"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
Esta huella que canto
es huella pampa,
de lazos, boleadoras,
facón y guampas.
Se hizo en los caminos
por los reseros,
que arriaban las haciendas
pa' mataderos.
Tiene humo de ayunas,
chaira de fierros,
relincho de baguales,
ladrido'e perros.
Chirrido de rodajas,
canto surero,
la bailó don Segundo
allá en Areco.
Laralaralalarala
Laralaralalarala
la bailó don Segundo
allá en Areco.
Sonido de cencerros,
mugir de haciendas
y un canto en el recuerdo
de alguna prienda.
Y me voy por la huella
al grito de: "¡Hoooooopaaa!",
arriando con mi poncho
la última tropa.
Tiene humo de ayunas,
chaira de fierros,
relincho de baguales,
ladrido'e perros.
Chirrido de rodajas,
canto surero,
la bailó don Segundo
allá en Areco.
Laralaralala
Laralaralala
la bailó don Segundo
allá en Areco.
"Cochengo Miranda" es una película documental, (filmada en 16 mm., en colores) de Argentina dirigida por Jorge Prelorán que fue producida en 1975, nunca fue estrenada comercialmente si bien se la vió el 12 de marzo de 2005 en el Festival Internacional de Cine en Mar del Plata. Colaboraron: Ercilia Moreno Cha, Mabel Prelorán y Alejo Apsega.
Jorge Prelorán (1933-2009) fue uno de los principales referentes del cine etnográico argentino. Sus obras documentan las llamadas "culturas moribundas", denunciando el proceso de transculturación producido en las zonas rurales argentinas. La influencia de los nuevos elementos introducidos por la tecnología (radio, tv, automóvil) y la capacidad de adaptación del hombre, para controlar el ambiente donde vive. Sus personajes siempre pertenecen a zonas rurales marginales con poco acceso a los medios de comunicación.
Como tantas otras veces
aquí me tienen cantando,
mientras voy desenredando
de la vida los reveses.
Como potro entre las reces,
aparto penas y usuras,
y alivio las mataduras
que afligen a mis hermanos;
soy el sentir del paisano,
soy la voz de la llanura.
Tal vez por ser muy altivo
suelo chocar al de arriba;
tal vez por no ahorrar saliva,
a veces pierdo el estribo,
tal vez porque no me inhibo
cuando la razón me apura;
tal vez porque la censura
duerme el sentir y me daña,
vengo sacando lagaña:
soy la voz de la llanura.
Vengo a traerles la voz
del que en silencio trabaja,
del que no pide ventaja,
del de ancianidad precoz,
del que conversa con Dios
mano a mano y con soltura,
el que a su patria asegura
con sus manos el destino,
soy ese gaucho argentino,
soy la voz de la llanura.
Soy jornalero sin huelga,
soy sudor del maquinista,
dureza del tractorista
cuando la escarcha se cuelga;
soy semilla en cada melga,
esperanza que perdura,
mientras el trigo madura
pa'ser pan en los graneros,
soy rezo del chacarero,
soy la voz de la llanura.
Y aquí estoy pisando fuerte,
argumentao en razones,
soy el grito'e los peones
que no aceptan como suerte,
tener un destino inerte
con una vida insegura,
soy unión, soy mano dura,
que exige una vida digna;
soy del pueblo: la consigna,
soy la voz de la llanura.
Se ha tendido a morir en la llanura
con un gesto de sal sobre la boca;
la suerte le quebró ya los palenques
y no le queda más que ser memoria.
Va estribando el olvido. El olvido,
ese flete de sombras.
Ha venido a morir en muerte oscura
con el rostro hacia el Sur que lo abandona;
no le duele el final, sino el silencio
que corre por los cauces de su trova.
Ah si pudiera rescatar del tiempo
aquél país de otrora,
su sangre elemental, su ruda efigie,
su geografía heroica,
y todos los paisajes aguerridos
que andaban en la cifra y la milonga.
Áspero adiós a tantas armonías,
a ese misterio de sus manos hondas,
al corazón desnudo sobre el aire
como una caracola,
a los tigres de amor y de agonía
cautivos en la piel de las bordonas.
Con el rostro hacia el Sur se va acabando.
Y no le queda más que ser memoria.
Vientre del Sur, exangüe fruto pampa,
charqui sin gusto, para un hambre triste;
Alguna vez paloma, pero lejos,
alguna vez lo fuiste.
(Fue ayer, quizá anteayer, ya no lo sabes:
El tiempo tiene dientes de salitre).
Ya no hay jabón de olor para tu pelo,
para tu sien ninguna rosa existe;
Estás en soledad bajo el rebozo
con la mirada chirle,
y te duelen las manos de estar quietas
sin agujas de amor, sin largos tiznes.
¿Cuántas veces mordió tu corazón
el grito del origen,
cuántos hijos quebraron tu cintura,
cuántas bocas bebieron tus raíces?
El chala se te va por un costado
como harto de imposibles.
Tus hijos son ahora carne patria:
Con ellos se alimentan los fortines.
(Foto del cacique Pincén) Era un pampa nomás, dicen las crónicas;
Era un pampa nomás, uno de aquellos,
y le borran así, como si nada,
las huellas del recuerdo.
Ese Pincén. El fue como una espina
profunda en el orgullo fortinero,
y le sobraban toros en la sangre
para gritar allí quién era el dueño.
Ese mismo, ceñido a la Frontera,
unas veces ganando, otras perdiendo,
pero siempre de vuelta en la bravura
con esa laya de los hombres previos.
Hasta que el fin le copan las distancias
y lo dejan de a pie, mordiendo el freno
con una llamarada de agonía
sobre los ojos fieros.
Pero le dura aún esa arrogancia
sobre el triste sabor del cautiverio,
para decir: Yo soy Indio Argentino.
Y era un pampa nomás ¡Uno de aquellos!
La Mazamorra ¿sabes?, es el pan de los pobres,
la leche de las madres con los senos vacíos,
-yo le beso las manos al Inca Viracocha
porque inventó el maíz y enseño su cultivo-.
Sobre una artesa viene para unir la familia,
saludada por viejos, festejada por niños,
allá donde las cabras remontan el silencio
y el hambre es una nube con las alas de trigo.
Todo es hermoso en ella: la mazamorra madura,
que desgranan en noches de viento campesino,
el mortero y la moza con trenzas sobre el hombro
que entre los granos mezcla rubores y suspiros.
Si la quieres prefieres perfecta busca un cuenco de barro,
y espésala con leves ademanes prolijos
del mecedor cortado de ramas de la higuera
que en el patio da sombra, benteveos, e higos.
