Decía en las jineteadas:
"¡Voy al hombre ,voy al hombre!"
y ganó justo renombre
en ruedas de paisanadas,
quedan las frases grabadas
de aquél criollo genuino
porque fue don Secundino
Cabezas, la gaucha esencia,
diplomada de experencia
en la escuela del camino.
De un modo sencillo y llano
escarbando en la memoria,
quiero relatar la historia
que él me contó mano a mano.
-"Fue en Mataderos, hermano",
me decía con fervor,
"ahi probamos el valor
y trenzamos sin recelo
a primera sangre un duelo
con Dalmiro, el escritor".
El hombre quería probar
sus corajes, sus temores
entre trágicos fulgores
de los filos al chocar.
Quería esa historia contar
después de vivirla él mismo,
encarando el periodismo
de una manera distinta,
mezclando sangre con tinta
para darle más realismo.
Y aunque un duelo es la fiereza
que tantas tragedias labra,
entre el filo y la palabra
puede tallar la nobleza.
Cuando por suerte o destreza
decía el criollo: "lo corté
y en la frente lo marqué
hice pie, dí un paso atrás
y por las dudas, nomás
en guardia firme quedé".
Agregaba: "Esa ocasión
quedé un momento parado
ya que de un hombre cortado
nadie sabe la reacción.
Le dije: "¡Párese don!,
¡don Dalmiro párese!".
Con respeto lo traté
ya que un paisano sencillo
ni peleándose a cuchillo
trata al contrario de 'ché'.
Dalmiro Saenz ese día
ganó por siempre mi afecto,
guardó el facón con respeto
y estrechó la mano mía.
De esta forma repetía
Secundino y al final
rescato el proceder leal
de dos hombres que pelearon
y a cuchillo cimentaron
una amistad fraternal.
Verso del payador don José Curbelo
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Revista:
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Nota de don Carlos Raúl Risso publicada en su blog "Escritor Costumbrista" el Domingo, 6 de Mayo de 2018.-
Cuando el despuntar del pasado mes de diciembre, se cumplieron 50 años -¡medio siglo!-, de un acontecimiento vinculado a la cultura criolla, que la mayoría de la gente del tradicionalismo desconoce. Ese mes del año 1966, en el ámbito del Círculo Criollo “El Rodeo”, en tiempos en que estaba en el Palomar, el escritor Dalmiro Sáenz enfrentó en duelo a cuchillo y a primera sangre, al poeta gaucho y relator de jineteadas, Julio Secundino Cabezas, “Cunino” para los más allegados.
Esto que así narrado parece algo descabellado, tenía su razón de ser.
El 29/07/1965, Editorial Atlántida lanzó al mercado su nuevo producto: “Revista Gente y la Actualidad”, la misma que 52 años después, luce vigente en los escaparates de los kioscos del país. Como lo resalta su título abarca temas de ‘actualidad’, y del espectáculo, destacándose en sus páginas a personajes de la farándula, artistas y modelos, lugares de vacaciones locales y del mundo, y varios etcéteras. Desde los inicios su éxito era palpable. Y para el público lector su nombre si limitaba (…y así sigue siendo), a: “Gente”.
Cuarenta años acusaba en esos días Dalmiro Sáenz, quien por entonces ya había publicado una media docena de títulos, conocido el éxito de ventas y el halago de premios importantes. Trabajaba para la revista escribiendo notas de un tenor y tema distinto al habitual.
Sáenz se caracterizaba por ser un escritor provocador, que no dudaba en meterse con la iglesia y poblar de sexo sus escritos, algo nada común y resistido por parte de la sociedad de esos años. Pero él seguía adelante y así lo hizo hasta el final de su vida, siempre por el mismo andarivel.
Era sobrino del sabio criollista Don Justo P. Sáenz (h) -si mal no he entendido-, porque era hijo de su hermana Lucrecia casada con su primo Dalmiro Sáenz, recibiendo para sí el nombre paterno.
Cincuenta y siete años cargaba Julio Cabezas, de quién ¿qué podemos decir que los amigos lectores no sepan? Por otro lado en el “primer” Tradicional, aquel que era periódico, publicamos en el número 36 un artículo con datos biográficos al que podemos remitir a los interesados; no obstante recordamos que era un reconocido poeta criollo, que de alguna manera profesionalizó la animación de jineteadas, e hizo popular en sus relatos la expresión “¡Voy al hombre, nomás…! Natal del Chubut, se acercó a Buenos Aires hacia 1929 con motivo de cumplir con el servicio militar, y cumplido el mismo quedó como domador en el 8 de Caballería, y años más tarde ingresó al Mercado Nacional de Haciendas, donde finalmente se jubiló.
