sábado, 21 de febrero de 2015

Turco mercachifle (Valseao)



En la polvadera del camino viejo,
la jaula de pollos debajo'el charré,
un gallo en el eje y un trote parejo;
ibas por la tarde de sol pangaré.

Tu vuelta en la zona era calculada,
porque casi nunca llegaste atrasao
y eras la alegría de la paisanada
cuando en la tranquera te vían parao.

Cuando daba el día ya su último rayo,
pedías permiso para desatar,
donde estaba incluido pasto pa'l caballo
y el asao de oveja que ibas a cenar.

Llevabas perfumes para las muchachas;
peinetas, puntillas o algún prendedor
y pa'los mensuales un par de bombachas,
tabaco, alpargatas y jabón de olor.

Traías noticias de tu itinerario
diez o quience leguas de ese alrededor
que pese a distancias era un vecindario
de amistades viejas que tejió el favor.

Soportaste a veces la broma guaranga,
otras el aprecio te dio el parabién
y bajo la lona de tu carrindanga
llevabas tus cosas, tus penas también.

Dejando a los chicos una golosina,
tu agradecimiento sentado quedó,
o le regalabas una prenda fina
a la paisanita que te sonrió.

Turco mercachifle, te alejaste un día
y en la polvadera de la inmensidá',
te fuiste perdiendo con la mercancía
trajinada y triste de tu soledá'.

Crespín (Aire de milonga)



¡Crespín! ...
va lastimando la tarde el clamor
de tu silbar dolorido y tenaz;
la noche llena de espera, caerá,
una tregua a tu ansiedad.

Y así,
se volverá a repetir otra vez
mañana y siempre tu eterno llamar
y siempre así, volverá tu silbar
y siempre inútil será.

¡Crespín!
lo triste de tu destino
se parece mucho al mío
tu vas por trás de una ausencia
yo voy buscando un olvido.

Y así, se volverá a repetir otra vez
 mañana y siempre tu eterno silbar
y siempre así, yo también volveré
con mi querer olvidar.

Cuando al caer de la tarde
silba su pena el crespín
su pena, pena por mí...



Esta es mi Tierra



Soy de ésta tierra, señores,
donde la lluvia no alcanza,
semillita que se siembra
se riega con la esperanza.

Soy de ésta tierra, señores,
donde los médanos duermen,
acunados por historias
de viejos aires ranqueles.

Soy de la tierra, señores,
donde no existen las penas
porque el viento se las lleva
lo mesmito que la arena.

Soy de ésta tierra que un día,
vio carretas y fortines
cruzar entre chilladoras
jarillas y piquillines.

Soy de ésta tierra, señores,
del buen tirador pa'l lazo,
de la esquila, de la yerra,
y la del gaucho a caballo.

Soy de ésta tierra, señores,
la del asado con cuero,
la de las siestas calientes
y las del viento pampero.

Soy de ésta tierra, señores,
del indio y de las patriadas,
la del corazón del mapa
y de las aguas negadas.

Soy de ésta tierra, señores,
donde la luna se enanca
sobre potrillos de arena:
¡ya ve que soy de La Pampa!




Gajo de Otoño (Huella)



Voy siguiendo la huella
que lleva el viento
que el otoño desgaja
mi pensamiento.

Me cobijo en la noche
con tu recuerdo
porque es largo el camino
que anda en mis sueños.

Solo tengo la nada
por tener algo,
nubarrones de penas
sobre mis años.

Nadie escucha mi canto
porque es lamento
gajo de árbol caído
que tiró el viento.
Tarará ralarara,
tará rarala....
gajo de árbol caído
que tiró el viento.

Mi esperanza es un río
que ya está seco
solo el cauce ha quedado
de amores viejos.

Muchas veces quisiera
pensarte un verso
pero pienso en tus ojos
y ya no pienso.

El caballo que monto,
va como el dueño,
porque es largo el camino:
tranqueando lerdo.

Nadie escucha mi canto
porque es lamento
gajo de árbol caído
que tiró el viento.
Tarará ralarara,
tará rarala....
gajo de árbol caído
que tiró el viento.


El Pampa Ciriaco



1
En los pagos de "El Bonete"
vivía el Pampa Ciriaco.
Era chueco, medio flaco;
¡la pucha qué hombre jinete!
Una güelta subió un flete
mucho antes de aclarar;
ya estaba cansao de hachar
cuando el día dio su rayo
y la espuma del caballo
comenzaba a coloriar.

2
Jineteando a rienda suelta
el animal ni lo mueve
y como a eso de las nueve
dentró a bellaquiar a güelta;
pero él en forma resuelta
lo hachaba hasta pu'el hocico.
El potrero le era chico
por la forma de hamacarse
y medio amagó a voliarse
allá por las once y pico.

3
Seguía hachando y castigando
cuando las doce llegaron
y unos bifes le alcanzaron
que los comió jineteando.
Hasta el suelo iba tocando
con los tacos de las botas,
medias gastadas y rotas
ande la espuela se aferra
y como araba la tierra
lo seguían las gaviotas.

4
Sacó del bolsillo un rollo;
era papel y tabaco
y encima de aquél bellaco
se armó un cigarro a lo criollo.
Al caer entre un arroyo
casi mata unos patitos
y fumando y a los gritos,
cuando el potro se le hundía
a Ciriaco se le vía
castigar los gorgoritos.

5
Al volver al campo raso
vino a cargoriasrlo un tero
y dando güelta el talero
le sacudió un garrotazo.
Dos avestruzas al paso
salieron de unas totoras
y al verlas tan tentadoras,
corrieron con ligereza,
se agarraba la cabeza
por no tráir las boleadoras.