Y agrégale una pizca de ceniza de jume,
la planta que resume los desiertos salinos,
y deja que la llama le transmita su fuerza
hasta que asuma un tinte levemente ambarino.
Cuando la comes sientes que el Pueblo te acompaña
a lo largo de valles, por recodos de ríos,
entre las grandes rocas, debajo de cardones
que arañan con espinas el cristal del estro.
El Pueblo te acompaña cada vez que la comes,
llega a tu lado,¿sabes?,se te pone al oído
y te murmura voces que suben a tu sangre
para romper la niebla del mortal egoísmo.
Porque eres uno y todos, comiendo el alimento
de todos, en la fiesta del almuerzo tranquilo;
la Mazamorra dulce que es el pan de los pobres,
y leche de las madres con los senos vacíos.
Cuando la comes sientes que la tierra es tu madre,
mas que la anciana triste que espera en el camino
tu regreso del campo, la madre de tu madre,
- su cara es una piedra trabajada por siglos -.
Las ciudades ignoran su gusto americano,
y muchos ya no saben su sabor argentino,
pero ella será siempre lo que fue para el Inca:
nodriza de los pueblos en el páramo andino.
La noche en que fusilen canciones y poetas
por haber traicionado, por haber corrompido
la música y el polen, los pájaros y el fuego,
Quiero hallarte en el camino
cada vez que salga en viaje,
como adorno del paisaje
y mojón de mi destino.
Verte en todo lo divino
que tiene el amanecer,
y la nube que al correr
presente a mi vista Dios,
será mensaje de vos
cuando no te pueda ver.
Quiero hallarte, quiero verte,
sentirte en cada momento,
pues eres mi pensamiento
y presagias mejor suerte.
Intenté para atraerte
mis canciones entonarte,
pero resultando en parte
chúcaras y cimarronas,
han cortado mis bordonas
y no he podido cantarte.
Quiero correr sin parar
por lo llano y escabroso,
para llenarme de gozo
cuando te pueda alcanzar.
Después... para completar
apasionados antojos,
besarte los labios rojos
y en un limpión del esparto
¡quedarme como lagarto
dormido al sol de tus ojos!
Después de un solazo ardiente
lindo es salir al tranquito
en un caballo mansito
pero vivo y reluciente;
tender la vista hacia el frente
como agrandando el lugar
y con otro comentar,
que la tarde, ya en derrota,
le abre una puerta grandota
al sol que se quiere entrar.
Corre a tal hora una brisa
que invita a seguir andando
al tranquito… conversando
y siempre sin darse prisa;
el mosquito, a banda lisa,
sigue tenaz, cargador,
y se va alzando el olor
de los pastos, que asoleados,
se ven como marchitados
y van perdiendo vigor.
Llegamos a una tapera,
que en un lugar solitario,
es templo sin campanario
existente campo afuera;
entre el silencio que impera,
nace alguna sugestión,
pues parece que un cordón
de mostazas y flechillas,
estuvieran de rodillas
rezándole una oración.
Tras de una hojita que vuela
o un cascotito rodando,
parece estarse escuchando
las pisadas de una abuela;
inmensamente se anhela,
a pura imaginación,
remover cada terrón,
por descubrir lo que ha sido
y ante escombros de su olvido
hacer su reconstrucción.
Seguimos, y algún yuyito
de seductora fragancia,
lo lleva a uno a tal distancia
que lo interna en lo infinito;
parece abrir despacito
las portadas del placer
y, como si florecer
quisiera en el pensamiento,
forma pimpollo un lamento
entre alegrías de ayer.
Ya noche casi cerrada,
con la última vislumbre,
al regresar, por costumbre,
bajamos en la enramada;
la luna, como incendiada,
va comenzando a subir;
lo que convida a seguir
después de un buen asadito,
al tranco… siempre al tranquito,
como nuestro porvenir.
(Dibujo: Pepe Gonzalez Guerrico) Como en sus años primeros,
perfectamente plantado,
cuando se hallaba atestado
de bolsas, lanas y cueros;
dando frente a los potreros
y con dejos de arrogancia,
está el galpón de una estancia
contemplando la ladera,
como si un símbolo fuera
de eternidad y constancia.
Hay un ombú ya viejón
que su raíz extendiendo,
parece estar pretendiendo
echarse al hombro el galpón,
y no es tal su pretensión:
es que el ombú corpulento
lo abraza por el cimiento
con mil recuerdos que añora,
le da un beso en cada aurora
y lo protege del viento.
Él no tiene más ofrendas
que allá en su tirantería,
telas de araña a porfía
y de avispas las viviendas;
hay en sus puertas leyendas
hechas a punta de acero,
la marca del estanciero
puesta en forma repetida;
y una volanta vencida
que sirve de gallinero.
Allí está, como trofeo,
serio, sin una sonrisa…
y ni luce la camisa
del revoque o del blanqueo;
por eso cuando lo veo
sin la actividad pasada,
lo emponcho con la mirada;
al alejarme lo pierdo
y queda con mi recuerdo
en la soledad callada.
En la estancia “El Pajonal”
partido de Pueyrredón,
encontró a Lorenzo Alcón,
Juan Ceferino Cabral;
después del ‘dentrá’ habitual,
se pusieron a matear
y en su mucho recordar
escarbando en la memoria
hallaron penas y glorias
que los hacían meditar.
Acorralaron hazañas,
acollararon motivos
y relatos sucesivos,
de llanuras y montañas;
no hallaron cosas extrañas
de que hablar ningún momento;
recordaron a un Barriento,
gran jinete y domador,
mientras algo evocador
florecía en el pensamiento.
Mil recuerdos barajaron
que del recuerdo salían
y que iban y venían
porque ellos los despertaban;
las alegrías se mezclaban
a malos ratos de ayer;
contradicciones, placer…
todo una íntima historia…
músculo hacía la memoria
por no dejarse vencer!...
Al fin la mente exprimida
tanto y tanto recordar,
se entraron a lamentar
que se acortaba la vida;
mientras yo, a mi despedida
al salir fui deduciendo,
que esos dos hombres haciendo
sus más viejas narraciones,
eran como dos mojones
dos épocas dividiendo.
Y ya cerrando el final
de aquella conversación
dorada en aquel fogón
por Lorenzo y por Cabral;
éste, pisando el umbral
y con voz del que hago olvida,
preguntó a su despedida:
-¿Y de qué murió Mariano?
-Mirá… pa’ decirte, hermano,
murió de falta de vida!
Áhi va, marcando sus pasos
como formados en fila,
por el camino hacia Pila
una tropilla ‘e picazos.
Ya el sol se duerme en los brazos
de la oración, y al arrullo
del inquietante barullo
de las aves en la fronda,
tiende la sombra su ronda
aquietando aquel murmullo.
