"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
En la verde inmensidad Quedan los ayes grabados Y ranchos abandonados Lloran su cruel soledad. La amargura fatalidad Posa su garra pesada Dejando senda marcada, Entre zarzales y abrojos Con rastros tibios y rojos De la sangre derramada.
Pero, el iris aparece Con majestad corpulenta, Palpa su fin la tormenta, Pierde vigor y fallece. Un anhelo reverdece, No se le puede olvidar; Y al sentírsele vibrar, Besando las banderolas Para volver al hogar.
Así, Juan Pérez, soldado De brava caballería, Va en un moro de su cría Rumbo al ranchito soñado. Marcha, se acerca templado Divisa con sus miradas Las tranquilas hondonadas De las costas de Marincho; Y el moro lanza en un relincho Con las orejas paradas
Galopa. Ya está cercano El gozo que lo recrea, Sujeta el flete, se apea Y queda mudo el paisano. En su semblante serrano No muestra duelo ni palma, Pero al buscarse la calma Que lo consuele y reintegre, Traga una lágrima alegre Que la recoge en el alma.
Fue a combatir como bueno Por sus puras convicciones, Estrangulando afecciones Que conservan en su seno Cargo resuelto y sereno Sin jamás retroceder; Y jugó todo su haber, Vendió sus horas felices, Para ganar cicatrices Al cumplir con su deber.
¡Pobre gaucho! - ¡Si al sacar su sable por su bandera, fuese algo más que escalera donde otros van á pisar! ............................................ ............................................ Los que lo saben buscar Para hacer una patriada, Sepan que aquella carnada Suculenta y desprendida Tiene una choza querida Que no la cambia por nada.
Como gladiador cansado Pierde las fuerzas el día, Perfumando su agonía El fresco soplo del prado. Queda el oriente pintado Por penumbras, con derroche; Y en actitud de reproche, Cuadrado el sol, de soslayo Recoge su último rayo Al presentarse la noche.
Con nuevo impulso verdea La flora de la campaña, Quebrando con faz huraña Despojos de luz pigmea; El pastizal parpadea Sobre la inculta colina En las regiones campestres, Sueltan las aves silvestres Su plegaria repentina.
Por apretado sendero Sale del monte un jinete Rompiendo el tupido brete Del pajonal majadero. Teme, recela y ligero, Casi en pleno desvarío, Le tira al campo y al río, Á la izquierda y la derecha, Una mirada de flecha Que va á sondar el vacío.
Es desertor. Su delito Le impone firme misterio Y huyendo del cautiverio Anda sin rumbo y solito. Por las penuria marchito Busca saludable riesgo; Y en brutal desasosiego Cuando el sentimiento brama, Oye un rancho que lo llama Con clamores de fuego.
Allá vá. Sabe seguro Que el sable lo pastorea, Que es desigual la pelea, Que es muy amarga el apuro. Pero, gaucho fuerte y duro Lleva un propósito fijo, Guarda un tierno regocijo Que lo arrastra desde lejos, Hay en el rancho dos viejos Que no los olvida el hijo.
Entre dudas y temores Pisa la choza querida Donde sembró su partida Desalientos y dolores. Toca á sus progenitores Con sobresalto sincero; Y en el silencio campero, Como indudable noticia, Salta una franca caricia Que se le escapa al matrero.
Es muy corta la visita Porque lo quiere la suerte Pues un pampero de muerte Sobre su cuerpo palpita. De la pareja bendita Se despide sin rudeza; Y al resolver con firmeza Regresar á su retiro, Monta llevando un suspiro Para matar su tristeza.
Vuelve solo á la guarida, Conquista de independencia Preparado á la violencia Y á vender cara su vida. Nadie lo ampara ni cuida; Nadie le ofrece perdón, Que la carne de cañón Y el siervo de mil señores, No tiene mas defensores Que su astucia y su facón.
Serena noche de estío Sobre los campos gravita, Y el fresco césped dormita Con arrullos del rocío. La luna, de su atavío, Tira girones al suelo; Y como inmenso pañuelo, De un polo al otro estirado, Muestra su forro estrellado El negro poncho del cielo.
En el llano y en la loma, Con ademán soñoliento, Deja la brisa su aliento Lleno de silvestre aroma. Por todas partes asoma Una calma indefinida, Y la canción repetida Del terutero risueño Surje como tierno en sueño De la campaña dormida.
Cual mensajera secreta, Que marcha con desconfianza, Mueve sus ruedas y avanza Una pesada carreta. Su corpulencia de atleta Pide un viaje paulatino, Y al proseguir su destino, Solitaria y lentamente, Deja una huella patente Culebreando en el camino.
Aquella mole se agita Sobre piedras y terrones, Cumpliendo las precauciones Que su masa necesita. Salva una zanja maldita Con vaivén muy calculado, Ya se inclina de un costado, Ya se detiene en la brecha, Y al fin, entera y derecha Rueda en sendero trillado.
Salta del eje un lamento Con pretensión de gemido, Y un ínvariable crujido Acompaña el movimiento. Retumba el sonoro acento Del conductor majadero Y como frase de acero Que se interpone tirana, Va cimbrando la picana Sobre el hombro del carrero.
Llega á un paso y blandamente Como en terreno seguro, Sin atropello ni apuro Se desliza en la pendiente. Corta la suave corriente Bañando á veces su lecho; Y un buen grito de provecho, Pegando á los delanteros, Levanta los pertigueros Para subir el repecho.
El monótono rumor De la marcha se acentúa Y tranquilo continua En el flanco el director Su alarde de trovador Queda pronto descubierto, Y formulando un concierto De alegrías y pesares, Desparrama sus cantares En el medio del desierto.
Corren las horas cortando La longitud de la vida, Y blanca faja tendida Va el horizonte pintado. Sale el sol con voz de mando; Y al despedir la alborada, Hace soltar la hoyada, Ordenándole al carrero Que junte con su apero Fuerzas para otra jornada.
A la Sociedad Criolla (Mayo 25 de 1900) --------------------------
Tengo en el bosque del alma Y con placer cultivados Yuyos que están impregnadas De persistente verdor, Yuyos de espeso follaje Y de prensoras raíces, Yuyos que en horas felices Suelen llegar á dar flor.
En ellos rueda la savia De la primera sonrisa, La que despertó sumisa En los pliegues del capuz, La que nació sin saberlo Para ser inextinguible, Huella que en placa sensible Dibujó un rayo de luz.
En ellos vive galana Derramando consistencia Las mas delicada esencia De gratísima visión; Aura que rompiendo el éter Para quebrarse en el suelo Cayó sin ningún recelo En cáliz de corazón.
Por ellos va circulando Entre fresca clorofila La imagen que mi pupila Robó al agreste vergel, Copia de un mundo brillante Sobre sangre recibida Y en cierta fibra esculpida Por primoroso cincel.
Hoy que cumples tus seis años En perpetua primavera, Dejar constancia quisiera De lo que palpita en mí. ¿Qué te ofrezca... Tú bien sabes que mis afanes son tuyos, con las flores de mis yuyos hago un ramo para ti.
Un rancho solo, un hornero Que canta encima de un nido, Un espinillo florido Besado por el pampero, Un rumor bajo el alero Con leyendas de la sierra, Una golilla que encierra Toda la fibra de un bando Y una bordona cimbrando Sobre el amor de la tierra.
Dentro hay un foco encendido Que sus destellos derrama Haciendo clarear la fama Del contacto que ha sentido Que como facón pulido Tiene brillo hasta en la cruz, Que desmenuza un capuz Para mostrarnos alhajas Y que atraviesa las pajas Con puñaladas de luz.
