea le has de dar
su derecho meresido;
pero n'olvidés, te pido,
lo que áhura dise mi vos:
¡El derecho de la hós,
siempre debe ser torsido!...

Arrancate visi'o maña
de réis, y no te conduelas;
que p'acabar con las telas
hay que matar a l'araña.
Si rumbiás pa otra campaña
andá solo, no en montón.
Y confiá de corasón,
pa correr cualquier albur,
tan sólo en la Crus del Sur
y en la crus de tu facón.

No hagás causa con cualquiera;
y si te obligan, rascaté;
más tené presiente qué
"naides se rasca p'ajuera"...
Cuidate tuita sonsera,
que pa tu bien te lo pido.
Y, como no sós dormido,
has de saber colegir,
lo que te quiere desir
el viejo Santos Garrido.

La guitarra

(Foto: Hugo Covaro)
Al verte arrumbada y sola
he aventado de tu caja
el polvo que te amortaja
sin estar muerta, mi viola.
De tanto anudar con piola
tus viejas cuerdas barbudas,
están esas cuerdas mudas,
no puedo un cielo rasguear
ni al son de un triste implorar
al Señor de mis ayudas...

En tu caja resentida
de tu existencia razón,
como yo, en el corazón
tienes una larga herida.
Así, tu vida es mi vida
una la dicha fue ayer,
uno solo el padecer
y, si nuestra vida es una
tal vez la misma fortuna
gozosos nos vuelva a ver.

Allá en tus tiempos mejores
prendidas del clavijero
más de un cantor guitarrero
te envidió cintas y flores.
Una funda con primores,
que hoy se hizo tiras de rala,
te hubo bordado por gala
la moza que amé y me amó
y que también me dejó
de puro que ando en la mala.

Pobre la guitarra mía...
más de uno me ha preguntado
por qué ya no te he mercado
en una vil trastería...
Primero me moriría
asido a tu diapasón,
que si cuerdas de ilusión
no dan más voz que el silencio,
yo en tu mudez reverencio
mi honrada desolación.

Mas, no es tanta tu pobreza:
tus cuerdas emparejé
y ya a rasguear empecé
las notas de una firmeza.
Si tu voz es voz que reza,
honor es tu desventaja;
y solitos, en voz baja
daremos gracias a Dios,
siempre abrazados los dos,
tú a mi vida y yo a tu caja.

Recuerdos del carrero

(Foto de la Chata de Garbiso, Museo de Miramar)
Chata la mejor armada
del viejo tiempo que añoro,
la del cadenero moro
y de la yunta de alzada;
con vos subí la pesada
barranca de Montes de Oca,
y el recuerdo me coloca
las riendas en esta surda
cuando venía medio en curda
de hacer un viaje a la Boca.

Sentao sobre tu pescante
con seis o siete mil quilos,
cuántas veces mis estilos
silbé siguiendo adelante;
subía el repecho campante,
entraba por la cortada,
y en el boliche de Ahumada
hablando sin espamento
reducía en poco vento
alguna bolsa anafada.

De botas o sapatiyas,
de cualquier forma que fuera,
con esta pinta diquera
me floriaba en las oriyas;
hasta con los cajetiyas
hijos del trompa'e la tropa,
s'entreveraba mi ropa
los domingos de mañana
cuando a la cancha 'e Maidana
iban a tomar la copa.

Los liones, -corte shofica-,
diez y nueve abajo'e todo,
y arriba por acomodo,
veintisiete a lo marica;
más jailaifes que botica,
los timbos mejor puntiaos,
tacos altos y delgaos
resonando en la vedera
y el funghi gacho masera
con abujeros a los laos.

La camisa batará,
la faja negra enflecada,
goliya blanca bordada
con iniciales acá,
lujos que no se ven ya
gastábamos los carreros;
cinchada entre cadeneros
a cadena o a la cincha
y el gusto con que relincha
alguno de los tronqueros.

¡Chata de mi corazón:
t'estrené recién pintada
y un jueves bien fileteada
te saqué del corralón,
vos, qu'e en más de una ocasión
aliviaste mis apuros,
la de elásticos seguros,
más linda'e la tropa "El Toro"
la del cadenero moro
y de la yunta de oscuros!

(Pintura: Francisco Madero Marenco)

La doma

(Pintura: Eleodoro Marenco)
Qued'al pronto enlazado del cogote
el noble bruto que del sur de Trenque
Lauquen trajeron sin probar palenque
y sin siquiera acompasar el trote.

Puesta la rienda luego como un mote
del mozo fuerte que no es nada enclenque,
qu'en la derech'aseguró el rebenque
pa guiarlo mejor con el azote.

Nadie opinaba ya: muchos arrobos
llenaban de ansiedad a los paisanos,
y en ese instante de nervioso anhelo,

salió el potro feroz dando corcovos
con la cabeza puesta entre las manos
porqu'el jinete lo sacaba en pelo.