Hay un rayo de luz clara
agonizando en el cielo,
que se refleja en el pelo
de un alazán malacara,
el animal se separa
junto con un testerilla,
y del camino a una orilla
entran a olfatear un yuyo;
ese alazán es orgullo
y lunar de la tropilla.
La madrina es colorada
vistosa como ella sola,
linda estampa y anca bola,
bastante bien preparada.
Ya se hizo noche cerrada
el día fue a su destierro,
debajo ‘el estribo el perro
saca hasta el suelo la lengua,
mientras su marcha no mengua
el tintinear del cencerro.
Ya con el cielo enlutado
que trae una estrella en l’anca,
trepa por una barranca
orillando el Río Salado.
El rocío se ha posado
sobre la verde gramilla,
y del picazo que ensilla
al ir el freno tascando,
va la coscoja sonando
precediendo a la tropilla.
Brilla en la noche un candil
que delata la presencia
de su anhelada querencia
donde lo espera gentil
con su gracia juvenil
su paisana, y en sus brazos,
entre besos y entre abrazos
vendrá el mate que le brinda,
la flor del pago más linda
al dueño de los picazos.
Siete hilos de alambraos
a cada lao de la calle,
y sobresale el detalle
de que están muy bien cuidaos,
los alambres estiraos
que sostiene el esquinero,
son como cuerdas de acero
con sus bordonas prolijas
donde ajusta sus clavijas
un firme torniquetero.
Callejón bien ancho y largo,
por vos pasaba la tropa,
al grito del “¡hopa, hopa!”
de la siesta en el letargo,
quedaron como de encargo
las varillas y tranqueras,
porque vos el paso eras
para la marcha obligada,
que arreaba pa’ la tablada
tropas y tropas enteras.
Entre tus hondas cunetas
aún crecen los duraznillos,
y alzan los cardos castillos
sus espigadas siluetas,
cuántas y cuántas carretas
cruzaron esas mañanas,
que ahora evoco lejanas
en polvorientos recuerdos,
igual que los bueyes lerdos
respondiendo a las picanas.
Viejo callejón, te asomas
tras de los sauces de copas,
y allá muy lejos te topas
con el arroyo y las lomas,
después del puente retomas
tu tradicional anchura,
cruzas un campo ‘e pastura
y allá contra el horizonte,
trasponés el viejo monte
sin pederte en su espesura.
Y moría en los corrales
donde en prueba de tu arte
llegaban de todas partes
centenares de animales;
hoy crecen los pastizales
porque ya nadie te cruza,
ningún tropero te usa
y en tu tranquerón dormido,
hoy te saluda el chistido
de la nocturna lechuza.
Otro camino asfaltao
que no le teme al invierno,
más transitable y moderno,
callejón, te ha desplazao;
que solitario has quedao
sufriendo la humillación
del progreso, callejón,
donde la vista se pierde,
perdura la alfombra verde
cual puntal de tradición.
-¡A la aturdida le ha brotado un hijo!... -¿Lo habrá empollado a sol? -¡Mirá la zonza… le prendió el injerto! -¿Y el padre? -¡Qué sé yo!
--------------------------------------
-Mi rubio, mi gurí, ¡todito mío!
Hijo.
Yo soy tu madre, y me parece un cuento
igual que vos de lindo.
¡Qué me importa la lengua ´e la peonada
ni que se áuguen de risa, cachorrito,
si la cunita que el patrón comprara
con un colchón nuevito,
si la almohada bien blanca y los adornos,
la ropita encintada y llena ´e brillos,
no tienen comparancia con las tablas
que yo corté pa´ fabricarte un nido;
con los cueros sobaos de las borregas
que son tu colchoncito,
con el retacerío ´e trapos viejos
que te sirven de almohada, rubiencito,
porque ellos esperaron y fue al ñudo,
porque creyeron que con ser tan ricos,
iba a llegar hasta esa jaula blanca
la tiernita ilusión del pichoncito…
Por eso ahora anda triste la patrona,
y llora si te ve, porque ve al hijo;
ayer nomás, cuando insultó en un: “¡Guacho!”,
se me escapó un “¡Machorra!” en un audillo…
Los ojos del patrón son tan azules
y me gustaron tanto, cachorrito,
que una vuelta, pa´ vos, sin darme cuenta,
los robé a la patrona sin permiso.
¡Por ese robo de la estancia me echan, por ese robo, m´hijo!
I
Mujer cuando la pampa era una herida,
un padecer continuo y sin palenque,
mujer de nombre hallado en las memorias
que duran hacia el Sur y hacia el Oeste
con la voz amarilla y desgajada
de una lenta torcaz sobreviviente.
No se ha dicho su elogio todavía
en oda nacional de alto copete,
ni sus mentas retumban en la Historia
(la Historia es de los hombres solamente).
Qué mármoles, qué bronces la agasajan,
qué cantar en el viento la sostiene,
qué día entre los días conmemora
su corazón celeste,
su hechura de humildad y sacrificio,
los tumbos incontables de su suerte...
II
MUJERES hondas, chinas fortineras,
que en todos los fandangos de la pampa
esgrimieron su audaz coreografía,
su pecho en madurez, como una espada,
para atajar los crótalos del aire
y los agrios chiflidos de obsidiana.
Parejas en el darse hasta el extremo
y todas ellas de distinta laya,
las había de trigo y aceituna,
las había de tez acebrunada,
de un templado color de greda antigua,
morenas más subidas y más claras,
como la miel silvestre y como el vino,
como un puro tizón, así de ahumadas,
y entre tanto pelaje anochecido,
a veces el candil de una alazana
con hilachas de sol en los cabellos
y un extraño país en la mirada.
Pero todas iguales en la hechura, todas ellas como estacón de tala.
III
MUJER cuando la pampa andaba a gritos,
cuando el Desierto olía a sangre y muerte
disparando con púas en el lomo,
y era el coraje como pan caliente;
guardadora vital de la esperanza,
lámpara fiel erguida a la intemperie,
hembra y soldado en yunta silenciosa
en el estribo anónimo del Fuerte.
Los días le comieron hasta el nombre
y un apodo fue más que suficiente
para mentar su intrépida substancia
y aquella reciedumbre de su temple.
Así fue Pocas Pilchas, Rosa Mala,
La Tigra, Botón Pampa o Pasto Verde;
hembra dulce, bravía o taciturna,
hembra enteramente
(de las que no cuerpean el castigo
ni eligen los colores de la suerte),
y tan capaz, si la ocasión se pinta
de bajarle la prima al más valiente.
IV
TODO el hogar cabía en sus espaldas
y duramente lo llevaba a cuestas
a través de las múltiples llanuras,
del crudo galopar y las contiendas
(los cachorros prendidos en su seno
como frutas morenas).