Esa vivienda retrata Una regional simiente, Que fue la fecunda fuente De las orillas del Plata, Manantial con fuerza innata Para imponer su nivel Y que, anhelando el laurel De las libertades plenas, Dejó salvos de cadenas Á los reyes del corcel.
Y el foco que la ilumina con fulgor exuberante es un cerebro arrogante lleno de savia argentina, es ese Montiel que trina en su entrerriano regazo, ese gallardo chispazo que donde roza cautiva, ese que al alma nativa le robo el mejor pedazo.
Nosotros, admiradores Del rancho y de su cortejo, Laguna que da el reflejo De nacionales colores, Ante la luz, muchas flores Ponemos en este día, No flores de cortesía, Sino flores con halago De un yuyo que en este pago Se le llama simpatía.
Noble mujer fortinera,
guapeza en tiempo aciago
que se alejó de su pago
gaolpeando campo afuera.
De buena ley, compañera
del hombre que tanto quiso,
juramentó el compromiso
de no dejarlo hasta el fin,
¡por eso llegó al fortín
y entró pidiendo permiso!
Pasó a la fuerza efectiva
con derecho a las raciones,
y mucahs obligaciones
marcadas por directivas.
Cuando ingresó la cautiva
que pudo ser rescatada,
ella que estaba formada
a la vida de frontera
la protegió en la trinchera
cuando amagaba la indiada.
Le dió valor a la vida
de tanto palpar la muerte,
jugando un poco a la suerte
en los ataques suicidas.
Supo buscar la comida,
ligar una lanza rota,
hacerse de un par de botas
de las patas de una yegua,
¡y del mangrullo a la legua
ver dispersos en derrota!
Cuando salió el regimiento
a cumplir con sus deberes,
quedaron estas mujeres
al mandato de un sargento.
No se escucharon lamentos
y menos gritar llorando,
la corajeraron fumando
sin llmarse por el nombre;
¡a cuántas vestidas de hombre
las vieron morir peleando!
Tuvo hijos por la pasión
que nació del fortinero,
y también del indio artero
que la llevó en un malón.
Como acto de afirmación
de la violencia inaudita,
¡está la puntana "Rita"
que en un toldo cautivada
por un cacique violada
fue madre de "Baigorrita"!
Aunténticas heroínas
fueron las mujeres nuestras,
con abundancia de muestras,
para la historia argentina.
Con estas blancas genuinas
que amojonaron fronteras,
llegaron indias sureras
que bajaron del caballo;
¡un veinticino de mayo
para abrazar la bandera!
Me gusta que salga sola pa'tirarle de bolcao, echarle el cuerpo al costao, que castigue con la cola, se haga como una bola retirao de la tranquera, donde un paisano espera sentársele en el suelo y salir pegao al pelo sin mezquinarle sotera.
El pial, puerta afuera, las jineteadas y domas, no lo tomen a broma que no es para cualquiera; el yeguarizo es fiera y sale como balazo, tiene que ser baquianazo pa'juntarle los brazuelos quien no se largue al suelo va a recibir un porrazo.
El pialador baquiano hasta se pone mañero cuando pisa el primero, ya le junta las dos manos; es lindo ver al paisano bien lejos de la tranquera, meterle hasta la pera un revés y de volcao queda humeando el trenzao del potro la polvareda.
Y esos son los retazos de toda una vida rural, el escenario: el corral, las duras trenzas de un lazo, el gaucho, paso a paso se topa con el salvaje y sin elegir paraje, sin tener otra ventaja que el revenque, la rodaja, su habilidad y su coraje.
La mujer y la guitarra como muchas cosas más, las hizo Dios pa'tocarlas más yo no puedo olvidar, las guitarras que he pulsao con el afán de encontrar, la que acompañe mis sueños y esto no es por comparar; hubo algunas que al templarlas comenzaron a chillar.
Una vez tuve una hermosa, guitarra de formas finas; que me gustaba tocar porque era dulce y gemía. No fue guitarra pa pobre, me la llevaron un día; y hoy no me aflije su ausencia, pues por cosas de la vida; supe que anda en otras manos gimiendo como en las mías.
Quedé solo con mi suerte pero algún tiempo después, de la vida en los caminos otra guitarra encontré. Fue por viejas experiencias que apenitas la templé, como aquél que la tuvo antes que yo, alguna vez; me dí cuenta que mentía y yo también la dejé.
La guitarra sabe ser como su mismo encordado, que cuando es nuevo desdice y anda bien después de usado. Vuelve a desdecir de viejo y en tal caso hay que cambiarlo, más el que cambia guitarra por cosas que ya he expresado; puede perder la que tiene sin agarrarle la mano.
Hay maneras muy distintas de igualar un encordado, puede ser por las bordonas tercera alta o prima baja, y hay otra forma secreta que conocen los que cantan; el de guitarra llorosa aunque es difícil templarla, porque han llorado cantores sin que llore la guitarra.
Hay guitarras que son duras, las hay demasiado blandas... y hay otras que no se templan ni con clavijos de plata. También las que desentonan con quien las tiene y les canta... Yo quisiera una sencilla que aunque me cueste templarla, se duerma sobre mi pecho así quiero una guitarra.
Siempre la gente me ha dado
un lugar para cantar
o mejor dicho pensar,
en voz alta y con cuidado.
Aprendí a dejar de lado
las vanidades vacías,
escombro de la porfía
que el hombre lleva en la mente
y que crece tristemente
en las almas sin valía.
Golpe tras golpe y caídas,
no mellan los sentimientos,
ni se arreglan con lamentos
las cosas que están perdidas.
Las estrellas encendidas
solitas se han de apagar,
aprender a razonar
es un deber del cristiano;
sino en el primer pantano
seguro se ha de quedar.
Se equivoca en esta vida
quien cree que compró la suerte,
sobre el débil pasa el fuerte
y aprovecha la partida.
Pero el ave mal herida
si recupera su vuelo,
sabe que en el ancho cielo
su remedio ha de encontrar,
y así podrá restaurar
sus más profundos anhelos.
Al recibir una mano,
si bien es de buena fuente
siempre he tenido presente
el sentimiento más sano.
Cuando el potro es orejano
es dueño de su destino,
pero el avaro es mezquino,
el que sólo piensa en él;
no tiene un amigo fiel,
es oscuro su camino.
Pensamientos de un trovero
hoy aquí he venido a dejar
solo por querer andar
con el canto verdadero,
"un grano no es granero"
dice un proverbio español,
y si tenemos buen sol
la cosa va a ser pareja,
aunque la luna sea vieja
siempre sirve de farol.
Viejo algarrobo, tu sombra centenaria y bonachona trae frescuras al alma de distancias y de auroras.
Cuántas lunas y luceros alumbraron tu silencio cuantos recuerdos lejanos te han arrimado los vientos
Algarrobo sos ejemplo de firmeza y de ternura si supieras como siento tu infancia en tardes de lluvia.
Que suerte poder tenerte junto a mi pecho y decirte que si una esperanza muere, entre tus ramas revive.
Algarrobo... sueño y luz, destino de siembra nueva. Refugio de las estrellas, aliviador de las penas.
Pronto llegará el invierno, yo vendré a buscar tu abrigo y me quedaré en tus brazos para cubrirme del frío.
Quiera Dios, viejo algarrobo que a tu corazón de árbol lleguen un dia mil rosas a perfumarte los años. Símbolo de “La Teresa”, Viejo algarrobo entrerriano.