6
De destreza haciendo alarde
y apadrinao por los perros,
se perdió atrás de los cerros
como a las tres de la tarde.
Tal vez ninguno le emparde
hazaña tan soberan.
Media afligida la hermana,
se empezaba a preocupar,
pero lo vio regresar
al cabo de una semana.

7
Y una mañana quieta
hubo en le rancho un apronte,
porque allá en el horizonte
se movía una silueta.
Se vio a el Pampa en el sotreta
volver de los infinitos.
Su mamá dijo a los gritos:
-"¡La Virgen oyó mi ruego!"
y corrió a prender el fuego
pa'hacerle unos güevos fritos.

8
Tráiba enganchao un peludo
en la espuela del pié izquierdo
y, todavía me acuerdo,
venía bastante barbudo.
Se descubrió en un saludo
después de volerarle el cuarto.
Ya de castigar tan harto
el rebenque jué gastando
y había llegao castigando
con la cola de un lagarto.

viernes, 20 de febrero de 2015

Milonga de la esquila


Máquina que va pasando
desde la chacra a la estancia
y de distancia en distancia
va las ovejas pelando;
majada remolineando
cuando en el corral se mete,
paisanaje que arremete
a punta de grito y perro,
como apurando el encierro
contra los lienzos del brete.

Un puchero de espinazo
que va servido sin mesa
y cada cual a su presa
la pesca con un pinchazo.
Mate cocido machazo,
la bolsa con la galleta,
vino en bota que se apreta,
cada cual su cimarrón
y pa cenar tempranón
el costillar con paleta.

La máquina en movimiento,
varillas pa'todos laos,
los paines bien afilaos,
maquinista bien atentos;
¡Amalaya! no haiga viento,
el temblor de las muñecas,
las piernas que se hacen chuecas,
el sudor del que no afloja
y damajuanas que mojan
las gargantas que están secas.

Abrojo que pincha feo,
agarrador que se afana,
el que rejunta la lana
a quien llaman "benteveo";
el balido, el forcejeo,
el vellón con su blancura,
puño que al final se apura
pelando la última pata
y cambia por una lata
el dolor de la cintura.

Mis trebejos





Como soy una persona
que ya el espinazo dueblo,
me vine a vivir al pueblo
cabrestiando a mi patrona.
Mi casita pobretona
al frente tiene unas rosas.
No tengo prendas lujosas
porque no las necesito,
pero tengo un galponcito
en donde guardo mis cosas.

Ahí está la catalina
que tuve pa'las carniadas
y dos lonjas enrolladas,
una gruesa y otra fina.
Mi rasqueta, mi escofina,
mi martillo, mi mordaza,
mi cuchillo verijero
y un látigo de carrero
con su azotera machaza.

He conservao la tijera
de cuando supe esquilar
y mi piedra de afilar
junto con mi muñequera;
mis dos botas de madera
y mi saco de arador;
ahí está el deschalador
con la cincha y la maleta
y, como esperando inquieta
mi pala de alambrador.

Bien guardao entre una lata
tengo un té medicinal
y un rollo de unto sin sal
pa'curarme alguna mata.
Mi banquito de una pata,
porque también juí tambero
y me ha quedao un sombrero
lleno de tarjas el ala,
que yo llevé haciando gala
en mis tiempos de bolsero.

He conservao un dedal
que jué la punta de un aspa,
con el que se abre y se raspa
la sarna de un animal.
Mi california especial
con muescas de atar varillas
y allí entre alesnas y hebillas
me queda un desvasador
y mi áuja de cosedor
de cuando anduve en las trillas.

En los montes trabajé
dando cien plantas por tierra
y áhi tengo el hacha y la sierra
que engrasadas conservé.
También las cuñas alcé
cuando dejé la campaña.
Pa'desvirar me di maña
y ahí quedó una fiyinga
y, aunque es herramienta gringa,
también tengo una guadaña.

Les pido por compasión
que aunque sea un sacabocao,
en mi fosa de finao
lo pongan con mi cajón.
Y como siempre juí pión,
pa'poderlo demostrar,
mis manos le viá a enseñar
al Eterno sin recelo
por si en las chacras del cielo
me llegan a precisar.


Durazno a cuarento el ciento (Milonga)




Al caminar el tobiano
diquea la cabezada
más lustrosa y bien cuidada
que cadena de italiano;
un moño rojo galano
le bate al sol su aspamento,
mientras el dueño contento
con la mano hace bocina
y grita mientras camina:
- ¡Durazno a cuarenta el ciento!

Blanca alpargatas de lona,
a rayas el pantalón;
negra faja de algodón
su camiseta, aprisiona,
el funghi no desentona
la pinta en ningún momento
porque en su requintamiento
sombrea su vista rana
al batirle a la fulana:
- ¡Durazno a cuarenta el ciento!

No hay baches que no conozca
de Belgrano a Mataderos,
para él no hay pozos fuleros
de Villa Crespo a La Mosca;
en su hombría sana y tosca
hay algo de sentimiento;
lanza su pregón al viento
en una nota alargada
y alborota a la barriada:
- ¡Durazno a cuarenta el ciento!

La flor del monte, patrona,
Lo' brisco y los amarillo...
Y acariciando el potrillo
un compás de tango entona;
tiene una frase burlona
y un piropo en un momento
y mientras observa atento
a una paica que transita
se sube la faja y grita:
- ¡Durazno a cuarenta el ciento!