Soldado en los apuros y servía,
y dos veces soldado en su guapeza
porque peleaba adentro con la vida,
porque peleaba con la muerte afuera.
No, no hay canto que dure en los cordajes,
ni alabanzas de mármol, ni retreta,
para esa china que midió el Desierto
hasta el confín del hambre y de la pena
y anduvo con sus huesos comedidos
por siete comandancias de frontera.
V
MAMA Carmen, milica de una hebra
y como luz en la Frontera Oeste,
acometiendo al orgulloso pampa
con insólita tropa de mujeres.
(Son dieciséis sus muertos por la patria,
y dieciséis los frutos de su vientre).
Mama Pilar y Mama Culepina,
manos oscuras con un algo duende,
incontables de ungüentos y experiencia
para ahuyentar gualichos inclementes;
hechas de amor para las nueve lunas,
hechas de amor y de esperanza siempre.
Presentación, La Parda, tan madura
en el oficio del valor ecuestre;
la tropilla de patrios y la indiada
la tenían de peona a combatiente,
y valiéndose sola en las amargas
lejuras del tehuelche.
VI
Y CUANDO el hombre dobla la cumbrera
quebrantado por lanzas y fatigas,
con los ojos untados de penumbra
y un mordisco animal en las heridas,
allí está desvelada en su corambre
como una diosa antigua,
con el aceite tibio de sus rezos
corriéndolo a mandinga.
(Es la misma mujer que entró en sus noches,
le dio calladamente sus primicias,
y retornó en el hijo iluminada
como una flor abierta a mediodía.
Es la misma del mate socorrido,
la que le pule al sol las tristes pilchas,
y las compone con un lento hueso,
y le borda un clavel en las vigilias).
VII
MUJERES de frutal veteranía,
con un sonoro ritmo de estilete,
como aquella sin par china artillera
que ciñóse el galón de subteniente
casi en el mismo hervor del entrevero,
a fuerza de enredarse con la muerte.
Mozas gauchas de rústico donaire
como aquella cuyana floreciente
que acicateó a los hombres con su hechizo
en la embestida del setenta y nueve,
esa dorada alondra del Desierto
que anidó en el Neuquén: la Pasto Verde.
VIII
Y SI el malón les daba algún resuello,
del fondo de algún cofre silencioso
ella sacaba cintas y verdores,
un pequeño caudal tibio y redondo
para adornar un tiempo deleitable
que apenas era un soplo.
Y el zumo penetrante de una danza
le corría en los dedos y en los ojos,
corcoveaban sus trenzas aguerridas,
y sus pechos, baguales impetuosos.
Después, en las orillas del malambo,
envuelta en un pañuelo de sonrojos
prendíase al hechizo de la espuela,
al repique caliente y jactancioso.
Afuera estaba el tiempo detenido,
la noche soterraba los despojos,
y era tanta la luna que dolía
con un dolor antiguo y misterioso.
(Bajo el liviano pie de las guitarras
yacía el crudo espasmo de los potros).
IX
SE SIENTA a contemplar, con sus espectros,
esa encuerada faz del infinito,
esa llanura fría y persistente
como una larga percusión de olvido;
el confín engañoso, tan callado,
y tan cercano al grito;
el humo de la estrella solitaria
-espejo sideral de su destino-,
con ese modo oscuro, desdoblado,
de estar y haberse ido,
el adios que en sí mismo se disuelve,
un gesto sin caminos.
En el hondo regazo de la pena,
sus ojos, tan antiguos,
sus ojos como pájaros de lluvia,
están en duermevela. Y fugitivos.
(La vida... qué es la vida, Mama Carmen,
si la patria melló todos tus filos,
si ya estás medio muerta de tan sola,
si no te quedan hijos...)
X
ASI fueron las hembras anteriores
que se honraban de andrajos y bravura,
cuando más despilchadas más ardientes,
más fieras al rigor de las hambrunas.
Sobre sus cueros se escribió la patria
con grafías de sangre y desventura,
y ningún resplandor les fue otorgado,
ni metales de honor, ni gloria alguna.
En servicios de arrear las caballadas,
en calabozos y galleta dura,
en hondos costurones de miseria,
en clima solitario de lechuzas,
mordiendo su ración de casi nada,
soñando con fugaces charamuscas
(pañuelos de color y agua florida,
y abejas de percal en la cintura),
ellas dieron sin cesar, hasta las últimas,
como si todo fuera necesario,
su empuje, su yacer y sus penurias,
los hijos para abono del mañana,
y el corazón hirviendo en mataduras.
Y ningún resplandor les fue otorgado,
ni metales de honor, ni gloria alguna.
Hoy son huesos de nadie que disuelve
la agraria esplendidez de la llanura...
De donde soplen los vientos,
van llegando al tranco lerdo
una tropilla 'e recuerdos,
que amadrina un pensamiento.
Traigo además a los tientos
el sentimiento campero
y pongo todo el apero
aunque ensille redomón.
Soy gaucho de esta Nación
y pa'mejor soy surero.
Soy del palenque una astiya
arisquiándole al fogón,
de Fierro soy el facón,
de éste suelo su gramiya.
Soy del tala una semilla
que'n estos montes naciera.
Soy el tiempo sin tranqueras
haciendo espaldas al guadal.
Soy relincho de bagual
que no conoció anteojeras.
Soy del cencerro el tañido
un clarín pa'la manada
y soy la taba clavada
a los pies del distraído.
Soy el gaucho perseguido
de Hernández pa'la frontera,
soy el puente pa'l linyera
en noches crudas de invierno
y a los laureles eternos
los defiendo a mi manera.
Soy el palo que al bagual
firme aguanta la sentada,
soy pa'l truco el as de espadas
y pa'l fico nueve real.
Soy botón en el ojal
que se abraza a la esidera,
soy la suelta en la cuadrera
y del rebenque el chirlazo,
soy el zumbido de un lazo
en pialada puerta ajuera.
Soy como el poncho encerao
cuando arrecia el temporal,
y cogotera'e bozal
pa'aguantar al retobao.
Soy la reja del arao
cuando briyosa se entierra.
Soy la marca en una yerra
que va chamuscando el cuero,
soy lanza de montonero
pa'defender a mi tierra.
Soy en noches de tormenta
la manta pampa de Cruz
y soy del candil la luz
que pa'l sur el rumbo orienta.
Soy la senda polvorienta
que transitó algún resero,
y soy el nido de hornero
hecho de barro y canción.
¡Soy gaucho de ésta Nación
y pa'mejor soy surero!
A orillas de un alambrao
te encontré aquella mañana,
reliquia que hoy engalana
el recuerdo de un pasao.