Rojos amaneceres que ayer me vieron salir dentre mi rancho con cara e sueño, con cara e sueño pues regresaba de pasarme la noche sobre la almohada.
Sobre la almohada sí, nido e de delicias, donde me hacía un lugar tu cabecita. Tu cabecita si, ¡dónde andará! ¡Con quién la almohada compartirá!
Rojos amaneceres que ayer me vieron salir dentre mi rancho con cara e sueño, con cara e sueño porque no duermo por compartir la almohada con tu recuerdo.
Por la huella de la noche
me verás pasar muchacha,
por estos campos de Dios
llevando el diablo en el alma.
Ya ni se hacia donde voy...
sé que voy y eso me alcanza.
Pa mí la vida es un campo
sin tranqueras ni alambradas,
miro al pájaro en su vuelo
y no le envidio las alas;
él podrá ganar el cielo,
a mí la tierra me basta.
Si me canso, desensillo,
me pego una refrescada
y duermo sobre los pastos
bajo la noche estrellada.
Antes de dormir entono
una canción de pasada,
no me duele el corazón
no tengo penas guardadas...
Tristezas suelo tener
pero nunca digo nada,
al que está triste o alegre
se le nota cuando canta...
Tristezas suelo tener
pero nunca digo nada.
En el flete de la vida,
a la muerte llevo en anca;
la vida me da la vida,
la muerte nunca da nada.
Por la huella de la noche
me verás pasar muchacha
por estos campos de Dios
llevando el diablo en el alma.
Dos hileras de alambrado con duros postes rollizos, resguardan bienes y haciendas de los dos campos vecinos, separados por la cinta polvorienta del camino; camino que en la quietud de esta tarde de domingo, bajo un limpio cielo azul y un ardiente sol del estilo, se ha poblado de jinetes que esperan con regocijo ver la anunciada carrera del tostado y el tordillo.
Lucen pilchas domingueras forasteros y vecinos; pañuelos de seda al cuello, botas de lustroso brillo, y mucha plata en los cabos de rebenques y cuchillos.
Un viejo boliche esconde su roja faz de ladrillo, después de una doble hilera de redondos paraísos que estiran su sombra espesa hasta el borde del camino; boliche cordial que se abre en la paz de los domingos, ofreciendo a su parroquia sombra fresca y techo amigo.
Adentro, la animación crece a la par que el bullicio, y hay un rumor de guitarras entre el ronco vocerío, y el aire está espeso de humo y de vapores etílicos.
Afuera, fila apretada de caballos aburridos, resignadamente esperan bajo el sol que es un castigo. Sonoras coscojas ruedan con un incesante ruido, y suena de vez en cuando la sirena de un relincho.
Está el ambiente de fiesta, y como el juego es un vicio que en el alma del paisano encuentra fácil cobijo, se cruzan con entusiasmo apuestas hechas a gritos.
-"Juego un pesito al tostado... -"¡Pago!; mi peso al tordillo. Y así se les va el dinero, peso a peso, del bolsillo; dinero que casi siempre se ganó con sacrificio en trabajosas jornadas de sol, de viento y de frío.
¡Largaron por fin! Ya vienen a todo correr los pingos, como flechas disparadas por el arco de algún indio; vincha blanca el del tostado, vincha roja el del tordillo, y en pelo sobre los lomos, los dos jinetes tendidos.
Redoblan los duros cascos sobre el parche del camino, y en sendas nubes de polvo que el sol cambia en oro fino, pasan los dos estirados en un esfuerzo continuo, dilatados los ollares y los ojos encendidos, por una huella el tostado, por la otra huella el tordillo. Ambos van como empujados por un mismo torbellino, juntos, iguales, parejos, en cotejo tan reñido, que es muy probables que no haya ni vencedor ni vencido.
Sobre los flancos, las lonjas, descargan rudo castigo y apuran los parejeros su ya acelerado ritmo. En la emoción de la lucha están los ojos prendidos, y de las bocas resecas escapan, roncos, los gritos que vocean al tostado o que animan al tordillo.
- "Nada hay hecho; ha sido puesta". - "Devuélvame el peso, amigo".
Sobre el campo reseco
cae un agua pausada,
que la tierra sedienta
absorbe, bebe, traga.
Bendición de los cielos
que Dios transformó en agua.
Por fin podrá el arado
romper la tierra blanda,
y dibujar sobre ella,
un trazado de rayas;
por fin, sobre los campos,
sonríe la esperanza
de futuras cosechas
y próxima abundancia.
¡Gracias a Dios, vecino;
esta agua vale plata!
Arroyo de los olvidos
Vengo a probar de tus aguas,
Con un cansancio en el alma
Y el corazón dolorido.
Por eso llego y te pido
Aliviador de dolores;
Que cures los sinsabores
Que he venido padeciendo,
De nuevo aquí estoy sediento
Quiero olvidar sus amores.
Yo se que siguen doliendo,
Viejas heridas cerradas.
Parecen cicatrizadas
Pero adentro están ardiendo.
Yo tengo desde otros tiempos
Heridas que andan conmigo,
Y aquella que me hubo herido
Es la que quiero olvidar.
Por eso es que estoy acá
Arroyo de los olvidos.
También se que los que olvidan
Parece que no sufrieran.
Pero les anda una pena
Como una espina metida.
Y ansí transitan la vida
Sin llorar lo que han querido,
A pesar de que han sentido
Dolores que no comprenden.
Lo mío es muy diferente…
Arroyo de los olvidos.
Con tristeza te pregunto
Si ha bebido de tus aguas,
Porque juró que me amaba
Con su sentir más profundo.
Que sólo tenía en el mundo
Como sueño muy querido
Lo que le dio el amor mío,
Pero una tarde sin sol:
Se fue sin causas ni adios…
Por gaucha y por femenina,
por lo patriótica y bella
tiene apariencia de estrella
nuestra mujer Argentina.
Es poesía y heroína
y en las èpicas contiendas
cortó rumbo y abrió sendas
cuando el Santo de la espada,
tendió el arco su mirada
lindando con la leyenda.
En la sala colonial
el caballero español,
ante ella postraba el sol
del antiguo cuño real.
Esa hermosura especial
que la muestra interiormente,
es un ósculo en la frente
de las más bellas memorias;
marco de triunfo en la gloria
y canción en el presente.
Si se hamaca en una danza
es acorde musical,
y si borda una inicial
es amor y es esperanza.
Si un amargo nos alcanza
hasta el alma se arrocina,
es gracia cuando camina,
fragancia cuando nos besa;
por eso tiene grandeza
nuestra mujer Argentina.
Nada que ver con las diosas
ni con la Venus del Nilo;
tiene cadencia de estilo
y curvas maravillosas.
Es fragante y hacendosa,
sencilla y cautivadora,
elegante, seductora,
dúctil, suave y atrayente;
como el agua de una fuente
que los astros enamora.
Cuando los años hostiles
me conviertan en despojos,
y se humedezcan mis ojos
por encontrar sus perfiles;
los motivos varoniles
serán ayes de locura,
añorando su blancura
he de proyectar mi suerte,
como un presagio de muerte
que no encuentra sepultura.
Cuando presiento la boca
de la que yo quiero tanto,
la copla se vuelve llanto
en mis inquietudes locas,
inmaculada provoca,
en sueños la oigo decir...
y no puedo describir
el misterio de su trazo:
quiera Dios entre sus brazos
pueda tranquilo morir.
Yo soy del tiempo de tantos, sin tiempo y sin edades; arrastro cien soledades y mil frustraciones duras, buscando en noches oscuras, cien soles y claridades.
