-¡Chistt!...
-¡Cruz diablo! ¡Mandinga! ¡Cruz diablo!
¿Qué querrá este bicho?
¿Qué andará rastreando?
que tuitas las noches, de un tiempo a esta parte,
a cada ratito pasa po'este rancho?
Alguien de seguro, jediendo está muerto...
- ¡Chistt!...
- ¡Cruz diablo! ¡Mandinga! ¡Cruz diablo!
Así renegaba Bernardo el boyero
oyendo el chistido, insistente y largo
del ave agorera, mientras ño Cirilo,
el viejo puestero,
después de un amargo,
trenzaba en silencio la soga de un lazo.
- ¿No es verdá, Cirilo, que si la lechuza
al pasar po' encima una casa,
larga tres chisitdos y aúllan los perros...
señal es d'esgracia?
- ¡Calláte muchacho, no digás pavadas!
Ese animalito no hace mal a naide.
A la pobre lechuza le pasa
lo que a ciertas hembras
que toda la vida se quedan en casa
cuidando al marido y a sus pobres güeñis,
y viven muriendo de cansás y flacas.
Son las aparciencias, las que las condenan ´
y así las maltratan.
Mirá la paloma... Toó el mundo dice
que ese pajarraco es una monada,
y pa mí que no hay bicho en la tierra
que más se parezca a una mujer mala.
Se la pasa tó'el día compuesta
juntito a su macho,
aventando sus odios y amores
en la puerta e'casa;
cuando no, con las otras palomas
a destruir los sembrados, se larga.
Mientras tanto, allí queda su nido
solito, sin guarda,
teniendo por plumas
un montón de estierco
y dos o tres ramas.
Pero en cambio, la pobre lechuza
hace el suyo en un hoyo'e la tierra,
al pie de una mata,
y lo empluma y lo pone a cubierto
del viento y del agua.
Cuando es día, si sale, es pa dirse
a la punta de un poste a pararse,
y allí suele pasarse las horas
quietita, en silencio, sin chillar con naide.
Si malquiere, no hay quien lo conozca;
cuando quiere, tampoco se sabe.
Anda sola, y ni aún hay quién colija
ni cuál es la hembra, ni cuál es el macho.
¡Y es muy corajuda!
si le largan un tiro'escopeta
la cabeza agacha,
y pegando un chillido'e protesta
va suave a posarse
a dos o tres postes más lejo'e distancia.
Lo qu'es por la noche, cuando todos duermen,
ella ronda como un vigilante,
pa matar las cuncunas y ratas
que acaban las siembras,
y en el hondo silencio'e la noche
pega esos alertas
que a la gente espantan.
Además... ricuerdo,
que una vez me encontré como un paria,
muy triste en mi'esgracia,
mi mujer se me diba muriendo...
solito yo estaba,
y una pobre lechuza se anduvo
toita la noche volando por casa.
Al principio me dio una impaciencia,
una gana ferzo de matarla,
y después... mucho miedo, y me puse
a hablar contra el cielo,
ella me chistaba...
como si pretendiera prohibirme
de que blasfemara...
Se murió mi mujer y, de pena,
quise dir con ella,
y cuando en mi cuerpo
ya iba a hundir la daga,
un hondo chistido
se prendió'e mi brazo,
y sentí que mi sangre se helaba.
Parecía que Dios me dijera:
condenao te has de ver si te matas.
Después de esa noche, son muchos los años
que llevo pasados en medio'esta pampa,
y ella ha sido siempre la fiel compañera
que al tiro me chista
cada que que trenzo
ideas bagualas.
Es como si juera... mi propia concencia,
y hay que rispetarla.
La lechuza, creéme muchacho,
es como esas pobres mujercitas buenas
que pasan la vida yenándose d'hijos,
sin gozar de nada,
y se van muriendo, llenas de tristeza,
solitas y flacas.