Viejo cencerro forjao
quién sabe por qué artesano
cuál habrá sido la mano
que te dió el gaucho sonido
qué bagual no te ha sentido
como clarín en el llano.
Vaya a saber qué madrina
extrañará tu tañido,
qué tropilla se ha perdido
entre cardales y espinas,
qué relincho los domina
hoy sin tu tu bronce mezclao
quién tu lugar ha ocupao
aparcero del silbido.
Vaya a saber si al olvido
con el tiempo te han echao.
Quién sabe de qué pelaje
fue la yegua que perdió
el cencerro que vibró
como un relincho salvaje,
quién sabe de qué paraje
sería la caballada,
tal vez disparó asustada
en busca de la querencia,
quizá sentirán la ausencia
de tus criollas clarinadas.
Hoy sos adorno en mi rancho
que lucís siempre lustrao
naciste pa'andar colgao
por eso colgás de un gancho.
A veces un grito gaucho
te suele arrancar el viento
que es alegría o lamento
que al aire querés tirar
como buscando sacar
de adentro tus sentimientos.
Le pido a mi inspiración
no le mezquine talento
porque nombrarte no es cuento
pedazo de tradición.
Sos la surera canción
dándole rimas al viento
y sos según yo lo siento
más si pulso el diapasón,
la más pampa orientación
que arrea mi pensamiento.
Quiso ser abanderado
el paisano Rinahuel
allá por el río Robles
nos encontramos con él.
Una bandera argentina
que levanté en el Cardiel
quedó en las manos gastadas
del paisano Rinahuel.
Cuando la tubo en su pecho
casi no lo podía creer,
la ató en un palo de lenga
y el sol brillaba con él
y así fue un abanderado
el paisano Rinahuel.
Recitado:
Es encargado de la estancia y el único peón también, diez leguas a la redonda sólo contamos con él, hay que frenar a los buitres que rondan sobre el vergel y poblar más de argentinos los pagos de Rinahuel.
Entonces será mí grito como un pampero el tropel y no será la frontera una línea en un papel. ¡Viva argentina carajo y el paisano Rinahuel!
Cerca de la cordillera
y por la zona también
allí vive un argentino
el paisano Rinahuel.
Todas las tardes soñaba
robarle al cerro la piel
y en el azul de los lagos
una bandera encender.
Cuando la tubo en su pecho
casi no lo podía creer,
la ató en un palo de lenga
y el sol brillaba con él
y así fue un abanderado
el paisano Rinahuel.
Por ser un tema campero
lo recibo entusiasmado
y me interno en el pasado
para hablar de los reseros;
hombre de muchos senderos
que no le temió al guadal
y tampoco al temporal,
al frío como a la escarcha,
no se detuvo en su marcha
aquél Quijote rural.
Hoy es reliquia campera,
vive pobre y olvidado,
aquél heroico soldado
de campañas verdaderas,
en jaulas por carreteras
lo han suplantado esta vez
y como está en la vejez,
llega con la cara seria
a trabajar en la feria
una o dos veces por mes.
Pero volviendo al pasado:
sueño con ver una tropa
y el grito del "¡hopa, hopa!"
que adentro se me ha grabado.
Cuántas noches desvelado
hizo ronda en su bagual,
fue responsable y formal
porque el resero Argentino
fue un centauro del camino
de nuestra pampa rural.
Su cabecera fue el basto,
su colchón: fueron los cueros,
y se cubría el resero
teniendo algún poncho gasto;
de paredes tenía el pasto,
pa'víveres: la maleta,
donde llevó la galleta,
el tabaco y algún frasco
y pa'l clásico churrasco
de oveja: alguna paleta.
Si me escucha algún abuelo,
lo que yo digo atestigua
¡bendita reliquia antigua
cuando el suelo era más suelo!
Cuando no habrían desvelo
por la fratricida guerra,
por distracción, doma o yerra,
y en lugar de terroristas
la historia nos dió una lista
de quienes querían su tierra.
Compañera de huellas y de vida,
confidente en las malas y en las buenas,
nada hay nuevo en tu mundo y en el mío
creciste en la tierra de mi tierra
y ya es viejo en tu mundo y en el mío
que dormir en la cuna de tierra de tu tierra.
En agoreras noches de hastío
la soledad me invade el alma entera
y en el silencio tus notas cristalinas
endulzan a mi canto con goteras
y en el silencio tus gotas cristalinas
son arpegios de luces en poncho de tiniebla.
Verás rejas sonoras con tu ojo vacío,
lagrimea el llanto de mi alma
y salen enlutadas mis canciones
como cuervos en rosarios de esperanzas,
y salen enlutadas mis canciones
como potros de ángel, suaves y mojadas.
Manantial de abrevar desilusiones,
pulpería que alcoholizó la esperanza,
silencio sepulcral de una capilla
azufrando los diablos pa'mañana,
silencio sepulcral de una capilla
cuando elevó en su altar una plegaria.
Llora guitarra llora...porque el dolor (porque el dolor)
en tu madera se hace oración
y por eso te pregunto:
guitarra ¿qué tengo yo?
Indio, dame el pangaré
que tan fiero me robaste
y al robarlo me dejaste
toda la vida de a pie.
Dámelo que te daré
la ambición que tú me pidas,
mi cincha toda florida,
mi chiripá y mi recao
y si es poco lo ofertao
te doy hasta mi querida.
Ya ves que hasta mi querida
te ofrezco cacique fiero,
que es linda como el lucero
y entre las flores nacida.
Por ella expuse mi vida
mil veces con decisión,
por ella está mi facón
de roja sangre manchado.
Ya ves si la habré apreciado
con la fuerza del corazón.
Dámelo que la partida
mis pasos viene siguiendo.
Todo te estoy ofreciendo
a cambio del pingo mío
y vos pampa rudo y frío
del pingo te apoderaste.
Las armas me secuestraste
cobarde como un traidor
y la lanza sin temor
a mi pecho la lanzaste.
Se echó una vieja al gaznate
siete platos de poroto
y sin ningún alboroto
se sirvió veintiún tomates,
además para remate
comió leche con arroz
como en su panza notó
alguna esquina vacía,
una tremenda sandía
¡esa vieja se comió!
A la sombra de una higuera
se tiró un rato a sestear,
y al punto se empezó a hinchar
la vieja de monedera;
tenía una sonajera
que se oía desde lejos,
ya no le daba el pellejo
pero se seguía hinchando
donde estaban fermentando
los porotos con hollejo.
Se aflojó bien el refajo
quejándose de dolor
y pa'aliviarse mejor
se colocó boca abajo;
luego al venirle el relajo,
la señora se frunció,
cuando el tango le aflojó
se estaba poniendo roja...
quedó la higuera sin hojas
del viento que disparó.