Yo he nacido payador que es el arte primigenio, mezcla de astucia e ingenio y de sentires profundos; y que tiene como el mundo tras de sí varios milenios.
Cantor que improvisa coplas asegún las va pensando y a su vez las va entonando de acuerdo a una melodía. Difícil la trilogía: cantar, pensando y rimando.
Cantor que no tiene época ni límites de frontera, idioma, ley ni bandera, porque existe en todas partes, universal como el arte donde la belleza impera.
Bueno, ya he cantado largo aunque nunca suficiente; y aquél que escuchó atentamente: ¡gracias por los buenos modos! y al que no a pesar de todo ¡gracias por ser tan prudente!.
Hizo como quien jugar, (sin sal ni grasa), un pancito, y lo puso en un platito pa llevarla a solear. Esta se entra a levantar, revienta y sale pa'juera, y ella como es panadera a más le gusta amasar, aura con ella hace el pan que es levadura casera.
En un poco de agua tibia, diluye una cantidad, de lo que va a amasar, moja una parte de harina. Le espolvorea por encima le hace una cruz con amor, se encomienda en el Creador, lo deja pa'l día siguiente, pa que de nuevo reviente si no le falta el calor.
Capaz que está cerca el fuego, lo arrima con alvertencia y se arma de paciencia pa que estuviera más luego. Y entre trajines y ruegos Dios le brinda ese favor; y ella que es de corazón forma la masa y la deja, con grasa 'e chanch'o de oveja pa que se leude mejor.
Después hizo fuego al horno con la leña que juntó, la masa que preparó la fue a pasar en el torno. Luego remueve el rescoldo, sacó toda la brasita, puso el pan enseguidita pa repartirlo a la gente, pa'l mate con pan caliente eso de la tardecita.
(Foto: Aldo Sessa)
Se presentó Santa Rosa,
temporal de la leyenda,
y llevaba una semana
apaciguando una seca.
Se habían cortao los caminos,
aislando gente y hacienda;
la estancia se despertó
en un rumor de tragedia:
la mimosa del patrón
había amanecido enferma.
Era una rubia preciosa,
un ángel sobre la tierra;
y a juzgar por el estao
no alumbraba cosa buena.
El patrón por el teléfono,
le habló al doctor que saliera,
que él iba a salir también
para adelantar su enferma.
Pero al llegar al arroyo,
pa'cruzarlo...¿de'ande, yerba?
Si estaba fuera 'e los causes
más de dos cuadras y media.
Allí terminó el camino,
allí siguió la tristeza.
La madre abrazada a su hija
miraba el agua revuelta
y el doctor en la otra orilla
dando recetas por señas.
Iluminó la tormenta
y recortó en la llanura,
un relámpago de acero
a un gaucho de tez morena.
Que venía en un tordillo
galopeando a media rienda,
paró, sofrenó el caballo;
de un salto echó pie a tierra...
Su saludo fue diciendo
aquí estoy pa lo que quiera.
La madre le quiso hablar
pero la ahugó la tristeza,
y el padre tartamudeando
le decía a media lengua:
-"¿Sabe Señor, lo que pasa,?
¡que está muy grave mi nena!...
"¡Mire el doctor dónde está!,
pero hasta allá, ¿cómo llega?!"
Entonces dice el moreno:
"¡No está muerto quien pelea!".
Desensilló su caballo,
le sacó recao y rienda;
se acomodó el chiripá,
descalzó las nazarenas...
De un salto volvió a montar
y gritó con voz serena:
-"¡Lo único que le pido,
que me la den desenvuelta"...
"Ya ven que el diablo anda suelto,
pero que Dios me proteja!
¡Via llegar con mi caballo
donde no pasó la ciencia!".
Se volvió corriente arriba
pa después tirarse en ella,
él sabía que su tordillo
iba a cumplir su promesa.
Porque un sabino jamás,
desmereció la leyenda.
Cuando llegaron al medio,
remolinos de tragedia,
querían sacar del brazo
aquella flor de inocencia.
Que apretada sobre un hombro
y acostada en la derecha,
parecía un escapulario
sobre un albardón de tierra.
Cuando llegó en la otra orilla
y se afirmó en la ribera,
vió que la mano de Dios
le había encendido una estrella.
Allí se la dio al "dotor",
palmeó el pingo en la paleta,
y le dijo: "Bueno, hermano,
está al medio tu promesa".
"Ahora descanse un ratito,
le viá exigir otra fuerza",
a las dos horas y medias
estaba el negro de vuelta.
Con la chiquita en los brazos
y cumplida su promesa,
por lo que dice el papá
-"Se ha ganado esta carrera...
y usted, ¿cuánto va a cobrar?"
-"¿Yo?, ni las gracias siquiera,
Cuando hago de estas gauchadas
¡nunca fijo recompensa!"
"Pero sí viá reprocharle,
para aliviar mi conciencia,
de que hace unos cuántos años
dicen que por muy chambón,
Usted me echó de una yerra".
"Le via a hablar por mi caballo
él fue quien cruzó a su nena,
y aunque es un pobre animal
quiero que tuitos lo sepan".
"Que aquí naides es más que naides
frente a la naturaleza,
y a mí que por ser moreno
la sociedad me desprecia,
que por pobre y por humilde,
no pude ir a la escuela..."
"Y a usted, Señora, le pido,
cuando haga dormir su nena,
en esas noche de lluvia
en que el sueño matrerea,
le enriede un cuento como éste
que tiene olor a pobreza".
"De que éste moreno viejo,
que no conoce una letra,
que por pobre y por humilde,
no pudo ir a la escuela
cruzó, donde hace un momento,
no pudo cruzar la ciencia".
¡Viejo poncho! te han cribao
de tiempo, los rebencazos,
como si fueran lonjazos
en un lomo de reservao,
pero vos seguís plantao
y no te sacan ni a cincha
porque cuando el viento tincha,
tendiendo tu trabazón;
sentís a la tradición
como un bagual que relincha.
¡Cuántas veces poncho mío
en tiempo inclemente y duro,
me sacaste del apuro
amparándome del frío!
Y cuando el cielo bravío
corcoveaba en refucilos,
con la trama de tus hilos
cerrada en trenza machaza;
eras como una coraza
que mella todos los filos.
Cuando te llevaba envuelto
como culebra en el brazo,
paraste más de un hachazo
que se venía a darme el vuelto.
Y corajudo y resuelto
entraste en el entrevero.
Y en más de un avance fiero,
cuando topaste un cañón,
¡te fuiste en el borbollón
hasta taparle el aujero!
Vos eras como un consuelo
cuando al tostao frente blanca,
le acariciabas el anca
como peinándole el pelo.
Y cuando en brusco revuelo
lo chicotiabas, travieso,
él encorvaba el pescuezo
como mirando la senda;
y me iba pidiendo rienda
mientras bordaba un bostezo.
¡Poncho de mis campereadas,
mis sueños y mis recuerdos;
que cruzan dulces y lerdos
por mis horas perfumadas.
Al evocar la jornada
que compartimos los dos,
yo siento como una voz
que desde el fondo me grita:
-"¡En esta tierra bendita
mi mejor amigo, sos"!
Rozando el pecho en la arena
Sobre un bajo dilatado
Corre un arroyo asustado
Como huyendo de una pena.
Una silvestre azucena
Sonriendo en el borde está,
Canta en el monte un sabiá
Y los ceibos al dar flores
Bañan sus lindos colores
En suspiros de arazá.
Junto a la loma que baja
Por la pendiente cercana
Hay una vivienda humana
Vestida de barro y paja.