Afamado tirador de lazo, en el año ’30 integró el equipo de jineteada que participó de un concurso internacional organizado en Montevideo, Uruguay, donde se coronaron ganadores.
Publicó varios libros de pequeño formato, de los que, muchos paisanos tomaron las letras para cantar por milonga, y varias de ellas fueron llevadas al registro discográfico en la voz de reconocidos cantores sureros.
Presentados, de alguna manera, los partícipes del duelo, volvamos a ese asunto.
Con motivo de presentar una nota “rara” y de fuerte contenido, Dalmiro se propuso vivir un duelo criollo y hacer la crónica escrita de esa, su propia experiencia: de los nervios, de la emoción y adrenalina de estar frente a un adversario que en cualquier momento te puede tener en la punta de su cuchillo, o de lo que se puede sentir si el que primero corta es uno.
No testifica como llegó a “Cunino” ni por qué lo eligió, porque en realidad no ha trascendido que éste tuviera fama de cuchillero; nunca nada al respecto se dijo de él.
Pero lo cierto es que lo visitó, dice, en su domicilio de calle Miguel Quintana, de Villa Insuperable, a pocos metros de la Gral. Paz, donde concertaron el “enfrentamiento a primera sangre”, a desarrollarse en el Círculo Criollo “El Rodeo”. Cuenta Sáenz: “…iba a la casa de un hombre llamado Julio Cabezas, un domador de prestigio, un verdadero artista del lazo, un hombre que manejaba el cuchillo con la misma naturalidad con que yo manejo la birome sobre este papel en donde estoy escribiendo. Iba a pedirle que sostuviera conmigo un duelo criollo a primera sangre.”
Al día siguiente, a media mañana se encontraron en el lugar acordado, sumándose a los duelistas dos reporteros gráficos y un jurado, al que Dalmiro cita como “el hijo de Cabezas”, aunque el tal mozo -al que siempre presentaba como su hijo-, era un sobrino (Víctor, si mal no recuerdo), hijo de un hermano suyo del que tiempo después que naciera ese hijo nunca más se supo de él, por lo que Julio -que sí tenía una hija mujer-, lo crió como hijo propio.
Dalmiro se descalzó y arremangó un tanto el pantalón vaquero, mientras que su diestra sostenía un cuchillo con defensa en “S”, al que describió como un “facón caronero que yo hace años tuve que acortar porque se me había quebrado la punta”, pero que viendo las fotos uno duda de tal descripción.
Por su parte, Cabezas, empuñaba un facón cabo de plata, sin defensa, que a juzgar por el testimonio gráfico, bien pudo ser una daga (hoja de dos filos); vestía bombacha sujetada por la faja, sin tirador, y lucía sobre el cuello de la camisa de puños abrochados, un pañuelo tendido, coronando su testa un clásico chambergo chico, de ala requintada, mientras que un ponchito liviano de guarda pampa, a manera de escudo le cubría el brazo izquierdo.
Aproximadamente 45 minutos duró la tenida, la que como estaba acordado finalizó cuando asomó la sangre. En un recuadro y en tercera persona, se lee al final de la nota: “…Julio Cabezas es un esgrimista que pone el cerebro en la punta de su arma. Coloca cada golpe y mantiene su defensa de manera tal que pareciera que cuenta con horas para pensar cada movimiento. En realidad todo es cuestión de fracciones de segundos. Dalmiro Sáenz, por su parte, es más intuitivo y actúa mucho en base a reflejos. El duelo -silencioso e intenso como un miedo-, terminó poco después de que el cuchillo de Cabezas rozara el brazo de Sáenz y punteara su frente. Lo de “primera sangre” se había cumplido. El día seguía gris y frío. Se miraron y se dieron la mano. Palabra de hombre.”
Con una foto en color y a toda página, y ocho de distintos tamaños en blanco y negro, la edición N° 73 de Revista Gente del 15/12/1966, se engalanó con una nota distinta, corajuda y curiosa, reviviendo aquellos trágicos duelo en una pulpería, una tabeada, una cuadrera, una riña de gallos… donde “no se jugaba a primera sangre” sino que se jugaba la vida.
Los otros duelos, aquellos para lavar el honor o limpiar ofensas también existieron entre nosotros, pero nunca entre gauchos, sí entre políticos, militares y periodistas. A propósito, en 1878 fue publicado el Primer Código Argentino sobre duelos, intentando fijar normas y reglas para librar los mismos.
En el que aquí evocamos, Dalmiro Sáenz buscó revivir la demostración de coraje de los tiempos gauchos, y enfrente lo tuvo a Julio Cabezas. Claro que ya ha transcurrido medio siglo de aquella remembranza, y ninguno de los dos vive hoy para agregar detalles…
La Plata, 22 de Agosto de 2017
(Publicado en la página Web de El Tradicional, con fecha 22/08/2017)