Formaba media bolina
y una tremenda alharaca,
los caballos y las vacas
revueltos con las gallinas,
los chanchos de la vecina
corrían como conejos
y cuando se asomó un viejo
para investigar el caso
del segundo cañonazo
¡las brevas saltaron lejos!
Al fin cuando me despido
de oir estos vientos gordos,
quedó el viejo medio sordo
con el segundo estampido.
Arrancó muy afligido,
recién iba acelerando
cuando retumbó el tercero
que le arrebató el sombrero
y se lo llevó volando.
Desconociendo el verdadero autor del verso, lo anoto como "anónimo" aunque tal vez lo haya compuesto el gaucho y poeta chileno que lo recita...don Santiago Varas Yáñez. ¿Quién lo sabe?
Pulso la guitarra y canto
lo que en mi alma se aferra
las canciones de mi tierra
que defiendo con quebranto,
por ser mi cariño tanto
a las cosas campesinas,
tintineares de madrinas
oigo si empiezo a cantar
y en mi pecho retumbar:
las costumbres Argentinas.
Hay un zorzal que me nace
que con el alma lo quiero
y al terruño que venero
no hay nada que lo reemplace;
siento como me complace
el humo de las cocinas,
las melodías cristalinas
y algún viejo pericón
o la rueda de un fogón
de costumbres Argentinas.
Mi afición por lo campero,
tiembla porque el paisanaje,
pueda cambiar su lenguaje
por un idioma extranjero;
yo custodio lo surero
desde el llano a las colinas,
si descuidan las pristinas
cosas que hay que cuidar:
¿adónde irán a parar
las costumbres Argentinas?
Nuestra música es tan pura,
contiene tanta nobleza
que al que tiene una tristeza
se la transforma en dulzura;
cuidando nuestra cultura,
como las viejas doctrinas
siempre han de brillar las finas
chispas que tiene el querer,
así poder defender:
las costumbres Argentinas.
Fui la calandria cantora
que canté mis trinos suaves,
en compañía de otras aves,
canté mis dichas y glorias,
no se borra en mi memoria
cuando solita vivía,
ninguna pena sentía
en mi vida placentera:
hoy me encuentro prisionera
¡maldigo la suerte mía!
Con su expresión conquistó
mi corazón inocente
y caí tan debilmente
rendida de una pasión.
¡Maldigo aquél cazador!
que goza de mi desgracia
y mientras el tiempo pasa
me está matando el rigor,
por un cazador de amor
que me tiene prisionera.
Voy a brindar estas flores
del jardín de mi pasión,
en ellas va el corazón
esparciendo sus amores.
Quiero rendir los honores,
que la mente me ilumina,
por eso mi alma se inclina
con sentimiento profundo
¡Vivan las madres del mundo
y nuestra madre Argentina!
El que inventó la guitarra
tuvo la genial idea
de abrirle boca a la caja
para que hablaran las cuerdas
y fue el payador rebelde
el que pulsó la vigüela
y cantó con valentía
la injusticia de la época,
que hay quien la canta ignorando
y quien la oculta a sabiendas.
Se lo oyó en la pulpería,
en la lejana vivienda,
en el fogón de una estancia
como al pie de una carreta
él llegó al rancho de barro
antes que el máistro de escuela
propagando las hazañas
de los héroes de ésta tierra;
¡el payador fue el intérprete
de la gloriosa epopeya!
El bardo de aquellos tiempos
era como una gaceta,
una cartilla cantando
las cinco primeras letras;
él cantó los episodios
más gloriosos de le enseña
y toda la guerra gaucha
después de la independencia;
él las divulgó en la pampa
en sus viriles cuartetas.
O en los tiempos que a rebenque
imponían la obediencia
y acallaban las palabras
en los cepos de cabeza;
cuando al gaucho lo mandaban
a servir a la frontera,
padeciendo en los fortines
hasta dejar la osamenta
que fue blanco de una bala,
puntería de una flecha.
Pero al preguntar cantando
al compás de las seis cuerdas
¿porqué al gaucho se le daba
tan amarga recompensa?,
errando de pago en pago,
sin paco, charque ni yerba
con un ponchito mugriento
y un chiripá de bayeta...
Si alguno cree que exajero
¡ue se pare y me desmienta.
Así insólita pregunta
para darle la respuesta,
apareció la partida
siguiéndolo a sol y tierra
porque el oscuro caudillo
impuso la fuerza ciega
para que la trova libre
en la patria no se oyera.
La tradición fue un palenque,
un rebenque y una venda.
Mas como los bardos de antes
no eran de arriar con las riendas,
no eran de arriarlos, ¡repito!
¡porque las tenían bien puestas!
defendieron la guitarra
como a la misma bandera
envueltos entre las astillas,
cayeron sobre la huella
porque el payador tenía
alma para defenderla.
Soy el bardo suburbano,
suburbio que vivo y siento
en el resplandecimiento
de todo el género humano,
qué gran "todosoberano"
del que como todo soy,
que fue ayer y sera hoy
y continuará mañana,
mezcla pagana y cristiana
de Nerón y de Tolstoy.
Sin diferencia ni agravio,
la tierra recibe al genio,
al obrero de alto ingenio,
artista ,poeta o sabio;
a la chusma, al resabio,
la mundana ,el criminal,
en la vida universal
todo se plasma y gravita
y en cada humano palpita
el germen del bien del mal.
Desde la cumbre al abismo
todo es principio de todo:
tierra ,cielo, mar y lodo
todo es obra de lo mismo,
la selección del purismo
nadie la purificó,
ni forma humana nació
de la forma de tu casta
que es el jugo, que es la pasta
de la pasta que soy yo.
Las cosas tiene su don
porque el hombre le dio el nombre,
las cosas tiene su don
porque hombre le dio el nombre
pero acaso sabe el hombre
si como las nombra son....
La justa y pura razón
aun se esta por descubrir,
la verdad puede mentir
queriendo estar en lo cierto,
hay mucho en lo descubierto
que se está por descubrir.
Hace un doctor un injerto
de un miembro del cuerpo humano
como lo hace un hortelano
de la rosa de su huerto,
sobre el cadáver abierto
analiza todo el ser
alcanzando a comprender
la anatómica estructura
y siempre está la natura
mas allá de su saber .
Estoy pensado y no se
qué fibra me hace pensar,
estoy pensado y no se
qué fibra me hace pensar
y cabe el averiguar
si hay quien lo sabe: por qué,
en mil rarezas pensé
que jamás las prensentí
como un buzo descendí
al hondo mar de mi ser
y no alcanzo a comprender
los misterios que hay en mi.