La envuelve verdosa faja
De frescos saúcos en flor,
Y en un ombú protector
Que no conmueve el pampero
Cuentan los nidos de hornero
Dulces historias de amor.
Vive en aquella morada
Pedro Sosa, un campesino,
De chiripá de merino
Y de melena rizada.
En su estudiosa mirada
Y en su presencia imponente,
En su sonrisa elocuente
Y en su lenguaje chistoso
Se vé el tipo majestuoso
De una raza inteligente.
Piensa sin retroceder
Dejar cachorros y cueva
Porque imperioso lo lleva
Muy lejos otro deber.
Entre congoja y placer
Mira al pingo que lo espera
Toma el poncho, sale afuera,
Y sosteniendo un combate
Recibe el último mate
Que le da su compañera.
Se aproxima la partida
Y el tigre de la llanura
Sabe rodear de ternura
Su varonil despedida.
Monta con el alma herida,
Sigue su rumbo derecho;
Y en el bajo o el repecho,
Cuando su cara levanta,
Muestra un nudo en la garganta
Y una esperanza en el pecho.
Después... con leal frenesí
Y en un entusiasmo tremendo
Suena el clarín sacudiendo
Los campos de Sarandí.
Pedro Sosa forma allí,
Como un titán atropella
Contra el opresor se estrella
Y al levantarse su brazo
Parece que su sablazo
Dijese altivo: Por ella!
Miradle: No es el chacal
Que confiado en la sorpresa
Espera su fácil presa
Oculto en el pajonal
Es el paisano oriental
Que sentimientos encierra
Lleva su sangre a la guerra,
Lucha con ansia indomable
Y compra a golpes de sable La libertad de su tierra.
.................................
Pd: Evocando la batalla del arroyo Sarandí - Florida, Rep. Oriental del Uruguay
el 25 de octubre de 1825 entre Juan Antonio Lavalleja y Bento Manuel Ribeiro.
¡Gaucho! Centauro indómito, auténtico exponente de una raza a quien jamás exaltara pluma alguna que escribiera la historia de mi patria.
¡Gaucho! Una paloma en tus ojos y un tigre dentro del pecho, fuiste manso con los mansos pero al pesar tus derechos la tacuara formó parte de tus manos y tus nervios. Fuiste bagual en el llano, fuiste puma entre los cerros y cóndor con San Martín, cuando cruzaste los Andes y con él ganaste el cielo.
Entre llanto de guitarra y grito de montonero, con Facundo y con el Chacho y con Juan Manuel y Dorrego; hiciste tuya la patria que pretendió el extranjero. Dijeron que eras salvaje, por eso te persiguieron y clavaron en tus carnes la daga del sufrimiento, cuando no se qué "señores" te declararon: "matrero".
Y la sangre hecha semilla dejada en mil entreveros, cuando montao en un potro sin mas armas que tus sueños, sembraste patria y conciencia para cosechar derechos; nunca te lo valoraron... según por ay dijeron: -"total es sangre de gauchos y no tiene ningún precio". Mas tu único ideal era el de ir ganando patria... Pienso que siempre el cristiano apechugó el sufrimiento, es por eso que yo siento de esta manera tu ofensa; por salir en tu defensa yo te brindo mi homenaje, con mi pluma y con mi acento. Porque tu tierra es la mía, porque es tu sueño mi sueño; que se enojen los que quieran: yo... ¡yo te bendigo "Matrero"!
Toda la tarde he probao
entre la prima y la cuarta
porfiando con una nota
y no he podido templarla…
La pava chilla y ni un mate
ha pasao por mi garganta
y si sigo ansí, la noche
se va a echar sobre las casas.
Gastando tabaco y tiempo,
aquì estoy sin hacer nada.
Patrón de mi aburrimiento
me he quedao solo en la chacra
entre dominante y tono
de una milonga pampeana.
Bozal para los recuerdos
que a mis recuerdos amansa.
Sin encerrar la lechera
ni traer leña pa’ las casas,
abrazao a la tristeza
que destila mi guitarra.
En un tiempo fui patrón
de caminos y distancias;
parao sobre los estribos
siempre más lejos miraba.
Las narices de mi moro
ventiando un charquito de agua
eran el único apuro
que mi destino apuraba.
Dueño de soles de marzo
y noches de estrellas altas,
desensillaba ande quiera
bajo cielo de mi patria…
Ningún amor duradero
por entonces me hacía falta,
me duraban los romances
entre la noche y el alba.
Pero… una tarde de otoño
más triste que mi guitarra,
me vio pasar por aquí
con la tormenta en la espalda.
Torearon dos ovejeros,
ella salió de las casas.
Yo ensayé un: “¡Ave María…!”
até el moro a la enramada
y sonaron mis espuelas
con un tin-tin de rodaja.
Cuando dentré a la cocina
pa’ saludar a su tata.
Se levantó el hombre viejo,
me tendió su mano gaucha:
“-Desensille y pase mozo,
mire que se viene el agua…”
Dos ojos grises de tiempo
le chispeaban en la cara
mirando aquél forastero
de a caballo y con guitarra.
Cenamos en la cocina
después del mate y la charla;
yo canté de sobremesa,
casi hasta la madrugada.
Me levanté tempranito,
el camino me esperaba,
y los ojos de la moza
pedían que me quedara.
Y allí terminó pa’ siempre
la historia de mis andanzas…
Cambié por dos ojos tristes
mis noches de estrellas altas.
Mi guitarra tuvo dueña,
porque ella también cantaba,
y le hacían desde el ombú
contrapunto las calandrias.
Mi moro dentró a engordar
en el potrero ‘e las casas
y en un rincón se durmieron
mis dos espuelas de plata.
Después su sueño y el mío
se juntaron en la almohada,
emplumando dos pichones
bajo una ternura mansa,
y jueron dos muchachitas,
prendidas de mis bombachas,
que me pialaron los rumbos
de mis pasadas andanzas.
Y aquí estoy clavao pa’ siempre
igual que una vieja lanza,
con cicatrices de herrumbres,
recuerdos de antiguas cargas…
Gastando tabaco y tiempo
me he quedao solo en la chacra,
viá’rrimar unas astiyas
y a ver si priendo una lámpara
antes que vengan del pueblo
la patrona y las muchachas...
Que si me ven en lo oscuro
van a creer que algo me pasa,
y capaz que esas mandonas
me den una levantada,
porque… a pesar de los años
y el respeto por mis canas,
yo soy dueño de mi tiempo…
pero ellas son las que mandan.
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Pd: un especial agradecimiento a Jonathan Portillo por su colaboración desinteresada por compartir este sentido y criollo verso.
¡Mándensén mundar tuitos a la puta!
¡No quiero sabandijas en mi rancho!
¡P'aguantarle los secos a la pena
no precisa'e culeros el qu'es macho!
¡Vamos! ¡Juera de aquí, manga'e trompetas!
¡No esperen que los saque a rebencasos!
¡A mentir a otro lao! ¡A mí esas lástimas
sólo consiguen enyenarme de asco!
¡Si m'hija jué pa ustedes una pluma!
¡Si ustedes jueron los que la mataron
a juersa'e picotiar en su conduta
como en la oveja cáida los caranchos!
¡Dispués qu'eya, la pobre, tuvo el hijo,
como a perra sarnosa la cuerpiaron;
jué una brosa nomás, una largada;
sólo sirvió pa risa y pa estropajo!
¡Ninguno se acordó qu'eya era güena
-un alma'e Dios que a naides hiso daño-,
y aguantó la infelís, com'una marca,
el disprecio safao de tuito el pago!