El domador

(Dibujo: Eleodoro Marenco)
A Raúl González Tuñón

Sereno y fuert'el arrogante mozo
para los golpes de la vida hecho,
muestra las carnes del robusto pecho
y desnudos sus brazos de coloso.

Al parecer, un tanto cuidadoso,
mira el lazo con aire satisfecho,
porque de la tropilla va derecho
a pialar un oscuro revoltoso.

Es un día de prueba cual no hay otro
ni otro gaucho como él en el concurso
que dome limpio y sin fatiga un pingo.

Por eso el mozo ha preferido el potro
de brava pinta, como buen recurso
para lucirse solo ese domingo.

El potro

(Pintura: Eleodoro Marenco)
Es chúcaro y por tanto, hasta salvaje:
patea, muerde y se sacude fiero,
que al verse acorralado en el potrero
vomita espumarajos de coraje.

Suelta la crin sobr'el pescuezo, encaje
forma flotando en su retinto cuero,
las orejas rebeldes, altanero
lo muestran a los ojos del gauchaje.

Se suponen allí que de los toldos
de las tribus del Chaco lo han traído,
que tiene los colmillos como guampas.

Y el que lo monta v'a sentir recoldos...
y hay un viejo con fama d'entendido
que aseguro no hay d'esos en las pampas.

Soy de los pocos que quedan


Traigo templao mi instrumento
por si se da el caso emplearme,
y si gustan escucharme
paren la oreja un momento.
Voy a levantar mi acento
pa’ que aprendan los que puedan
estos versos que se enriedan
en mi pasado florido:
¡Soy de los muchos que han sido
y de los pocos que quedan!...

Vivo mi vida presente
tal cual viví mi pasao;
nunca mirando al costao
sino, mirando de frente.
Si alguna vez por prudente
lo cuerpeo al aguacero,
no es por mezquinar el cuero
ni por andar reculando,
pues, ¡aún me están sobrando
dedos para guitarrero!

Siempre le he pegao parejo
sin nunca andar mañeriando
y le he de seguir pegando
sin fruncir el entrecejo.
A naides pedí consejo
y a naides le pido nada,
y ande copo una parada
trato siempre de guapearla;
¡la taba hay que soliviarla
pa’ calcular la clavada!...

Cuando la mala me amaga
procuro salir parao,
mas, nunca desparramao
como mata‘e verdolaga.
Ardedor como biznaga
nunca serví pa’ tiznasa;
lo va diciendo mi traza
sencilla, pero… de macho;
¡soy como astiya‘e quebracho
que es la que da mejor brasa!

A cuesta con mi osamenta
he de seguir sin ladiarme;
no soy hombre de arrimarme
pa’l lao que el sol más calienta.
Prefiero perder la cuenta
que andar como jarro ‘e tambo.
No confundir patizambo
con chueco ni con torcido;
¡yo a la vida la he carpido
con figuras de malambo!...

Y, aquel que me ponga en duda
que salga al medio y que cope
que pa’ ganarla al galope
se las va ver bien peluda.
Se va a poner peliaguda
si entran a hacerse los locos,
y a no andar con equivocos
ni menos con atropeyos;
¡no olviden que soy de aqueyos
que van quedando muy pocos!...

Del tiempo de antes

(Foto: Eduardo Amorim)
A la hora en que’l sosiego
de la oración se venía
y en el poniente se hundía
el sol, como bola ‘e fuego,
cuando el lucero muy luego
a encenderse comenzaba,
desde lejos se alcanzaba
a divisar un jinete
que al galope de su flete
cortando campo avanzaba.

Fácilmente se hacía cargo
quien lo mirara un instante
de que tenía por delante
algún viaje medio largo.
Pues se vía sin embargo
d’ir bajo el pellón guardau
más de un chifle y a su lau
pa’ que menos sitio abarque,
un gran pedazo de charque
tras de los bastos atau.

Montaba un gatiao overo
entuavía tan potrillo
que a gatitas el colmillo
le asomaba por entero.
Tanta pinta de ligero
tenía el animal aquel
que’l avaro más sin yel
le hubiera sin duda alguna,
fiado todo su fortuna
en cualquier andarivel.

Las narices como hornalla,
ancho el pecho, corto el lomo,
no se vía ni por asomo
en todo el pingo una falla
y si por su linda laya
era de justa alabanza,
no tenía comparanza
pa’ correr en el rodeo,
o florearse en lo más feo
de algún entrevero a lanza.

De redomón al estilo
iba el potrillo enriendau
con un sencillo bocau
hecho de puro pabilo
y pa’ viajar más tranquilo,
como gaucho previsor,
al cogote el maniador,
y a manera de cencerro
iba la pava de fierro
colgándole del fiador.

Vestía poncho de pañete
grueso y largo por demás
pues por la parte de atrás
le tapaba el anca al flete.
Pa’ que’l frío lo respete
iba en bayeta forrau,
a la cabeza añudau
un pañuelo que se atara
y haciendo sombra a la cara
el panza ‘e burro inclinau.
.......................................

