Un hombre rico tenía
treinta vacas, diez terneros,
dos redomones enteros,
cuatro yeguas, tres caballos,
varias gallinas, dos gallos,
y una chancha en el chiquero.
Por la mañana temprano,
cuando los gallos cantaban,
el Viejo se levantaba
y avivaba el braserío
para pelear contra el frío
al ir poniendo la pava.
Despavilaba a los chicos
y llamaba a las gallinas,
pesaba un kilo de harina
y se ponía a amazar,
y lo dejaba leudar
a la par de la cocina.
En los oficios del campo
los dos chicos trabajaban
a la par de la peonada;
hacía años los muchachos
se habían quedado guachos
cuando se jué la finada.
Aunque eran criados parejos
y con el mismo rigor,
era el hermano mayor
tranquilo y habilidoso
pero era medio mañoso
y retobao el menor.
El curandero decía:
-"Este chico no ha gateau
y por eso está traumau
pero aunque hiciera terapia
gatiando sobre las tapias
el chico era retobao".
Estaba muy disconforme,
un día le dice: "¡Tata,
¿no quiere darme la plata?
¡Quiero irme de éste lugar!
me he cansau de trajinar
en bombachas y alpargatas.
Quiero irme pa rodar tierra,
pa ver que hay en otros laos,
me han dicho que en el poblao
hay lujos y diversiones,
y con pocos patacones
se puede vivir holgao.
Además yo ya he cumplío
la mayoría de edad,
¡deme Tata, la mitad
que me toca de la herencia!
Voy a cambiar de querencia
quiero dirme pa la ciudad.
El viejo oyendo al muchacho
le dice: "Tenés razón...
yo te he dao educación
pa que sepas conducirte
y si hoy se te ha dao por irte
te vas con mi bendición.
"Pero no tenís que creer
en tantas ponderaciones,
son muchas las tentaciones
que la calle nos ofrece,
y lo que fácil parece
tiene también sus cuestiones.
"Yo te he enseñao que en la vida
hay que ganarse el puchero,
acá tenís el dinero
y que te quede presente:
lo que llega fácilmente
también se nos va ligero".
El mozo se fue contento
enteramente empilchao,
pantalones importaos,
rastra de plata calada,
corralera pespunteada
botas de cuero encerao.
Sobrepuesto de carpincho
y trenza de ocho en el lazo,
se montó sobre su picazo,
se caló bien el sombrero,
saludó con el talero
y salió de sobrepaso.
Cuando llegó a la ciudad
desparramó simpatía,
-"¡Pulpero, ésta vuelta es mía,
tráigame otra 'mamajuana'!"
y así todo el día era jarana,
pura risa y alegría.
Convidaba a troche y moche
meta bailar y chupar
y cuando quiso acordar,
la plata había mermao
y el muchacho atolondrao
supo lo que era galguear.
Buscando recuperarse
se prendía en lo que juera
la taba, chinchón y cuadreras,
truco, chancho enjabonao,
jugando siempre mamao
pasaba noches enteras.
Cuesta abajo en la rodada
le vendió al talabartero
las virolas del talero
y en una riña de gallos
perdió el facón, el caballo,
las espuelas y el apero.
Cuando perdió hasta las botas
se declaró derrotao,
y el que le había arisqueao
a trabajar de patrón,
tuvo que oficiar de peón
y andar arriando ganao.
Ayudando en una doma
tenía un potro embramao,
estaba bien afirmao
echó verija a la izquierda
se mandó una mala juerza
y quedó descoyuntao.
Con las caderas chanfliadas
no podía trabajar;
se arrinconaba a llorar
cuando en su Padre pensaba
y a la noche se chupaba
como queriendo olvidar.
Se colaba en los velorios
y ayudaba a cajonear
por ahi podía ligar
un par de mates calientes,
un traguito de agua ardiente,
un techo pa dormitar.
Y lloraba: "¡ A la pucha
cómo he venío a perder!
¿cómo habrán sabido ser
estos años en las casas?
¡Quisiera saber qué pasa,
Dios qué ganas de volver!
Y el Padre que no aguantaba
la tristeza que él sentía
trepaba todos los días
a la punta de un mogote
y ahi estiraba el cogote
para bichar si volvía.
Cuando vió llegar un bulto
entró una gran cerrazón,
le saltaba el corazón
porque sin ver alvertía
que era el hijo que volvía
montao en un mancarrón.
Fue corriendo hasta las casas
llamando al hijo mayor:
"¡Volvio tu hermano menor,
ya está entrando en la quebrada,
juntá toda la peonada
y contratame un asador!"
"¡Abrí ese vino patero
que tenemos reservao,
después llegate al poblao
invitá algunos vecinos
y gritá por el camino
que hay gran baile con asao!"
El chico mayor le dijo: "¡Tata
yo siempre he estao a su lao,
nunca le di un entripao,
siempre he sido diligente,
trabajador, obediente,
y nunca me ha ponderao".
En el hombro del muchacho,
el Viejo apoyó la mano:
"Usted nunca fue orejano
ni negó su condición,
ni perdió la dirección
como la perdió su hermano".
"¿Se acuerda mi hijo, esa vuelta
que ya era noche cerrada
y encerramos la majada
para salir con la vieja
pa campear aquella oveja
que se hallaba descarriada..?"
"¿No se acuerda que la hallamos
en el fondo 'e la quebrada,
pobrecita la finada,
¡qué contenta se la vía !
¡Despacito se reía
cuando la traía alzada !".
"Bueno, m'hijo, de igual modo
cuando alguno ha resertao
los que en la huella hemos quedao
trajinando en esta vida
'Hamos' dar la bienvenida
al que vuelve derrotao."