¡Su nombre recorrió las pulperías
manosiao y babiao por los borrachos,
jué la farra'e las chinas en los bailes
y en las ruedas de mate de los ranchos!
Y aura que ya murió la pobrecita,
cansada de vivir hecha un pingajo,
¿tienen coraje pa venir tuavía
a lechuciar ande la'estoy velando?
¡Mándensén mudar tuitos! ¡Machos y hembras!
¡Aquí ya no hacen falta los caranchos!
¡A campiar a otro lao carnisas frescas
ande se puedan empachar pulpiando!
¡Juera de aquí, sotretas! ¿No me han óido?
¿'Tan esperando que los curta'laso?
¡Aquí ya'stá de más la chamichunga!
¡Ya no hay a quien sangrar en este rancho!
¡Juera de aquí! ¡Si pa velar su cuerpo
y darle sepoltura yo me basto!
¡Si no precisa agayas emprestadas
p'apechugar las penas el qu'es macho!
Jué'n el monte, a la hora'e siesta. Almariaba la fragancia de arrayanes y espiniyos. Y en sus flores menuditas, los golosos mangangases chupetiaban con angurria de gurises mal comidos.
'Taba'e fiesta el bicherío: cardenales y sabiases retosaban, picotiando los cambuises renegridos; con cuscuses amorosos se yamaban las torcasas y el sol fréia las chicharras en los secos espartiyos.
En la oriya'e la laguna las mojarras, en cardume', amostraban a flor de agua su platiao escamerío, y los tábanos hambrientos, atisaos por el mormaso, se crusaban desinquietos, mesturando sus sumbidos...
Jué'n el monte, a la hora'e siesta. Nos topamos casualmemte, por antojo del destino. N'hubo un ape de malicia ni de cárculo en aqueyo. El culpable de tu cáida no es más naide qu'el istinto.
¿Te acordás? Vos, en cluquiyas a la sombra de un matáojo, remangao hasta las corvas el percal del vestidito y enseñando el espumiante puntiyaje de las'naguas, palmetiabas unas ropas, talariando un estilito.
Yo, que había hecho munchas leguas de un tirón, apeligrando con aquel solaso bruto agenciarme un tabardiyo, dentré al monte pitanguiando, p'apagar la sé del viaje y dar tiempo a mi lobuno de tomarse un resueyito.
Y te vide, y en mi sangre corcovió desatinada la potrada del istinto; y mis ojos se pegaron como brasas a tus pechos que s'hinchaban provocantes entre'l cepo del corpiño...
Vos tamién, ¿pa qué negarlo?, vos tamién ardiste yama; como víbora el deseo s'enroscó en tu cuerpo lindo, y jué asina que mesclamos, redepente, sin hablarnos, el enjambre baruyento de tus besos y los míos...
Nos quisimos sin tabujos ni metiras, cara al cielo, baj'un sol que achicharraba la barbasa'e los blanquiyos, y tuvimos pa querernos la inocencia de los pájaros qu'endulsaron las caricias con la música'e sus trinos.
¿Por qué entonce'vos yorastes al salir d'entre mis brasos, reprochándome'el haberte deshonrao y envilecido, y me juís dende aquel día con el miedo con que juyen las cachilas, cuando avistan un halcón ronciando el nido?
Tenés razón, chirusa, yo compriendo
que no podés seguir viviendo asina.
Andá nomás ande otro amor más moso
te oferta el camuatí de sus caricias.
Aquí, a mi lao, la yama de tus ojos
s'está gastando al ñudo, entristecida,
y apretao en el nido de tu boca
se va'entumir el pájaro'e la risa.
No hacemos güena junta, no podemos
seguir cinchando en vaca de la vida.
Los casales precisan ser parejos
pa que dure'l amor cuando se anidan.
Y el que formamos vos y yo es distinto.
Yo soy afeto a la melancolía,
amigo d'emponcharme'n el silencio
pa rondar amarguras escondidas...
Y vos, china, sos tuito lo contrario:
pa vos la vida es novedosa y linda;
tenés por corasón una calandria
que sólo sabe'l canto'e l'alegría.
¡Son tan desencontradas nuestras almas!...
La tuya es flor: precisa sol y avispas;
la mía es bicho'e lus: de día se apaga;
sólo de noche priende su estreyita.
Jué chambón el destino al apariarnos
pa tranquiar en coyera por la vida.
No bastaba mi amor cansao y viejo
pa tu ilusión ricién amanecida.
¿A qué porfiar? Conviene más abrirnos.
Mi cerrasón es triste y aburrida,
y con el riego escaso'e mi ternura
se va'murchar tu mocedá florida.
Andá nomás ande otro amor te yama.
No hacen liga tu sol y mi niblina.
Dejá este rancho ande hasta la guitarra
se ha contagiao de mi melancolía...
Andá sin miedo y sin remordimiento.
Yo no viá'certe ni un reproche, china.
Si ninguno'e los dos tiene la culpa,
¿pa qué agriar de rencor la despedida?
Pa dentrarme'en el alma juiste artera y mañosa. M'engrampastes a juersa de tarimba y carpeta. Con dispacio y baquía, como quien cincha'l monte, preparaste la trampa pa embretar mi soncera.
A ocasiones mansita como yegua'e piquete y a ocasiones lo mesmo que un venao de matrera; di a ratitos tristona, redetida en suspiros, y otras güeltas beyaca, negadora y perversa;
rebenquiando ese cuerpo cimbrador com'un'unco -and'hicieron tuitas mis miradas querencia-, y enyenando'e promesas esos ojos dañinos que almarean más juerte que la mesma giñebra,
pecho adentro, di a poco, te me juiste ganando, sin temor de qu'el güeso se pudiera dar güelta, pues jugándola en vaca con mandinga, ¡dejuro!, cualquier cancha te sirve y ande quiera echás güena.
Pa la trensa del laso que pialó mi cariño desbarbaste los tientos con prolija destresa. ¡Baquianasa la china! ¡Ni campiando a candiles s'encuentra otra que sirva pa empardarte siquiera!
Yo, asonsao por tus tretas, no patié la celada; m'enredé'n tus mentiras de mujer cabortera; y en mi rancho de adobe, munchas noches escuras, p'alumbrarme p'adentro tu ricuerdo ju'estreya.
Te desiaba y te véia po'ande quiera que juese; cuanti más vos me juías yo te creiba más cerca; bien a láito'e mi catre, cuando el sueño lerdiaba, 'taban siempre tus ojos aguaitando mi pena...
Y a la larg'aflojastes. Y te truje a mi rancho carculando que traiba lo mejor de la tierra. Y tu boca jué chica pa potrero'e los besos que salían en tropiyas de mi boca sedienta.
Pero vos pastoriabas la ocasión pa burlarte, pa encajarme las patas como mula mañera. ¡Pucha, ustedes las hembras son pal hombre más piores que manada de chanchos cuando dentra'la güerta!
Ya cumpliste tu gusto. ¡Podés dirte, canejo! ¡Por respeto al cuchiyo no te tuso a lo yegua! ¡Rejuntá tus percales y marcháte'n seguida d'este rancho, que al ñudo quiso ser tu querencia!
¿Qu'esperás? ¿Cres de juro que no aguanto la marca? ¡Si mujer de tu laya po'ande quiera s'encuentra! ¡Podés dirte tranquila; tengo juersa'entuavía y me sobran rodajas pa domar una'usencia!