Quien dice "yo fui hasta aquí
y mañana lo seré",
quien dice "yo fui hasta aquí
y mañana lo seré",
si nadie sabe porqué
naciera y exista así,
porque lo que hoy esta en ti
mañana no sera tal
en la vida universal
todo se plasma y transforma
y el sol en perfecta norma
a todos alumbra igual.
No hay nada definitivo
una forma se trasforma
para tomar otra forma
y seguir lo sucesivo,
como todo es relativo
la espiga se forma y grana
ya que por ley soberana
terminó su forma ayer
hoy vuelve a otra forma a ser
la que no será maña.
Todos tiene al nacer
el derecho de vivir
y nadie puede medir
los valores de otro ser,
quien puede obligarme a ser
ni a dar mas de lo que doy,
nadie sabe a donde voy
giro como una veleta
soy ¡utópico profeta!
pero yo ignoro quien soy...
Porque un clavel reventón
sangró en tu boca chiruza
ví en cada beso una chuza
que me partió el corazón;
me juí, perdí la razón
muerto'e celos, sin mirarte
pero me juí sin odiarte
y aquél recuerdo me humilla
se me ahugó con la golilla
el adiós que iba a dejarte.
Me vi'á a mamar con "tintines"
de cencerros "madrineros"
con clarinadas de "teros"
y sustancia e'macachines
a emponcharme en los hollines
de los fogones de ajuera
y a poner de cabecera
en las bajeras del pasto,
los alones de mi basto
pa'mirarte hasta que muera.
Te miraré en el lucero
que en los cerros se hace cruz
y en su guitarra de luz
es el más hábil puntero,
en el camino matrero
que historias de ausencias narra
y te veré hasta en las garras
de los tigres montaraces
y en los dolidos compases
de mi transida guitarra.
Te veré en el balanceo
del junco de los esteros
en los soles mañaneros
y el zumbido 'e los sobeos
en "apartes" y "rodeos"
de mis sueños más queridos,
en los "galopes" tendidos
de mi recuerdo "rumbero"
que cruza como un tropero
arriando sombras de olvido.
Cuando ya a tus alacenas las vistes quedarse exhaustas
cuando te fueron saqueando, digo expropiándote el alma...
ay! tus ternuras, palomas que el crimen crucificaba,
viste ya que un precipicio abriose bajo tus plantas
clausurando el horizonte en inmolación de albas...
Entonces fuiste emigrante, hombre sin hogar, sin patria,
ya no era tuyo el paisaje, los abrojos y las zarzas claváronse
en los mas tierno de tu pequeña esperanza...
Ay! la esperanza del pobre que el rico desesperanza
y el pobre la reconstruye porque lucha, sufre y ama.
¿En qué lugar de la tierra no va el hombre a cultivarla?
Flor que emerge entre las piedras es coronación y gracia
ah! los que anhelan volver sueñan con espacios y alas
y le succiona la sangre el pozo de la distancia...
Ay! Emigrante...Emigrante! Cuánto duele esa palabra!
Todos los mares del mundo son barreras que se alzan,
como infinitas prisiones de interminables murallas,
esas moles silenciosas que son antiguas montañas
con el peso de sus siglos el corazón nos aplasta...
Ja! Los que quieren volver hacia la tierra lejana...
a la pobrecita tierra, tremendamente ultrajada!
Ay! Cuánto duele la ausencia...cómo nos queman sus lágrimas!
Los que sufren son aquellos que no han arrendado el alma
y que por su bien no tienen conciencias metalizadas.
Aman: no el verde del dólar sino el verdor de sus palmas,
el verde de sus cuchillas armoniosas, onduladas...
Los gurises que a la escuela fueron de un petiso en anca,
esos no son 'juntadólares' porque el corazón no es árgana*.
Ah! el pequeño caballito que acompañó nuestra infancia
en los azules crepúsculos, en las tardecitas diáfanas;
la inocencia transparente en la luz de la mañana,
entre un rocío de música de boyeros y calandrias.
Ah! los rojos mediodías, estridentes de cigarras,
en la hora del bochorno que todo el campo arde en llamas;
quien reflejó en sus retinas el color de éstas comarcas,
los que conocen sus ríos, sus empinadas barrancas.
La alegre vocinglería entre la espinada espadaña*
y las bandadas de horneros en jubilosa algazara,
el río copiando el cielo, sereno de azul sin mancha,
contrapunto de zorzales que afinan sus dulces flautas
en la extensísimas cuerdas de la grácil pasionaria...
Ah! Muchos vendrán buscando sus ternuras como arcanas,
sus pájaros y sus árboles, hondos de verdes guitarras...
Solo quien tiene raíces puede recrear la Patria!
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Vocabulario:
*Árgana: cilindros, por lo común de cuero crudo, abiertos en la parte superior y unidos también por una lonja de cuero que se emplean en el noroeste argentino para llevar a lomo de caballo o mula, diferentes mercaderías. ("Diccionario Folklórico Argentino" de don Félix Coluccio).
*Espadaña: Paja de terrenos bajos. ("Vocabulario y refranero criollo" de Tito Saubidet).
Espadaña: (Zizianopsis bonaerensis): gramínea que crece especialmente en lugares bajos del Tigre, Isla Maciel y Río de la Plata, que, como la totora se emplea para quinchar y techar, así como para la fabricación de sillas. ("Diccionario Folklórico Argentino" de don Félix Coluccio).
Hay una juventud que es la que impulsa
Hay una juventud que es la que avanza
Hay una juventud que evoluciona
Y hay otra juventud que retrograda.
Hay una juventud envejecida
Bordeando los abismos de la infamia
Con veinte años en el cuerpo joven,
Y más de un siglo que le encorva el alma.
La juventud antípoda del hombre
Es esa juventud esclavizada
Gran forja del deber en la gran hora
Que América irredenta la reclama.
La juventud que es tal no se arrodilla
La juventud no sabe estar postrada
Y no hay fuerza más fuerte que la suya
Que es tanto el ideal de una gran causa.
La juventud, es vida y es belleza,
Es espíritu, luz, sangre, esperanza,
Que ha roto los fetiches milenarios
Junto a los mitos de la creencia arcaica.
Jóvenes son aquellos los que llevan
Con un arco de triunfo en la mirada
Dándole espacio a sus mil horizontes
Y un incendio de soles en el alma.
La juventud, es vida y es belleza,
Es espíritu, luz, sangre, esperanza,
Que ha roto los fetiches milenarios
Junto a los mitos de la creencia arcaica.
Jóvenes son aquellos que llevan
Un arco de triunfo en la mirada
Todo el espacio azul, mil horizontes,
Y un incendio de soles en el alma.
No son jóvenes, no, los que claudican
No son jóvenes, no los que se arrastran,
Juventud es rebelarse contra todo
Lo que limita la grandeza humana!