Y cuando allá en el confín
de los horizontes vastos
murió el sol sobre los pastos
entre celajes carmín,
en la llanura sin fin
el jinete del gateado
cada vez más esfumado
por la oscuridad creciente
era un símbolo viviente
de nuestro heroico pasado.

Una cruz para el camino

(Fotos: Eduardo Amorim)
Era un picazo lucero
el pingo que lo mató.
El que un día le quitó
la vida a mi compañero.
Aquel quince de febrero
bajo un negro atardecer
le juro, me cuesta creer
lo que le vino a pasar,
si hasta a veces sin mirar
otra vez lo vuelvo a ver.

Mas vale no recordar,
los dos veníamos tranqueando,
la noche se iba cerrando
y empezaba a lloviznar,
cuando se pudo emponchar,
el picazo mansejón
no tuvo esa condición…
Bajo las nubes del cielo
parecía el poncho un pihuelo
que chuceaba al redomón.

El caballo corcoveando
salió en las patas parao
y aquel paisano emponchao
a estribo y rienda peleando;
las piernas le fui cerrando
a mi “moro”, sin tardar,
cuando lo fui a manotear
con la fuerza de mi brazo
cambió de vuelta el picazo
y no lo pude agarrar.

Esa vuelta desgraciada
allí me dejó pagando
y pa’ que seguir contando,
no pude intentar más nada.
Fue terrible la boleada.
Peligrosa y agresiva…
Rosendo, que atento iba
intentó salir parao,
pero igual quedó apretao
con todo el caballo arriba.

Desmonté, corrí a su lao
y en mis brazos lo tomé,
casi perdiendo la fe
cuando lo vi tan golpeao.
Con el rostro ensangrentao
y con la voz apagada
una frase entrecortada
me dio por última vez:
“-Hermano… no te asustés
que no me ha pasado nada”.

Era el fin de un domador
y de mi gran compañero
en un día de febrero
barroso y lloviznador.
Hoy cada día una flor
sobre su tumba le inclino
y por el triste destino
donde mi amigo cayera,
hay una cruz de madera
que le regalé al camino.



Al ñudo


No vengas a contarme que ha envejecido,
y que ya no es ni sombra de lo que ha sido;
porque, como hace mucho que no la veo,
tal como era hace añares, la ve el deseo.
Dende el día que empezaron nuestros desvíos,
sólo han ido al galope los años míos;
jueron los d'eya al trote como la luna
po'que el arao del tiempo no la tocara,
bajo el filo'e su reja puse mi cara,
y los surcos que en eya labró el acero,
le dirán aura y siempre lo que la quiero.
Ese cuento'e que es vieja, no me entristece,
que en el fondo'el recuerdo naide envejece.

Tiempo de trilla

Recuerdo de mi infancia
las manos de mi abuelo
eran manos honestas
y él era un hombre bueno

Recuerdo de mi infancia
el campo amaneciendo
el agua de arroyo
y el sonido del viento

Las voces a lo lejos
las tardes en la estiba
el olor a lavanda
y el té de manzanilla

La luz de los faroles
mi abuela en la cocina
el banco de madera
y la leña encendida

Recuerdo de mi infancia
el tanque y el molino
el carro, los caballos
el monte y el camino

El galpón, los aperos
la parva, la casilla
el frío del invierno
y el tiempo de la esquila

El alero de chapa
el sol en el tinglado
el olor de la lluvia
sobre el pasto mojado

Las noches infinitas
las lunas dibujadas
los paisajes plateados
y el lucero del alba

Recuerdo de mi infancia
el miedo a las tormentas
una casa muy frágil
y el temor de perderla

La lucha por la vida
el amor a la tierra
la angustia interminable
de esperar las cosechas

Y el momento en que estallan
de espigas los sembrados
y se inundan los campos
de trigales dorados

Y comienza la fiesta
y vuelve la alegría
y renacen los sueños
porque es tiempo de trilla

miércoles, 18 de mayo de 2011

Mi lobuno


En mi tropilla 'e trabajo
yo tuve un pingo lobuno,
lindaso como ninguno
y rápido como tajo.
Era bien domao de abajo
y en la boca jué mejor,
como tropilla, Señor,
y agatas lo taloniaba,
¡de mis piernas s'escapaba
de puro boraceador!

¡Lo hubiera visto pasiar!...
Trotiaba bien menudito,
como si al mesmo pastito
no lo quisiera pisar.
Asiadito para andar
y recogido en las riendas,
pa trabajar con haciendas
otro no había en el suelo,
y como caído del cielo
para conquistar las priendas.

Es lo mejor qu'he montao
en mis años de resero,
igual como parejero
que con un toro enlazao.
Corría en él sin cuidao,
pues era fijo y sereno;
dispués lo vendí y me apeno
porque m'he quedao sin nada.
¡Ah... si era en l'atropellada
de boliar abajo el freno!...