¿Y aura? ¡Güe! ¿Tas yorando? ¡No faltaba más qu'eso! ¿Arricién te das cuenta que no sirve ser puerca? Te metés'hacer barro pa dispués remorderte y amolar con tus yantos. ¡No negás que sos hembra!
Cerca'e mi rancho'e palo a pique crusa la culebra pardusca de un camino que trepa gambetiando a la cuchiya y se pierde dispués de un bajío.
De a ratos, dibrusao en la tranquera, yo me pongo a vichar a los que pasan; a los que cren'tuavía en las promesas y se dejan cinchar por las distancias.
Sé cuála es l'ansia que a cadáuno d'eyos le sirve de rodaja; conosco la ilusión que los curtea y lo fayuto'e tuitas esas cuartas.
Y sé que al repechar uno'e los tantos cuest'arribas que tiene la esistencia, se han de sentir cansaos de andar sonciando y, arrepentidos, han de dar la güelta.
Yo no compriendo por qué pucha el hombre carcula siempre hayar la dicha lejos, siendo que, si es qu'esiste, la yevamos en lo projundo de nosotros mesmos.
Lo pior es que ricién nos damos cuenta al dir yegando a viejos. Cuando la vida nos ha güelto tristes aprendemos ricién a ver p'adentro...
Yo tamién, cuando moso, rodé muncho; me aburrí de oriyar los horisontes; y juí dejando, en pagos siempre iguales, las osamentas de mis ilusiones.
A juersa de porrasos juí aprendiendo a querer el silencio y la tristesa, y a encontrar las dulsuras escondidas entre l'amarga cáscara'e las penas...
Aura tuitos mis días son de un pelo: nada me tráin y no me yevan nada; y voy escureciendo dispacito sin sentir el tirón de las distancias.
Por eso, cuando vicho pal camino, me da lástima ver esos cristianos que pasan con tropiyas d'esperansas y han de volver arriando desengaños.
(Video: Carlosquilmeslopez) En mis años de resero, si abré aguantao heladas, en miles de trasnochadas, lluvias, vientos y aguaceros; si abré arreao toros fieros, si abré andao entre el vacaje; si abré rejuntao coraje pa'hacerle frente a la vida; hoy mis fuerzas están vencidas voy en el último viaje.
Si abré encontrao emociones andando de pago en pago, si me abrán echo halagos de aprecio y ponderaciones, si abré entreverao canciones, si abré pulsao el cordaje; si abré andao entre el gauchaje en yerras y en pulperías, hoy ni una estrella me guía voy en mi último viaje.
Por eso que hoy solo y triste, yo que fui tan andariego; de este rincón no me muevo, mi alma de luto se viste. Y si el destino me insiste que ya ni un golpe me ataje, diré adios al paisanaje de este suelo tan querido; y pa'l rincón del olvido me iré en el último viaje.
Se han acortao las distancias entre el "me vine" y "me voy", y parece que por hoy ya no hay rodeo en la estancia. Quise poner arrogancia al comenzar la función, pero al formarse el fogón ya me di cuenta, paisano, que en vez de darme la mano me dieron el corazón.
Por eso no es un cumplido decir en la despedida, que mi alma está agradecida de cómo me han atendido. Mucha gente he conocido, Argentina y de otra suerte; mas cualquier paisano alvierte, sin andar con mucho enrede, que pa igualarlos a ustedes tendrán que pitar del juerte.
Y el tiempo es como la plata, se gasta sin darse cuenta; mas ninguno lo lamenta si el gastarlo es cosa grata. Fue linda la serenata yo pienso pa mí, al menos, y al dir tranqueando sereno diré al iniciar el paso lo breve, pienso amigazo siempre fue dos veces bueno.
Por eso ya voy puerteando me está esperando la huella, y he de volver a ella por gusto de andar andando. Como he llegado cantando ya me voy con mis cantares; y al verlos tan ejemplares les diré con sentimiento: tal vez me traigan los vientos de nuevo pa estos lugares.
Pa decirles francamente, el nombre no viene al caso, allá todos lo conocen simplemente por "don Plácido", ¡hombre que bien mereció haberse llamado "don Santo"! De haber nacido mujer hubiera sido pa escándalo y su nombre rodaría hecho vergüenza en el pago, todo, porque no sabía negar favores, don Plácido.
Cuando heredó "El Espinillo" -de esto ya hacen muchos años- lo primerito que hizo jué cambiarle el nombre áspero y ponerle "La Querencia" - nombre que está convidando- y que después los linyeras se encargaron de llevarlo pa que todo el mundo sepa lo gaucho que era don Plácido.
Cuando sus tres chacareros se atrasaban en el pago -porque a veces la cosecha la sabe llevar el diablo-, por no mandar desalojos, ni andar con jueces ni embargos, les regalaba semilla pa que siguieran sembrando. Eso sí, tiene un defecto que no hay forma de curarlo: nunca permitió que naides juera a pedirle una mano.
Cuando los veía venir ya los estaba sobrando; y así cmo algunos otros se le agachan pa cuerpiarlos, él se ofertaba solito pa evitarles un mal trago, calculando que el pedir debe ser muy, ¡muy amargo!
Prestó firmas a granel, y dio más plata que el Banco, sin pedir un documento; ya que a juicio de don Plácido "eso es mostrar desconfianza" y es por lo tanto un agravio que lastima la amistad, "que no cuadra entre dos gauchos y como no habían papeles que recuerden lo adeudado... la mayor parte de aquellos amigos se jué olvidando.
Pero don Plácido mismo se encargó de disculparlos, diciendo "que de vergüenza, al no cumplir, se alejaron". Y ahora, el pobre quedó solo. Vive apenas. ¡Rajuñando pa llevar con dignidad lo que resta de sus años! Como nunca permitió que naides pida una mano, calcula que algún amigo se ha de ofertar pa cuartiarlo. ¡Y no sabe que con él se acaba el último gaucho!
Balerío de terneros
a las dos de la mañana,
lechuza que hace campana
y alboroto de los teros.
Milonga de los luceros
que al alba le hacen cosquillas,
corral con muchas varillas,
chiquero en forma de brete,
espera de la gran siete
y mover de carretillas.
Un apellido importao
que puede ser Errecalde
y entre la espuma de un balde
dos chorros que se han clavao.
Un palo que se ha estirao
como un brazo colosal
que de puro servicial
sostiene en alto un farol,
que es como gota de sol
que alumbra todo el corral.
El ocho de una manea
que acollara dos garrones,
muchacho que a los tirones
con los terneros pelea.
Una vaca que se arquea,
un rabo que se enarbola,
banco de una pata sola
amarrao a las verijas
y tarro con dos manijas
que esperan haciendo cola.
Un toro que en un rincón
está pensando macanas ,
ternerito que con ganas
deja el brete de apurón.
Un topazo y un chupón,
un salto y una patada
la leche desparramada
y el grito de "ten vaquita"
que es una señal clarita
de que hay teta lastimada.
Sol que sale despacito
olvidando el horizonte
y dejando a un lao el monte
va buscando el infinito.
Villalonga al trotecito
con los tarros bien tapao;
gorra con pelos pegao,
una siesta, unos amargos,
sueldo corto, días largos
y almanaque sin feriao.
Desprendo unas coplas viejas pa'darle rienda al garguero, y mostrar el guitarrero que en mi vida se refleja. Si la güeya es despareja se me hace flor y flor, el que sale de cantor debe conocer caminos, porque en la güeya, los trinos del canto, se hacen mejor.
Yo que anduve por mil rumbos y también tracé mis güeyas, si me alumbraron estrellas también anduve a los tumbos. Si no brillo, no sucumbo y no soy de claudicar, no soy de dejarme arrear soy de fundirme en mi fragua, y con manchitas de agua no me podrán espantar.