Dejemos los eunucos, los cobardes,
Lo mismo que una barca abandonada,
Hundida en sus escollos de ignominia,
Sin puerto, sin destino, en la borrasca.
Y volemos no más, como los cóndores.
Hacia el paisaje azul de la montaña
Ebrios de luz, de vida, y de idealismo,
Un paso más, y el triunfo nos aguarda!
Te gané en una jugada
desde entonces sos mi amigo,
el amigo fiel y bueno
que jamás olvidaré,
pues sos carpeta pa'l monte,
pa'l invierno sos abrigo
y echo víbora en mi brazo
defensa pa'una de a pie.
Poncho viejo de mis gratas
travesías de resero,
cuando baja el sol calienta
por delante atravesao
y en las noches invernales
te aguantás el agüacero
y sufrías la cachetada
del pampero desbocao.
Una noche, en que me hallaba
adobao por el al...piste,
de una trenzada saliste
ligando un tajo por mí,
pero luego ya mentado
no somos de la bebida
vide en mi poncho la herida
ganas de llorarse en ti.
Otra noche tormentosa
corté pampa a media rienda,
de regreso de aquél rancho
donde tu amor conquisté
mientras que vos, poncho amado,
me abrigabas a la prenda
que yo me traje en el anca
de mi flete pangaré.
Poncho viejo ante la vuelta
con la llovizna se cuaja
en las noches invernales
cuando duermo al descampao;
yo quiero que cuando muera,
no me niegues la mortaja
de tu abrigo, hermano bueno,
mi viejo poncho gateao
Soy el bardo campechano
que a pesar de mi ignorancia
si en el fogón de una estancia
me hace rueda el buen paisano,
sé inculcar como un hermano
un principio de razón
que los parias del galpón
sin rancho, flete, ni apero
valen como el estanciero
que naides nació pa pión.
Nos impone la obediencia
su ley de resignación
se hace el pan negro del pión
con la sal de su paciencia,
los que educan la existencia
en el mito de la fe,
nunca nos dirán porqué
hasta el gringo en este suelo
tiene tropilla de un pelo
y el nativo anda de a pié.
No hay ningún certificao
que acredite propiedad
el campo, la inmensidad,
sin tranqueras ni alambrao,
todo jué un don otorgao
por la gran Naturaleza
y frente a tanta riqueza
siendo común el tesoro
unos, cargaron el oro,
los otros, con la pobreza.
"Ser pobre no es un delito"
le dice el rico al hambriento
y él, si pudiese avariento
alambraba el infinito,
el pobre es como un proscrito
de la mesa del festín,
una pilcha sucia y ruin
por la miseria zurcida
cual si llevase en su vida
la maldíción de Caín.
Los hombres se entenderán
como hermanos, como amigos,
cuando aquél que plante el trigo
no se haga esclavo del pan,
la política es un plan
de artimaña secular,
como su fin es mandar
esconde un concepto bajo,
que unos nacen pa'l trabajo
y otros pa'hacer trabajar.
No es el Pueblo soberano,
así desnudo y hambriento,
un Pueblo sin pensamiento
que vegenta en un pantano;
el término franco y llano
de Pueblo en su intensidad
tiene cabal majestad
si hace valer por sí mismo
un principio de humanismo
de justicia y de igualdad.
Ya diserté a mi manera
con gesto humano y sencillo,
sin pretensión de caudillo
de profunda entendedera,
ahora me voy campo ajuera
libre por toda la tierra,
en la hurañez de la sierra
voy a vivir cimarrón
porque así mi corazón
no será carne de yerra.
"Hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo; nunca lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo entendemos pero es intraducible como una música..." Jorge Luis Borges
"La pampa, señor, es como la serpiente..., lo magnetiza al hombre, lo encanta y lo adormece, y al fin se lo devora". (G.E. Hudson)
Visite al Gauchoguacho en...
Estancia "La Brava"
Pampa
Madre. Horizonte. Soledad. Llanura franca al sol que sólo sabe de tu curva...Cuna, sepulcro y sustento. Creadora del gaucho afirmativo, del caballo amigo de la distancia, del puma escondido y del chajá ascendente. Pretexto de vagabundas ansias de partir sin meta...¡Tú que das resignación al pequeño, empampado de infinito! Ricardo Güiraldes.
El hombre nacido en la pampa tiene todo el cielo y todas las estrellas que parece que se le vienen encima. Tiene las primeras luces del sol a la mañana y las últimas del anochecer. El horizonte es la primera abstracción para el hombre, ya que es una línea que se ve pero que no existe, porque en la medida que avanza, se aleja más. Nunca va a encontrar el horizonte, sin embargo está ahí. Entonces el canto de ese hombre es reflexivo, intimista, profundo, como asombrado por la grandeza de la inmensidad. (Suma Paz)
"La pampa con su mutismo imponente y su monotonía tan característicos, predisponían poco a la locuacidad. -'El campo es tan lindo, me decía cierta vez un gaucho, que no dan ganas de hablar" Leopoldo Lugones
Paisajes
Pareciera que se agacha la huella del horizonte, y uno se pierde en el monte hasta hallar una lomada. La tierra parece nada y en ella se afirma el hombre.
Presentación
De n'antes
De ranchos y taperas
Pa'la moza
Sucedidos
Oficios
Nuestros paisanos los indios
Cosas del campo
Baguales
Jenofonte dice que al andar a caballo se siente la necesidad de que a uno le crezcan alas... Así el caballo resulta no sólo maestro del músculo sino también del alma... El caballo educa, rige al hombre y le da una filosofía propia. La filosofía de un jinete es distinta a la de un caminador...En el caballo se aprende la vida. Sobre su cabeza nace la lejanía y entre sus cascos se fatiga la tierra. A todo el que va jinete en su caballo su soledad lo acompaña. (Eduardo Jorge Bosco). ..................................................................................
A un domador de caballos
"Cuatro elementos en guerra forman el caballo salvaje. Domar un potro es ordenar la fuerza y el peso y la medida: Es abatir la vertical del fuego y enaltecer la horizontal del agua: poner un freno al aire, dos alas a la tierra..." (Leopoldo Marechal)
Juiiira perro
Bichos de mi tierra
De chacota.
Canto con jundamento
Viva la Patria
Aquí me pongo a cantar
Cruz diablo
"He dicho muchas veces que aquí recibí mis primeras lecciones de abismo y de absoluto.
El cielo me las dió, me las dió la llanura abierta y desmesurada. (Olga Orozco).
Pero yo he vivido libre
y sin depender de naides
siempre he cruzao a los aires
como el pájaro sin nido,
cuanto sé lo he aprendido
porque me lo enseñó un "flaire".