La noche cayó triunfal
sobre el campo solitario
y el arroyo es escenario
de un concierto natural.
El viento entre el totoral
silba un estilo campero;
sobre la orilla algún tero
le hace al chajá contrapunto,
pues ya ha descubierto el punto
donde 'hizo nido' un nutriero.
Una ilusión cada trampa,
tendida sobre los rastros,
mientras emponchan los astros
con su brillo, arroyo y pampa.
Del juncal, la endeble estampa
el oleaje balancea;
la paja brava se arquea
donde se esconde el macá
y en vano ensayo, un biguá
por sobre el agua aaletea.
A la bulla los silbones
se levantan en cuadrilla,
pues tal vez ronde en la orilla
el zorro con sus pichones.
Al medio, unos borbotones
delatan la tararira;
y la noche, que conspira,
pone un ciervo a su merced,
que antes de saciar la sed
desde la barranca mira.
Se escurre por la picada
lejano eco de un relincho
y cruza a nado un carpincho
cortando la correntada.
Alza el vuelo alborotada
rasante, la gallareta,
y aunque el agua fluye inquieta
es el arroyo un espejo,
donde mira su reflejo
la luna, blanca y coqueta.