Soy seguidor pa'la farra medio parejo pal vino, como el "linye" pal camino y un loco por la guitarra. Pal canto como chicharra y chúcaro pal amor, me pongo disparador si me acorralan las quejas y si me apuran las viejas me les vuelvo mosquiador.
Soy como agua cristalina de tranquilos cañadones, aunque anduve a tropezones por culpa de algunas chinas. Firme como cina cina soy como el amigo leal, trato de ser bien cabal pa'tomar un rumbo pienso, y corto por el comienzo la cosa que sale mal.
Ya que me piden que cante
se han de tener que aguantar,
pues no se tartamudear
aunque otro cantor se plante.
Muchos eché por delante
en canciones de campaña,
siempre supe darme maña
cuando me largué a cantar,
y a muchos hice saltar
como sapo a la guadaña.
Les voy a seguir golpeando
hasta que me abran la puerta;
lo mismo que yegua tuerta
ando siempre desconfiando.
Pero sigo asegurando
con mi palabra campera,
con expresión altanera,
lo digo a carta cabal,
que cuando es chico el corral
se pone a enlazar cualquiera.
Ansí cortado como hacha,
ando cortando redondo,
voy nadando por lo hondo
pa'poder mostrar la hilacha.
Si la escuela de "Vizcacha"
me dejó bien enseñao
escuche atento cuñao:
ande hay un peligro sumo,
vale más hacerse humo
que quedar como finao.
Si quieren más claridad,
hay que dir echándole agua,
pues no se hizo la fragua
que ha de fundir mi ansiedad.
Si mi personalidad
marca mi rol sin doblez,
afirmo así sin revés
con acento soberano,
que pa'hacerse algo baquiano
hay que perderse una vez.
Como pistola e'bolsillo
voy siempre bien preparao,
y ando medio agazapao
pa'mantenerme con brillo.
"Aunque soy medio sencillo"
pa'hacer mi presentación,
verán que mi corazón
tiene un machazo capricho,
y lo que está dicho es dicho
y me aguanto el chapuzón.
Era Don Alejo Aldao
un bebedor sin medida,
que se pasaba la vida
en los boliches mamao.
Caña, ginebra, guindao,
eran de su paladar,
y tanto llegó a tomar
su pobre piltrafa humana
que viendo una damajuana
entraba a trastabillar.
Siempre estaba el azulejo
como esclavo en el palenque,
un matalón que de enclenque
sólo era hueso y pellejo;
que de tan flaco y tan viejo
ni clinas le habían quedao.
Entumecido, agobiao
por la falta de sustento,
era un armazón hambriento
en un cuero retobao.
Ocasiones al montar
con el estribo no daba,
y una y otra vez erraba
hasta que podía acertar;
a veces sabía quedar
como bolsa atravesao,
el caballo acostumbrao
volvía por el sendero
llevando hasta el mesmo alero
del rancho a su amigo Aldao.
Cuentan de que el viejo Aldao
allá en sus tiempos de mozo,
tuvo un contraste amoroso
que hasta hoy lo tiene amargao;
y recuerda acongojao
la ingratitud de un querer,
los besos de una mujer
la luz de unos ojos pardos,
que clavados como cardos
los siente dentro del ser.
Y cuando el paisano Alejo
recuerda su triste drama,
el nombre infiel de una dama
surge en los labios del viejo.
Acaricia el azulejo
que es su amigo singular,
y sin poderlo evitar
por sus barbas como nieve,
se ve presurosa y leve
una lágrima rodar.
-"Mi compañero y amigo
se llama ¡Don Azulejo!
Flaco maturrango viejo
pero fiel para conmigo.
Cada cosa trae consigo
no se qué contradicción,
las hojas más verdes son
la expresión de la belleza,
pero le dan más tristeza
al viejo sauce llorón.
Mezcle amigo en la botella
caña, ginebra de todo,
porque solamente beodo
consigo olvidarme de ella.
Son los ojos de mi bella
que no me dejan en paz,
porque no puedo jamás
apartarlos de mi vida,
y mientras ella me olvida
yo siempre la quiero más.
Hoy ya soy un muerto en vida
que despacito me alejo,
al tranco de mi azulejo
en yunta con mi partida.
Ninguna esperanza anida
mi amargado corazón,
moriré en un cañadón
tirao entre los abrojos,
y velará mis despojos
mi azulejo matalón.
"Hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo; nunca lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo entendemos pero es intraducible como una música..." Jorge Luis Borges
"La pampa, señor, es como la serpiente..., lo magnetiza al hombre, lo encanta y lo adormece, y al fin se lo devora". (G.E. Hudson)
Visite al Gauchoguacho en...
Estancia "La Brava"
Pampa
Madre. Horizonte. Soledad. Llanura franca al sol que sólo sabe de tu curva...Cuna, sepulcro y sustento. Creadora del gaucho afirmativo, del caballo amigo de la distancia, del puma escondido y del chajá ascendente. Pretexto de vagabundas ansias de partir sin meta...¡Tú que das resignación al pequeño, empampado de infinito! Ricardo Güiraldes.
El hombre nacido en la pampa tiene todo el cielo y todas las estrellas que parece que se le vienen encima. Tiene las primeras luces del sol a la mañana y las últimas del anochecer. El horizonte es la primera abstracción para el hombre, ya que es una línea que se ve pero que no existe, porque en la medida que avanza, se aleja más. Nunca va a encontrar el horizonte, sin embargo está ahí. Entonces el canto de ese hombre es reflexivo, intimista, profundo, como asombrado por la grandeza de la inmensidad. (Suma Paz)
"La pampa con su mutismo imponente y su monotonía tan característicos, predisponían poco a la locuacidad. -'El campo es tan lindo, me decía cierta vez un gaucho, que no dan ganas de hablar" Leopoldo Lugones
Paisajes
Pareciera que se agacha la huella del horizonte, y uno se pierde en el monte hasta hallar una lomada. La tierra parece nada y en ella se afirma el hombre.
Presentación
De n'antes
De ranchos y taperas
Pa'la moza
Sucedidos
Oficios
Nuestros paisanos los indios
Cosas del campo
Baguales
Jenofonte dice que al andar a caballo se siente la necesidad de que a uno le crezcan alas... Así el caballo resulta no sólo maestro del músculo sino también del alma... El caballo educa, rige al hombre y le da una filosofía propia. La filosofía de un jinete es distinta a la de un caminador...En el caballo se aprende la vida. Sobre su cabeza nace la lejanía y entre sus cascos se fatiga la tierra. A todo el que va jinete en su caballo su soledad lo acompaña. (Eduardo Jorge Bosco). ..................................................................................
A un domador de caballos
"Cuatro elementos en guerra forman el caballo salvaje. Domar un potro es ordenar la fuerza y el peso y la medida: Es abatir la vertical del fuego y enaltecer la horizontal del agua: poner un freno al aire, dos alas a la tierra..." (Leopoldo Marechal)
Juiiira perro
Bichos de mi tierra
De chacota.
Canto con jundamento
Viva la Patria
Aquí me pongo a cantar
Cruz diablo
"He dicho muchas veces que aquí recibí mis primeras lecciones de abismo y de absoluto.
El cielo me las dió, me las dió la llanura abierta y desmesurada. (Olga Orozco).
Pero yo he vivido libre
y sin depender de naides
siempre he cruzao a los aires
como el pájaro sin nido,
cuanto sé lo he aprendido
porque me lo enseñó un "flaire".