Pulso la guitarra y canto
lo que en mi alma se aferra
las canciones de mi tierra
que defiendo con quebranto,
por ser mi cariño tanto
a las cosas campesinas,
tintineares de madrinas
oigo si empiezo a cantar
y en mi pecho retumbar:
las costumbres Argentinas.
Hay un zorzal que me nace
que con el alma lo quiero
y al terruño que venero
no hay nada que lo reemplace;
siento como me complace
el humo de las cocinas,
las melodías cristalinas
y algún viejo pericón
o la rueda de un fogón
de costumbres Argentinas.
Mi afición por lo campero,
tiembla porque el paisanaje,
pueda cambiar su lenguaje
por un idioma extranjero;
yo custodio lo surero
desde el llano a las colinas,
si descuidan las pristinas
cosas que hay que cuidar:
¿adónde irán a parar
las costumbres Argentinas?
Nuestra música es tan pura,
contiene tanta nobleza
que al que tiene una tristeza
se la transforma en dulzura;
cuidando nuestra cultura,
como las viejas doctrinas
siempre han de brillar las finas
chispas que tiene el querer,
así poder defender:
las costumbres Argentinas.
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